El tenista murciano sufre para derrotar a Damir Dzumhur (6-1, 6-3, 4-6 y 6-4) y ya está los octavos de final de Roland Garros.

GREGORIO LEÓN
La noche se pobló de pesadillas. Entre las sombras se ocultan enemigos emboscados. A veces pueden ser el rival. Otras, tu propia mente, que se asusta ante cualquier ruino extraño que surge de la oscuridad. Damir Dzumhur, desde su puesto 68 del ranking, aguardó agazapado, esperando su momento. Y a punto estuvo de acabar con Carlos Alcaraz, que se olvidó de ser feliz para adentrarse en una pesadilla. Con sobresalto y el corazón golpeándole en el pecho por el susto, el murciano avanza hasta la cuarta ronda de Roland Garros. Ya lo espera Ben Shelton. La joya de Murcia va perdiendo el acné y ganando poso. Otras noches así le hicieron extraviarse. Ahora ha aprendido a manejarse sin brújula, con el oficio que va adquiriendo. Otras citas que se pusieron feas acabaron en eliminaciones prematuras, críticas sañudas en redes sociales y visita al diván. Pero Carlitos ya tiene veintidós años. Los monstruos del bosque ya no le dan miedo.
El primer set no tuvo otra historia que la que escribió, con la mejor letra, el tenista nacido en El Palmar, que fue una aleación de efectividad y plasticidad. Lo mismo soltaba cañonazos con la derecha que se recreaba con una dejada para despertar oooooh exclamativos de los aficionados. Con dos bolas de ruptura, sin siquiera dar espacio a un deuce, con plena autoridad, Carlitos resolvió el capítulo en apenas veintisiete minutos de tenis excelso.
El bosnio se mostró más combativo en el segundo parcial, amagando con un break que enseguida la negó el jugador murciano, siempre atento a cualquier eventualidad, con un control mental que le está haciendo imbatible. Con altos porcentajes con su servicio y cada vez más peligroso al resto, cobró ventaja. Una doble falta de Dzumhur cerró el set.
Damir Dzumhur no quería irse a dormir temprano. Había tenido hasta siete bolas de ruptura, todas malgastadas. Y a la octava llegó el quiebre. Alcaraz no tenía tan buen feeling con la pelota. Y con un golpe cruzado, el bosnio se puso por delante en el tercer set. Acababa la autovía de tres carriles. Carlitos era desviado a una carretera comarcal. Y la finura lo abandonó. Una dejada se quedó en la red. Seis posibilidades de ruptura para Alcaraz, cero atrapadas. Las complicaciones crecían. La batalla proseguía.
Carlos Alcaraz continuó acumulando errores forzados en el siguiente parcial. A duras penas podía frenar el tenis expansivo del bosnio. Pero al fin pudo hacer un break y disponer de su servicio para ganar el partido. Pero Dzumhur se lo devolvió. 4-4. Pero en ese momento caliente del partido al jugador de El Palmar no le tembló el pulso, y provocó los fallos del enemigo, que solo entregó las armas muy al final, con su servicio, después de tres largas horas que dejaron espacio para el suspense.