Guerra hispano-estadounidense y Generación del 98

La guerra hispano-estadounidense fue un conflicto bélico que enfrentó a España y Estados Unidos de abril a agosto de 1898, al intervenir Estados Unidos en la guerra de Independencia cubana (1895-1898). La derrota de España y la consiguiente pérdida de sus últimas colonias de ultramar dieron lugar en España a la expresión «Desastre del 98».10

Tras su derrota, España perdió Cuba (que quedó bajo tutela de Estados Unidos), Puerto RicoFilipinas y Guam, que pasaron a ser dependencias coloniales de Estados Unidos. El resto de posesiones españolas del Pacífico fueron vendidas al Imperio alemán mediante el tratado hispano-alemán del 12 de febrero de 1899, por el cual España cedió al Imperio alemán sus últimos archipiélagos —las Marianas (excepto Guam), las Palaos y las Carolinas— a cambio de 25 millones de pesetas (17 millones de marcos), ya que eran indefendibles por España.

El siglo XIX representó para el Imperio español un claro declive, mientras que los Estados Unidos pasaron de convertirse en un país recién fundado a ser una potencia regional media. En el caso español la decadencia, que ya venía de siglos anteriores, se aceleró primero con la invasión napoleónica, que a su vez provocaría la independencia de gran parte de las colonias americanas, y posteriormente la inestabilidad política (pronunciamientos, revoluciones, guerras civiles…) desangraron al país social y económicamente. La difícil defensa española de las colonias ultramarinas se puso de manifiesto durante la crisis de las Carolinas en 1885.11​ En cambio, a lo largo de ese siglo EE. UU. se expandió por vía económica (compra de territorios como LuisianaAlaska…) como militarmente (guerra contra México, lucha contra los pueblos indígenas…) además de recibir gran cantidad de inmigrantes. Ese proceso se interrumpió unos años por la guerra civil estadounidense y la Reconstrucción,12​ pero la aparición de EE. UU. como nueva potencia era incuestionable.

Las tensiones por Cuba entre España y EE. UU. se llevaban teniendo desde los años 1870 (como el incidente del Virginius). España se encontraba en una hipotética guerra contra EE. UU. en clara desventaja tanto en el aspecto militar (tamaño y capacidades de las flotas de guerra, además de que España llevaba años luchando contra guerrillas de independentistas), el demográfico (en 1890 EE. UU. tenía más de 62 millones de habitantes por unos 18 millones en España), el geográfico (EE. UU. luchaba cerca de su territorio, mientras que España tenía que mandar tropas al otro lado del planeta, a Cuba o Filipinas), el económico-industrial (EE. UU. tenía grandes zonas industrializadas, mientras que España era principalmente agrícola). Sin embargo la agitación nacionalista española, en la que la prensa escrita tuvo una influencia clave, provocó que el gobierno español no pudiera ceder y vender Cuba a EE. UU. como por ejemplo antes había vendido Florida a ese país en 1821. Si el gobierno español vendía Cuba sería visto como una traición por una parte de la sociedad española y probablemente habría habido una nueva revolución.13​ Así que el gobierno prefirió librar una guerra perdida de antemano, antes que arriesgarse a una revolución, es decir optó por una «demolición controlada» para preservar el Régimen de la Restauración.14

La guerra fue relativamente breve. La explosión del acorazado Maine el 15 de febrero de 1898 fue el casus belli de esta guerra. Aún hoy se sigue discutiendo si fue un accidente, un ataque intencionado español o un ataque de «bandera falsa» de los propios estadounidenses. Entonces la opinión pública estadounidense, convenientemente agitada por sus medios de comunicación (como la prensa amarilla), clamaba venganza y la guerra se declaró oficialmente un mes después. Aunque para las tropas estadounidenses la lucha en territorio cubano no fue tan favorable como se esperaban (batalla de El Caney y batalla de las Colinas de San Juan), las dos incontestables victorias navales estadounidenses (la batalla naval de Cavite en Filipinas el 1 de mayo, y la batalla naval de Santiago de Cuba el 3 de julio) provocaron que el gobierno español pidiera en verano negociar la paz, que por intermediación de Francia, se plasmaría en el Tratado de París el 10 de diciembre. Las últimas colonias en el océano Pacífico se venderían al año siguiente al Imperio alemán por ser indefendibles.

La derrota y pérdida de los últimos vestigios del Imperio español (salvo posesiones africanas) fue un profundo shock para la psique nacional de España y provocó una profunda revaluación filosófica y artística de la sociedad española conocidos como el «Regeneracionismo» y la «Generación del 98».1516​ Estados Unidos ganó varias posesiones insulares en todo el mundo, lo que provocó un polémico debate sobre un país que oscilaba entre el aislacionismo y el expansionismo.17​ Poco tiempo después, en febrero de 1899, estalló la guerra filipino-estadounidense (1899-1902), en la que los filipinos se enfrentaron a las fuerzas estadounidenses que pasaron a tomar posesión del archipiélago.

Causas de la guerra

Los Estados Unidos, que no participaron en el reparto de África ni de Asia y que desde principios del siglo XIX estaban llevando a cabo una política expansionista, fijaron su área de expansión inicial en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico, donde su influencia ya se había dejado sentir en Hawái y Japón. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias españolas (Cuba y Puerto Rico en el Caribe, Filipinaslas Carolinas y las Marianas y las Palaos en el Pacífico), que resultaron ser presas fáciles, debido a la fuerte crisis política que sacudía su metrópoli desde el final del reinado de Isabel II.[cita requerida]

En el caso de Cuba, su fuerte valor económico, agrícola y estratégico ya había provocado numerosas ofertas de compra de la isla por parte de varios presidentes estadounidenses (John Quincy AdamsJames PolkJames Buchanan y Ulysses S. Grant), que el gobierno español siempre rechazó.18​ Cuba no solo era una cuestión de prestigio para España, sino que se trataba de uno de sus territorios más ricos y el tráfico comercial de su capital, La Habana, era comparable al que registraba en la misma época Barcelona.[cita requerida]

A esto se añade el nacimiento del sentimiento nacional en Cuba, que desde la Revolución de 1868 había ido ganando adeptos, el nacimiento de una burguesía local y las limitaciones políticas y comerciales impuestas por España que no permitía el libre intercambio de productos, fundamentalmente azúcar de caña, con los EE. UU. y otras potencias.[cita requerida] Los beneficios de la burguesía industrial y comercial de Cuba se veían seriamente afectados por la legislación española. Las presiones de la burguesía textil catalana habían llevado a la promulgación de la Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas (1882) y el Arancel Cánovas (1891),19​ que garantizaban el monopolio del textil barcelonés gravando los productos extranjeros con aranceles de entre el 40 y 46 %, y obligando a absorber los excedentes de producción.2021​ La extensión de estos privilegios en el mercado cubano asentó la industrialización de la región catalana durante la crisis del sector en la década de 1880, anulando sus problemas de competitividad,22​ a costa de los intereses de la industria cubana, lo que fue un estímulo esencial de la revuelta.23

La primera sublevación desembocaría en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) bajo la dirección de Carlos Manuel de Céspedes, un hacendado del oriente de Cuba. La guerra culminó con la firma de la Paz de Zanjón, que no sería más que una tregua. Si bien este pacto hacía algunas concesiones en materia de autonomía política y pese a que en 1880 se logró la abolición de la esclavitud en Cuba, la situación no contentaba completamente a los cubanos debido a su limitado alcance. Por ello los rebeldes volvieron a sublevarse de 1879 a 1880 en la llamada Guerra Chiquita.

Dibujo satírico publicado en 1896 en el diario catalán La Campana de Gràcia, criticando la actitud de EE. UU. hacia Cuba.

Por otra parte, José Martí, escritor, pensador y líder independentista cubano, fue desterrado a España en 1871 a causa de sus actividades políticas. Martí en un principio tiene una posición pacifista, pero con el pasar de los años su posición se radicaliza. Es por esto que convoca a los cubanos a la «guerra necesaria» por la independencia de Cuba. Con tal fin, crea el Partido Revolucionario Cubano bajo el cual se organiza la Guerra del 95.

La escalada de recelos entre los gobiernos de Estados Unidos y España fue en aumento, mientras en la prensa de ambos países se daban fuertes campañas de desprestigio contra el adversario.[cita requerida] En América, mediante historietas normalmente inventadas o manipuladas, se insistía una y otra vez en la valentía de los héroes cubanos, a los que se mostraba como unos libertadores luchando por liberarse del yugo de un gobierno y un país que era descrito como tiránico, corrupto, analfabeto y caótico.[cita requerida] Por su parte, los españoles, que no tenían ninguna duda de la intención de Estados Unidos por anexionarse la isla, dibujaban a unos hacendados avariciosos y arrogantes, sostenidos por una nación de ladrones indisciplinados, sin historia ni tradición militar, a los que España debería dar una lección.[cita requerida]

Cada vez parecía más inminente el desencadenamiento del conflicto entre dos potencias que otros países consideraban de segunda: un país impetuoso, joven y todavía en desarrollo, que buscaba hacerse un hueco en la política mundial a través de su economía creciente, y otro viejo, que intentaba mantener la influencia que le quedaba de sus antiguos años de gloria.[cita requerida] Los líderes estadounidenses vieron en la disminuida protección de las colonias, producto de la crisis económica y financiera española, la ocasión propicia de presentarse ante el mundo como la nueva potencia mundial, con una acción espectacular. De hecho esta guerra fue el punto de inflexión en el gran ascenso de la nación estadounidense como poder mundial, pero para su antagonista significó la acentuación de una crisis que tocaría fondo con una guerra civil en el siguiente siglo y no se resolvería hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando España finalmente logra recomponerse.

Ninguno de ambos bandos tenía gran experiencia militar reciente. Las últimas campañas bélicas de EE. UU. se remontaban a su guerra civil (1861-65) y las campañas contra los indígenas de los Estados Unidos (en torno a 1870-90). En el caso español, además del conflicto independentista de Cuba y Filipinas, sus últimas experiencias bélicas fueron la Tercera Guerra Carlista (1872-76) y la Guerra de Margallo en Marruecos (1893-94).

Prolegómenos de la guerra

Mapa político del mundo en 1898, mostrando los poderes coloniales de la época. En amarillo España y en azul claro Estados Unidos.

El de Cuba no era el primer conflicto internacional desatado por el control de las colonias españolas. En 1885, el Imperio alemán intentó extender su dominio sobre el noreste de Papúa a las islas Carolinas, donde se preveía establecer un protectorado debido a su valor estratégico. La intentona dio lugar a la crisis de las Carolinas y fue duramente combatida por España, que estaba presente en el archipiélago desde 1521 y había reclamado su soberanía por primera vez en 1667; no obstante, los alemanes (al igual que en otras ocasiones habían hecho los británicos) argüían que España las había abandonado al eliminar la presencia militar en 1787, si bien la actividad misionera y comercial se había reanudado posteriormente y mantenido durante todo el siglo XIX. La mediación del papa León XIII terminó, al igual que en otras ocasiones, con el reconocimiento de la soberanía española, aunque se permitió a los alemanes establecer una estación naval y un depósito de carbón en una de las Carolinas.

En Cuba la situación militar española era complicada. Los mambises, dirigidos por Antonio Maceo y Máximo Gómez, controlaban el campo cubano quedando solo bajo control colonial las zonas fortificadas y las principales poblaciones.[cita requerida] El capitán general español Weyler, designado para la isla, decidió recurrir a la política de Reconcentración, consistente en concentrar a los campesinos en «reservas vigiladas». Con esta política pretendía aislar a los rebeldes y dejarlos sin suministros. Estas reservas vigiladas provocaron que empeorara la situación económica del país, que cesó de producir alimentos y bienes agrícolas.24​ Se supone que alrededor de 200 000-400 000 cubanos murieron a causa de ellas.25

Esta situación hizo que se radicalizara aún más el proceso independentista y la exacerbación del odio hacia el dominio colonial. En La Habana, se sucedían manifestaciones y enfrentamientos entre los sectores independentistas y españolistas. Por otra parte, muchos cubanos influyentes reclamaban insistentemente en Washington la intervención estadounidense. El gobierno de los Estados Unidos, viendo la posibilidad de que el ejército independentista en Cuba lograra derrocar finalmente al español, y con ello perder la posibilidad de controlar la isla, se decide a intervenir.26​ El gobierno español se hallaba en una encrucijada: si iba a la guerra la derrota era segura por la diferencia de recursos con la que contaba un bando y otro; pero si concedía la independencia a Cuba o se la vendía a EE. UU. casi seguro habría una revolución que derrocaría el régimen de la restauración, con posible vuelta de golpes de estado, revoluciones, y guerras civiles que habían marcado las anteriores décadas en España durante el siglo XIX. Los dirigentes políticos finalmente prefirieron una guerra perdida de antemano ya que conocían la superioridad del enemigo, pero optaron por no enfrentarse a una población que había sido convencida del triunfo por una prensa irresponsable y sensacionalista, y que no habría permitido que el ejército no actuara ante un ataque contra el territorio nacional (Cuba no era considerada una colonia, sino una provincia más del país; pero tanto legalmente como de hecho era administrada como una colonia).[cita requerida]

El hundimiento del Maine e inicio de la guerra

Soldados insurrectos cubanos, que ya llevaban luchando contra España desde 1895.

El acorazado Maine entrando en la bahía de La Habana.

El gobierno estadounidense envió a La Habana el acorazado de segunda clase Maine. El viaje era más bien una maniobra intimidatoria y de provocación hacia España, que se mantenía firme en el rechazo de la propuesta de compra realizada por los Estados Unidos sobre Cuba y Puerto Rico. El 25 de enero de 1898, el Maine entró en La Habana sin haber avisado previamente de su llegada, lo que era contrario a las prácticas diplomáticas tanto de la época como actuales. En correspondencia a este hecho, el gobierno español envió al crucero Vizcaya al puerto de Nueva York.

A pesar de lo inoportuno de la visita, la población habanera permanecía tranquila y expectante y parecía que el capitán general, Ramón Blanco, controlaba perfectamente la situación. Por otra parte, a pesar de que el Maine tuvo un gélido recibimiento por parte de las autoridades españolas, Ramón Blanco y el capitán del navío, Charles Dwight Sigsbee, simpatizaron desde el primer momento y se hicieron amigos.27

Sin embargo, a las 21:40 del 15 de febrero de 1898, una explosión iluminó el puerto de La Habana: el Maine había saltado por los aires. De los 355 tripulantes, murieron 254 marineros y dos oficiales. El resto de la oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las autoridades españolas.

El pecio del USS Maine en 1898

Sin esperar el resultado de una investigación, la prensa de William Randolph Hearst publicó al día siguiente el siguiente titular: «El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo».

Grupo de jefes tagalos revolucionarios filipinos.

A fin de determinar las causas del hundimiento, se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense, puesto que estos últimos se negaron a una comisión conjunta.28​ Los estadounidenses sostuvieron desde el primer momento que la explosión había sido provocada y externa. La conclusión española fue que la explosión era debida a causas internas. Los españoles argumentaron que no podía ser una mina como pretendían los estadounidenses, pues no se vio ninguna columna de agua y, además, si la causa de la explosión hubiera sido una mina, no tendrían que haber estallado los pañoles de munición. En el mismo sentido, hicieron notar que tampoco había peces muertos en el puerto, lo que sería normal en una explosión externa.

Tradicionalmente ha sido una opinión muy extendida entre los historiadores cubanos y españoles el creer que la explosión fue provocada por los propios estadounidenses para utilizarla como excusa para su entrada en la guerra en una operación de bandera falsa.2930​ Algunos estudios desde la década de 1970 hasta la actualidad apuntan a una explosión accidental de la santabárbara, motivada por el calentamiento de los mamparos que la separaban de la carbonera contigua, que en esos momentos estaba ardiendo.3132

Otros estudios recientes han señalado que, dados los desperfectos causados por la explosión, si la misma hubiera sido provocada por algún artefacto externo, esta habría hecho al barco saltar (literalmente) del agua. Algunos de los documentos desclasificados por el gobierno de EE. UU. sobre la Operación Mangosta (proyecto para la invasión de Cuba posterior al fracaso de bahía de Cochinos) avalan la polémica hipótesis de que la explosión fue causada en realidad por el propio gobierno de EE. UU. con el objeto de tener un pretexto para declarar la guerra a España.2930

Marineros estadounidenses en el USS Olympia.

España negó desde el principio que tuviera algo que ver con la explosión del Maine, pero la campaña mediática realizada desde los periódicos de William Randolph Hearst, hoy día el Grupo Hearst, uno de los principales imperios mediáticos del mundo, convencieron a la mayoría de los estadounidenses de la culpabilidad de España, a pesar de las críticas de algunos intelectuales estadounidenses, como el poeta Edgar Lee Masters.

Infantería española; tropas y oficiales en Filipinas.

Estados Unidos acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba, además de empezar a movilizar voluntarios antes de recibir respuesta.33​ Por su parte, el gobierno español rechazó cualquier vinculación con el hundimiento del Maine y se negó a plegarse al ultimátum estadounidense, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios, aunque, sin ningún aviso, Cuba ya estaba bloqueada por la flota estadounidense. En cuanto al hundimiento del Maine, varios estudios posteriores han llegado a la conclusión de que lo más probable es que la explosión fuese provocada desde dentro del buque, debido a una ignición de la santabárbara,34​ común en los buques estadounidenses de la época.

Comenzó así la guerra hispano-estadounidense, que con posterioridad se extendió a otras colonias españolas como Puerto RicoFilipinas y Guam.

En 1975, el almirante estadounidense Hyman G. Rickover, al frente de un equipo de investigadores, reunió todos los documentos e informes de las comisiones encargadas de la investigación en 1898, las de 1912, cuando se extrajeron los restos del buque, y cuantas declaraciones, publicaciones y fotografías pudo obtener. Después de un exhaustivo análisis de todo el material dictaminó sin lugar a dudas «que una fuente interna fue la causa de la explosión del Maine».35

Desarrollo del conflicto

Teatro de operaciones en el Pacífico.

Flota española del Almirante Cámara anclada en el canal de Suez, formada entre otros por el acorazado Pelayo o el crucero Carlos V y que finalmente no intervino en la guerra.

Batalla naval de Cavite, Filipinas, 1 de mayo de 1898.

Con anterioridad a los hechos del Maine, Estados Unidos ya había ordenado a su flota del Pacífico que se dirigiera a Hong Kong e hiciera allí ejercicios de tiro hasta que recibiera la orden de dirigirse a las Filipinas y a la isla de Guam.26

Tres meses antes también se había decretado bloqueo naval a la isla de Cuba sin que mediara declaración de guerra alguna, y cuando finalmente se declaró esta, se hizo con efectos retroactivos al comienzo del bloqueo.26

Las tropas de Estados Unidos rápidamente arribaron a Cuba. La Armada de los Estados Unidos destruyó dos flotas españolas, una en la batalla de Cavite, en Filipinas, y otra en la batalla naval de Santiago de Cuba cuando la flota española intentaba sin casi esperanza escapar a mar abierto. Sin embargo, los españoles solo habían logrado hundir un barco estadounidense en toda la guerra: el USS Merrimac. Por si fuera poco, algunas de las mejores unidades de la armada como el acorazado Pelayo o el crucero Carlos V no intervinieron en la guerra36​ a pesar de ser superiores a sus contrapartes estadounidenses,[cita requerida] aumentado la sensación entre algunos de que se estaba asistiendo a una «demolición controlada» por parte del gobierno español de colonias ingobernables que se iban a perder más pronto que tarde para evitar que el régimen de la restauración colapsara[cita requerida] (de hecho, las pocas posesiones que España conservó en el Pacífico tras esta guerra fueron vendidas en 1899 a Alemania). Finalmente, el gobierno español pidió en julio negociar la paz.

A pesar de su superioridad numérica las tropas de los EE. UU. se atascaron en la batalla de las Colinas de San Juan, donde sufrieron más bajas que las tropas españolas debido, entre otros motivos, que estas tenían más experiencia y un fusil, el Mauser Modelo 1893, superior a los fusiles Springfield yankis. No obstante al final Santiago de Cuba se rindió el 16 de julio. Algunas cifras estiman los fallecidos en la campaña, que culminó con la toma de Santiago, en alrededor de 600 por la parte española, 250 por la estadounidense y 100 por la cubana. A pesar de que la guerra fue ganada principalmente por el apoyo de los mambises, el general Shafter impidió la entrada victoriosa de los cubanos en Santiago de Cuba, bajo el pretexto de «posibles represalias».26

El 25 de julio, el general Nelson A. Miles, con 3300 soldados, desembarcó en Guánica comenzando la ofensiva terrestre en Puerto Rico. Las tropas de EE. UU. encontraron resistencia a comienzos de la invasión. La primera escaramuza entre los estadounidenses y las tropas españolas y portorriqueñas tuvo lugar en Guánica, y la primera resistencia armada se produjo en Yauco, en lo que se conoce como el Combate de Yauco. Este encuentro fue seguido por los combates de Fajardo, Guayama, Coamo y por el del Asomante. Toda una serie de operaciones navales como el bloqueo de las costas de Cuba y el bombardeo de las fortificaciones españolas en San Juan de Puerto Rico, por el acorazado USS Iowa, el crucero acorazado USS New York y otros buques de guerra, el apoyo proveniente de los cañones de la armada estadounidense contra las costas y los desembarcos del ejército en Cuba y Puerto Rico llevaron al rápido final de la contienda. Estados Unidos nunca pudo apropiarse de Puerto Rico ni ocupar la isla, lo cual terminó pasando por la rendición de España por sus derrotas en Filipinas y Cuba.37

Mapa de la campaña militar de Santiago de Cuba.

El 13 de agosto se dio la batalla de Manila, la última de la guerra. Tropas estadounidenses capturan Manila (capital de Filipinas) en una batalla que en realidad fue pactada con los españoles para evitar que cayera en manos de los insurgentes filipinos.

Consecuencias

El crucero español Reina Mercedes, hundido por su propia tripulación en Santiago de Cuba para bloquear el acceso al puerto.

Jules Cambon, embajador de Francia en Estados Unidos, firmando el Tratado de París.

Tras conocerse el hundimiento de las dos flotas, el gobierno de Sagasta pidió la mediación de Francia para entablar negociaciones de paz con Estados Unidos que tras la firma del protocolo de Washington el 12 de agosto, comenzaron el 1 de octubre de 1898 y que culminaron con la firma del Tratado de París, el 10 de diciembre.38

Mediante los acuerdos de París del 10 de diciembre de 1898, se concuerda la futura independencia de Cuba, que se concretará en 1902, y España cede FilipinasPuerto Rico y Guam.39​ Las restantes posesiones españolas en Oceanía (islas MarianasCarolinas y Palaos), incapaces de ser defendidas debido a su lejanía y la destrucción de buena parte de la flota española, fueron vendidas a Alemania en 1899 por 25 millones de pesetas, por el tratado germano-español.

Art. 1°. España renuncia a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. En atención a que dicha isla, cuando sea evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos, éstos, mientras dure su ocupación, tomarán sobre sí y cumplirán las obligaciones que, por el hecho de ocuparla, les impuso el derecho internacional (…)Art 2°. España cede a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que están ahora bajo su soberanía en las Indias Occidentales, y la isla de Guam en el archipiélago de las Marianas o Ladrones.

Art. 3°. España cede a los Estados Unidos el archipiélago conocido por las islas Filipinas (…).

Art. 5°. Los Estados Unidos (…) transportarán a España, a su costa, a los soldados españoles que hicieron prisioneros de guerra las fuerzas estadounidenses al ser capturada Manila.

Tratado de París del 10-12-1898

«Calificada como absurda e inútil por gran parte de la historiografía, la guerra contra EE.UU. se sostuvo por una lógica interna, en la idea de que no era posible mantener el régimen monárquico si no era a partir de una derrota militar más que previsible», afirma Suárez Cortina.40​ Un punto de vista que es compartido por Carlos Dardé: «Una vez planteada la guerra, el gobierno español creyó que no tenía otra solución que luchar, y perder. Pensaron que la derrota —segura— era preferible a la revolución —también segura—».

«Conceder la independencia a Cuba, sin ser derrotado militarmente… hubiera implicado en España, más que probablemente, un golpe de Estado militar con amplio apoyo popular, y la caída de la monarquía; es decir, la revolución».14​ Como dijo el jefe de la delegación española en las negociaciones de paz de París, el liberal Eugenio Montero Ríos: «Todo se ha perdido, menos la Monarquía». O como dijo el embajador norteamericano en Madrid: los políticos de los partidos dinásticos preferían «las probabilidades de una guerra, con la seguridad de perder Cuba, al destronamiento de la monarquía».41​ Hubo oficiales españoles en Cuba que manifestaron «el convencimiento de que el gobierno de Madrid tenía el deliberado propósito de que la escuadra fuera destruida lo antes posible, para llegar rápidamente a la paz».38

Si se toma como ejemplo el caso portugués, cuando debido al ultimátum británico de 1890 el Reino de Portugal tuvo que retirarse de manera humillante sin lucha de algunos territorios coloniales africanos para dejar que el Imperio Británico (muy superior en todos los aspectos al portugués) los ocupara, el descontento social que se generó acabó provocando una dinámica que llevó a la caída de la monarquía en 1910.

En España el resultado de la guerra se vivió como una tragedia, pero solo entre la clase intelectual (lo que dará lugar al Regeneracionismo y a la Generación del 98), ya que la mayoría de la población era analfabeta y vivía bajo el régimen del caciquismo. El desastre no tuvo nada de excepcional en el contexto de la época: ese mismo año los franceses habían tenido que retirarse vergonzosamente ante los británicos en el incidente de Fachoda, los portugueses también habían tenido que ceder ante ellos en 1890, los italianos fueron humillados por nativos en Abisinia en 1896, los griegos sufrieron una dura derrota ante los turcos, China era un Estado dominado por los extranjeros, los rusos fueron severamente derrotados por los japoneses en 1905 y los turcos fueron derrotados por los italianos en 1912, entre otros ejemplos.

Al terminar la guerra surgió una polémica interna en los Estados Unidos al respecto del destino de las colonias recientemente adquiridas. Hubo quien sostuvo el argumento de preparar a las naciones subdesarrolladas para la democracia y quienes defendían el principio de autodeterminación nacional que figura en la Declaración de Independencia estadounidense. En Filipinas, los insurgentes que habían peleado contra el colonialismo español pronto empezaron a luchar contra las tropas de Estados Unidos en una guerra que duró tres años y provocó la muerte de un millón de filipinos. Muchos intelectuales, como el filósofo William James y el presidente de la Universidad Harvard, Charles Eliot, un conocido opositor al imperialismo estadounidense, denunciaron estas acciones como traición de los valores estadounidenses.42

El crucero acorazado español Cristóbal Colón fue enviado a la batalla sin su artillería principal, y destruido en la batalla de Santiago el 3 de julio de 1898.

Pese a las críticas de los antiimperialistas, Estados Unidos comenzó a gravitar cada vez con más fuerza en toda el área del Caribe. El presidente Theodore Roosevelt propuso construir un canal interoceánico en Centroamérica, y en 1903 ofreció al gobierno colombiano comprar una franja de tierra de lo que hoy es Panamá.

Filipinos muertos en la Guerra filipino-estadounidense (1899-1902) que surgió inmediatamente, cuando estos lucharon contra los estadounidenses, que se habían convertido en sus nuevos dueños. Murió en torno a un millón de personas (la gran mayoría civiles) que representaban el 10 % de la población filipina de la época. Fue la primera guerra de liberación nacional del siglo XX y algunos hablan de un Genocidio Filipino (Estados Unidos ordenó a su ejército no tomar prisioneros y matar a todos los mayores de diez años).43

El crucero protegido estadounidense ‘USS Olympia, el único que se conserva en la actualidad de ese conflicto.

Al mismo tiempo que Colombia rechazaba la oferta de Roosevelt, se desató una rebelión en el área designada para la ubicación del canal. Roosevelt apoyó la revuelta y rápidamente emancipación de Panamá frente a Colombia. Unos días después, el francés Philippe-Jean Bunau-Varilla, quien viajó a Washington como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la naciente República de Panamá, vendió a Estados Unidos la zona del canal. En 1914, el canal de Panamá se abrió al tráfico marítimo.

Las tropas estadounidenses abandonaron Cuba en 1902, pero se exigió a la nueva nueva república que otorgara bases navales a Estados Unidos. Asimismo se prohibió a Cuba suscribir tratados que pudieran atraerla a la órbita de otra potencia extranjera. También se garantizó la capacidad de intervención de Estados Unidos en el nuevo estado a través de la Enmienda Platt, vigente hasta 1934. A Filipinas se le concedió un autogobierno limitado en 1907 e independencia absoluta en 1946, tras la Segunda Guerra Mundial. En 1952 el Congreso de los Estados Unidos aprueba para el territorio no incorporado de Puerto Rico un gobierno propio limitado.

Económicamente la guerra cambió el transcurso de la economía en España, ya que después de la guerra grandes cantidades de capital en poder de los españoles en Cuba y los Estados Unidos fueron devueltos a la península e invertidos en España. Este flujo masivo de capital (equivalente al 25 % del producto interno bruto de un año) ayudó a desarrollar las grandes empresas modernas en España en las industrias del acero, química, financiera, mecánica, textil, astillero y energía eléctrica.44​ Sin embargo, las consecuencias políticas fueron serias. La derrota en la guerra comenzó el debilitamiento de la frágil estabilidad del régimen político conocido como «la Restauración» que había sido establecida anteriormente por el gobierno de Alfonso XII. No obstante este régimen aguantaría treinta años más, incluyendo la neutralidad en la Primera Guerra Mundial, hasta la proclamación de la Segunda República en 1931. De hecho, la pérdida de las últimas posesiones coloniales en América y en Oceanía fue un factor que ayudó a España a mantener la neutralidad en las dos guerras mundiales del siguiente siglo.

Pocos años después de la guerra, durante el reinado de Alfonso XIII, España mejoró su posición comercial y mantuvo estrechas relaciones con Estados Unidos, lo que provocó la firma de tratados comerciales entre ambos países en 1902, 1906 y 1910. España giraría su punto de atención hacia sus posesiones en África (especialmente el norte de Marruecos, Sahara español y la Guinea Española) y se empezaría a rehabilitar internacionalmente tras la Conferencia de Algeciras de 1906.45​ En 1907 firmó una especie de alianza defensiva con Francia y Reino Unido46​, conocida como los Acuerdos de Cartagena en caso de guerra contra la Triple Alianza4748​.

En el arte

Avante España, Nuevo Mundo, 20.4.1898, portada por Mariano Pedrero.

La novela El árbol de la ciencia, de Pío Baroja, relata la estancia de un estudiante universitario de medicina en Madrid durante la guerra hispano-estadounidense.

Véase también

  • Ver el portal sobre Cuba Portal:Cuba. Contenido relacionado con Cuba.
  • Ver el portal sobre España Portal:España. Contenido relacionado con España.
  • Ver el portal sobre Estados Unidos Portal:Estados Unidos. Contenido relacionado con Estados Unidos.
  • Ver el portal sobre Filipinas Portal:Filipinas. Contenido relacionado con Filipinas.
  • Ver el portal sobre Puerto Rico Portal:Puerto Rico. Contenido relacionado con Puerto Rico.
  • Guam
  • Imperio español en Asia y Oceanía
  • Propaganda en la guerra hispano-estadounidense
  • Batallas de la guerra hispano-estadounidense
  • Tratado de París (1898)
  • Guerra de los Diez Años
  • Guerra Chiquita
  • Imperialismo estadounidense
  • Tratado Germano-Español (1899) – Tratado de Washington (1900)
  • Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas
  • Crisis de las Carolinas
  • Sitio de Baler
  • Relaciones entre España y Estados Unidos
  • Generación del 98

  • La generación del 981​ es el nombre con el que se ha reunido tradicionalmente a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social desencadenada en España por la derrota militar en la guerra hispano-estadounidense y la consiguiente pérdida de Puerto RicoGuamCuba y Filipinas en 1898. Todos los autores y grandes poetas englobados en esta generación nacen entre 1864 y 1876.

    Se inspiraron en la corriente crítica del canovismo denominada regeneracionismo y ofrecieron una visión artística en conjunto en La generación del 98. Clásicos y modernos.

    Estos autores, a partir del denominado Grupo de los Tres (BarojaAzorín y Maeztu), comenzaron a escribir en una vena juvenil hipercrítica e izquierdista que más tarde se orientará a una concepción tradicional de lo viejo y lo nuevo. Pronto, sin embargo, siguió la polémica: Pío Baroja y Ramiro de Maeztu negaron la existencia de tal generación, y más tarde Pedro Salinas la afirmó, tras minuciosos análisis, en sus cursos universitarios y en un breve artículo aparecido en Revista de Occidente (diciembre de 1935), siguiendo el concepto de «generación literaria» definido por el crítico literario alemán Julius Petersen; este artículo apareció luego en su Literatura española. Siglo XX (1949). José Ortega y Gasset distinguió dos generaciones en torno a las fechas de 1857 y 1872, una integrada por Ganivet y Unamuno y otra por los miembros más jóvenes. Su discípulo Julián Marías, utilizando el concepto de «generación histórica», y la fecha central de 1871, estableció que pertenecen a ella Miguel de UnamunoÁngel GanivetValle-InclánJacinto BenaventeCarlos ArnichesVicente Blasco IbáñezGabriel y GalánManuel Gómez-MorenoMiguel Asín PalaciosSerafín Álvarez QuinteroPío BarojaAzorínJoaquín Álvarez QuinteroRamiro de MaeztuManuel MachadoAntonio Machado y Francisco Villaespesa. No incluyó a mujeres, pero de hecho Carmen de Burgos «Colombine» (1867-1932), Consuelo Álvarez Pool «Violeta» (1867-1959) y Concha Espina (1869-1955) podrían pertenecer a ella, pues se encuentran en esa franja de fechas y sus características coinciden.2

    La crítica al concepto de generación fue realizada inicialmente por Juan Ramón Jiménez en un curso dictado en la década de 1950 en la Universidad de Puerto Rico (Río Piedras), y luego por un importante grupo de críticos que desde Federico de OnísRicardo GullónAllen W. PhillipsIvan Schulman, y termina con las últimas aportaciones de José Carlos MainerGermán Gullón, entre otros. Todos ellos han puesto en duda la oposición del concepto de generación del 98 y de modernismo.

  • Nómina

    Formado inicialmente por el llamado Grupo de los Tres (Baroja, Azorín y Maeztu), entre los integrantes más significativos de este grupo podemos citar a Ángel GanivetMiguel de UnamunoEnrique de MesaRamiro de MaeztuAzorínAntonio Machado, los hermanos Pío y Ricardo BarojaRamón María del Valle-Inclán y el filólogo Ramón Menéndez Pidal. Algunos incluyen también a Vicente Blasco Ibáñez, que por su estética puede considerarse más bien un escritor del naturalismo, y también al dramaturgo Jacinto Benavente. Entre las autoras pertenecientes a este movimiento destacan la novelista Concha Espina o la periodista Carmen de Burgos.

    Artistas de otras disciplinas pueden también considerarse dentro de esta estética, como por ejemplo los pintores ZuloagaRomero de Torres y Ricardo Baroja, también escritor este último. Entre los músicos destacan Isaac Albéniz y Enrique Granados.

    Miembros menos destacados (o menos estudiados) de esta generación fueron Ciro Bayo (1859-1939), los periodistas, ensayistas y narradores Manuel Bueno (1874-1936), José María Salaverría (1873-1940) y Manuel Ciges Aparicio (1873-1936), Mauricio López-RobertsLuis Ruiz Contreras (1863-1953), Rafael Urbano (1870-1924) y muchos otros.

    La mayoría de los textos escritos durante esta época literaria se produjeron en los años inmediatamente posteriores a 1910 y están siempre marcados por la autojustificación de los radicalismos y rebeldías juveniles (Machado en los últimos poemas incorporados a Campos de CastillaUnamuno en sus artículos escritos durante la I Guerra Mundial o en la obra ensayística de Pío Baroja).

    Centros de reunión

    Retrato de Pío Baroja.

    Benavente y Valle-Inclán presidían tertulias en el Café de Madrid; las frecuentaban Rubén Darío, Maeztu y Ricardo Baroja. Poco después Benavente y sus seguidores se fueron a la Cervecería Inglesa, mientras que Valle-Inclán, los hermanos Machado, Azorín y Pío Baroja tomaban el Café de Fornos. El ingenio de Valle-Inclán le llevó luego a presidir la del Café Lyon d’Or y la del nuevo Café de Levante, sin duda alguna la que congregó a mayor número de participantes.

    Revistas

    Los autores de la generación del 98 se agruparon en torno a algunas revistas características, Don Quijote (1892-1902), Germinal (1897-1899), Vida Nueva (1898-1900), Revista Nueva (1899), Electra (1901), Helios (1903-1904) y Alma Española (1903-1905).

    Libros de memorias

    No fueron muy aficionados los autores del 98 a hablar de sus compañeros. Pío Baroja dejó bastantes recuerdos de ellos en dos libros de memorias, Juventud, egolatría (1917) y los siete volúmenes póstumos Desde la última vuelta del caminoRicardo Baroja hizo lo propio en Gente del 98 (1952). Unamuno dejó varios textos autobiográficos sobre su juventud, pero pocos sobre su edad madura.

    Características

    Los autores de la generación mantuvieron, al menos al principio, una estrecha amistad y se opusieron a la España de la RestauraciónPedro Salinas ha analizado hasta qué punto pueden considerarse verdaderamente una generación historiográficamente hablando. Lo indiscutible es que comparten una serie de puntos en común:

    Joaquín SorollaAntonio Machado (diciembre de 1917). Óleo sobre lienzo. Hispanic Society of America (Nueva York). Sorolla se lo regaló a Machado, compañero suyo en la Institución Libre de Enseñanza, «como un poema personal».

    • Distinguieron entre una España real miserable y otra España oficial falsa y aparente. Su preocupación por la identidad de lo español está en el origen del llamado debate sobre el ser de España, que continuó aún en las siguientes generaciones.
    • Sienten un gran interés y amor por la Castilla de los pueblos abandonados y polvorientos; revalorizan su paisaje y sus tradiciones, su lenguaje castizo y espontáneo. Recorren las dos mesetas escribiendo libros de viajes, resucitan y estudian los mitos literarios españoles y el romancero.
    • Rompen y renuevan los moldes clásicos de los géneros literarios, creando nuevas formas en todos ellos. En la narrativa, la nivola unamuniana, la novela impresionista y lírica de Azorín, que experimenta con el espacio y el tiempo y hace vivir al mismo personaje en varias épocas; la novela abierta y disgregada de Baroja, influida por el folletín, o la novela casi teatral y cinematográfica de Valle-Inclán. En el teatro, el esperpento y el expresionismo de Valle-Inclán o los dramas filosóficos de Unamuno.
    • Rechazan la estética del realismo y su estilo de frase amplia, de elaboración retórica y de carácter menudo y detallista, prefiriendo un lenguaje más cercano a la lengua de la calle, de sintaxis más corta y carácter impresionista; recuperaron las palabras tradicionales y castizas campesinas.
    • Intentaron aclimatar en España las corrientes filosóficas del irracionalismo europeo, en particular de Friedrich Nietzsche (Azorín, Maeztu, Baroja, Unamuno), Arthur Schopenhauer (especialmente en Baroja), Sören Kierkegaard (en Unamuno) y Henri Bergson (Antonio Machado).
    • El pesimismo3​ es la actitud más corriente entre ellos y la actitud crítica y descontentadiza les hace simpatizar con románticos como Mariano José de Larra, al que dedicaron un homenaje y Carmen de Burgos, una biografía.
    • Ideológicamente comparten las tesis del regeneracionismo, en particular de Joaquín Costa, que ilustran de forma artística y subjetiva.
    • Ofrecen un carácter subjetivo en sus obras. La subjetividad toma mucha importancia en la generación del 98 y en el modernismo.

    Azorín, retrato de Ramón Casas

    Por un lado, los intelectuales más modernos, secundados a veces por los propios autores criticados, sostenían que la generación del 98 se caracterizó por un aumento del egotismo, por un precoz y morboso sentimiento de frustración, por la exageración neorromántica de lo individual y por su imitación servil de las modas europeas del momento.

    Por otra parte, para los escritores de la izquierda revolucionaria de los años treinta, la interpretación negativa de la rebeldía noventayochesca se une a una fundamentación ideológica: el espíritu finisecular de protesta responde al sarampión juvenil de un sector de la pequeña burguesía intelectual, condenado a refluir en una actitud espiritualista y equívoca, nacionalista y antiprogresiva. Ramón J. Sender mantenía todavía en 1971 la misma tesis (aunque con supuestos diferentes).

    Los problemas a la hora de definir a la generación del 98 siempre han sido (y son) numerosos ya que no se puede abarcar la totalidad de experiencias artísticas de una extensa trayectoria temporal. La realidad del momento era muy compleja y no permite entender la generación basándose en la vivencia común de unos mismos hechos históricos (ingrediente básico de un hecho generacional). Esto se debe a un triple motivo:

    1. La crisis política de finales del siglo xix afectó a bastantes más escritores que los englobados en la generación del 98.
    2. No se puede restringir la experiencia histórica de los autores nacidos entre 1864 y 1875 (fechas de nacimiento de Unamuno y Machado) al resentimiento nacionalista producido por la pérdida de las colonias. Se afianzaba además por aquellos años en España una comunidad social y económica casi moderna.
    3. El auge del republicanismo y la pugna anticlerical (1900-1910), así como importantes huelgas, sindicalismo, movilizaciones obreras o atentados anarquistas.

    Sin embargo cabe preguntarse, ¿cómo es que la generación del 98 no tomó nombre del modernismo, ya que surgen paralelamente y persiguen metas parecidas?

    Contexto histórico

    Ramiro de Maeztu, retrato de Ramón Casas.

    Los años comprendidos entre 1876 y 1898 son de hastío creativo debido al proyecto de la Restauración de Cánovas durante el reinado de Alfonso XIII. Cuando España pierde en 1898 las colonias la sociedad vuelve a poner el dedo en la llaga de la Revolución de 1868 (Revolución de la Gloriosa). La literatura del realismo se halla anquilosada y, pese a su estabilidad, la vida política se encuentra corrompida por la oligarquía, el caciquismo y el régimen de turno de partidos, que se está descomponiendo en banderías internas en el seno de los grandes partidos progresista y conservador, mientras que un tercer gran partido, el democrático, permanece marginado y ninguneado por el reparto canovista del poder. Las perspectivas profesionales de los escritores noventayochistas habían alcanzado su cima (o estaban haciéndolo). Los más viejos se acercan a la edad de Galdós y los más jóvenes a la de Unamuno. Esto significa, en contraste con la generación del 98, que se habían formado espiritualmente en los tiempos de la Revolución de septiembre.

    Lo importante de considerarlos en conjunto es el hecho de que han vivido dos épocas emocional e intelectualmente distintas.

    1. La revolucionaria: efervescencia ideológica, afán de reforma y confianza en la virtud correctora de los programas políticos.
    2. La restauradora: atonía de los espíritus, el apocamiento con que se abordan ineludibles problemas, la sospecha que inspira toda idea de cambio y la creciente desconfianza en la política vigente.

    Se trata pues de hombres doblemente engañados ya que vieron fracasar dos estructuras políticas de cariz contradictorio (Revolución y Restauración). De estos dos experimentos políticos los intelectuales del 98 sacaron una misma conclusión: la urgencia de buscar en zonas de pensamiento y actividad ajenas a la política los medios de rescatar a España de su progresiva catalepsia [muerte aparente].

    La primera repulsa intelectual tuvo lugar en los albores de la Restauración. En 1876 Francisco Giner de los Ríos funda la Institución Libre de Enseñanza. Su tarea constituye el repudio indirecto de la enseñanza oficial, probadamente ineficaz e insuficiente en aquella época, y sujeta a la agobiante tutela de los intereses políticos y religiosos.

    Se planteó entonces el problema de la personalidad histórica de España (así como lo hiciesen en Francia poco antes tras la derrota de Sedán). Unamuno estudió el casticismoRicardo Macías Picavea la «pérdida de la personalidad», Rafael Altamira la psicología del pueblo español, Joaquín Costa la personalidad histórica de España…

    Análogos europeos

    Los autores noventayochescos tienen evidentes paralelos europeos:

    • El quietismo de Unamuno remite a los problemas vividos por André Gide.
    • El teatro galaico de Valle-Inclán parece resonar en el teatro irlandés de la década de 1920.
    • Azorín reúne la sensibilidad reaccionaria para el pasado cultural (típica de Italia) y teatral.

    El periodismo en tanto práctica literaria habitual y la condición intelectual en tanto talante personal desarrollan una nueva modalidad ensayística, ajustada a una temática en la que la evocación o lo confesional enmarcan temas de reflexión muy característicos.

    La crisis de la novela o del teatro son vividas con peculiar intensidad en la nivola unamuniana, el desmoronamiento del relato en Azorín o por la peculiar teoría narrativa de Baroja.

    Léxico del 98

    Si importante es la generación del 98 en la literatura española, también lo es para el historiador de la lengua. En los textos de los escritores mencionados se aprecia la realidad del lenguaje, plural en circunstancias y en recursos. Estudiando la neología y los neologismos de la generación del 98, se ha podido constatar la renovación de elementos constitutivos del español, la función del léxico como recurso caracterizador de personajes y ambientes (guindilla, guinda, rosera), el ingenio del propio autor para fecundar el idioma («verde-reuma» es creación de Valle-Inclán, «piscolabis» es voz barojiana) y la capacidad de este para captar las innovaciones léxicas que surgieron en diferentes ámbitos: abracadabrante, afiche, alopatía, cabaré, crupier, charcutería, charcutero, chic, eslogan, estor, frufrú, maquillaje, mitomanía, papillote, pose, vodevil, etc.

    El corpus del léxico del 98 representa una suma de idiolectos o sistemas lingüísticos individuales que en su totalidad permiten vislumbrar la evolución del español desde el siglo xix hasta la primera mitad del siglo xx, en una época en que el léxico estándar creció por la integración de palabras procedentes de léxicos parciales (jergas, lenguaje técnico-científico, v. Haensch, 1997, 55). Numerosas voces del 98 son generacionales, las emplearon varios escritores de este grupo y posteriormente cayeron en desuso: cocota, batracio, bilbainismo, horizontal, rastacuerismo, rayadillo, dinero-esquema, intraespañolización, catedraticina, etc. En general, se esfuerzan por aportar nuevas ideas y por elevar a la categoría de obra de arte la realidad socio- cultural en la que se prepararon para salir a otros mundos. El espíritu de los pueblos se recupera con la palabra.4

    La generación del 98 en la música

    El panorama musical español también se vio afectado por la crisis del 98, y se contagió del clima regeneracionista que propiciaron los intelectuales de la época. Encomiable labor en este sentido fue la que realizó el musicólogo Felipe Pedrell. Ya en 1897 había escrito el manifiesto Por Nuestra Música, y entre otras obras suyas, publicó el Cancionero musical Popular Español. Además de ser el padre de la musicología y etnomusicología en España, en el terreno de la composición abrió las puertas hacia un nacionalismo musical español, como ya existía un nacionalismo musical ruso, bohemio, escandinavo… Después de introducir a Wagner (paradigma del nacionalismo alemán en la ópera) en España, trató de impulsar un nacionalismo análogo a la española. Pedrell es más conocido por su labor como teórico, musicólogo, y crítico que como compositor. No obstante, la composición musical probablemente no habría sido la misma sin él, porque marcó el camino a otros compositores de la generación del 98 y posteriores. Isaac Albéniz, fue un pianista virtuoso que escribió la Suite Iberia, la Suite Española, y la ópera Pepita JiménezEnrique Granados, también pianista, autor de Doce Danzas Españolas, y Goyescas). El virtuoso violinista Pablo Sarasate compuso todo tipo de obras exaltando el variadísimo folclore español, de norte a sur.

    También se puede hablar de análogos europeos para los músicos de este periodo. Pedrell era conocido como el Wagner español, mientras que Albéniz y Sarasate eran comparados con Debussy y Paganini respectivamente.

    Véase también