Abyecta actitud de un Ayuntamiento empeñado en beneficiar a unos pocos, atropellando el interés general.
MORENTE
Haciendo caso omiso de las peticiones, reclamaciones y denuncias vecinales, el equipo de gobierno municipal ha proseguido con su objetivo de potenciar el Paseo Río Nalón como zona de restauración callejera apelotonada: masificación, música, algarabía, humo, olor a fritanga y alto riesgo por descontrol de aforo.
No solo no ha mejorado la situación existente en 2019, sino que han autorizado más tinglados en plena calle y la ampliación de los existentes, hasta tal punto de que de los veinticinco metros de paseo que había en 2005, entre las fachadas principales de los edificios, solo quedan ocho metros de pasillo central, que también se ocupa parcialmente con cartelería publicitaria de los restaurantes.
Cualquiera que conozca el municipio y haya sido testigo del fracaso que en su día tuvo el Centro Comercial Las Velas, se dará cuenta de que en Los Alcázares, queriendo ser competitivo con otras plazas donde se concentran franquicias de restauración, se reprodujo algo parecido al Dos Mares, de San Javier, pero todo a nivel del suelo. Pero la envidia no es buena consejera.
Se optó por usurpar y expoliar el mejor espacio peatonal de una urbanización abierta, en zona verde. Y para ello cambiaron arbitrariamente, sin autoridad para hacerlo, ni ordenanza reguladora que lo permita, el uso urbano del suelo, que pasó a ser industrial molesto. Todo ello bajo la consigna DEJAR HACER a los hosteleros, que se muestran insaciables a la hora de acaparar espacio.
En 2010 la cursilería periodística mal informada bautizó este espacio como Little Britain, luego la sandez emergente lo rebautizó como Little England. Todo eso está muy bien, tonterías que no falten, pero semejante engendro está fuera de lugar, porque agrede a la convivencia y vida normal de los residentes en las viviendas.
Si hacen falta en Los Alcázares cien o mil restaurantes con proyección a la calle, si es eso lo que el municipio ambiciona, que el Ayuntamiento los autorice, pero donde no molesten. Y si no, que se lo digan a quienes solo ven desde sus terrazas y ventanas estructuras, toldos y cerramientos, e inhalan el humo y el pestilente olor de las cocinas que sale directamente a la calle, porque las chimeneas de los tejados del edificio no dan abasto.
Un panorama horrible, al que me referiré próximamente con todo detalle “ilustrado” y que nada tiene que ver con divisar un paseo ajardinado y bien equipado. Y así los trescientos sesenta y cinco días del año, porque ni siquiera cuando acaba la temporada veraniega se desmontan y retiran las instalaciones que ocupan el suelo, haciéndolo inutilizable para otro uso, V.gr. pasear libremente por toda la superficie. O sentarse en un banco, porque hace años que los quitaron. No dejaron ni uno.
Por si eso fuera poco este año se ha desplazado una de las hileras de cobertizos adosados entre sí, pegándola a la fachada del edificio Eurovillas IV, comprometiendo la seguridad de las viviendas en primera planta. Se ha creado una situación de riesgo con menos conocimiento que el que asó la manteca.
El Ayuntamiento se equivocó y no rectifica, sabiendo como sabe que la única solución posible, para recuperar la normalidad que arrebataron a los residentes, pasa por restituir lo expoliado y, llegado el caso, indemnizar a los restaurantes que se vean perjudicados por haber invertido en todo lo que deben retirar. No hay ordenanza reguladora de terrazas que autorice lo que se ha hecho y consentido, pero todo es posible en un municipio no fiable.
Tamaña cacicada municipal urbana se ha producido en un municipio que se publicita como La Perla del Mar Menor, expuesta detalladamente en el reportaje que se acompaña, realizado el pasado 12 de octubre a mediodía.
REPORTAJE FOTOGRÁFICO