Los profesionales del Instituto de Medicina Legal investigaron en 2024 un total de siete casos «judiciales, que tienen prioridad», en los que solo pudieron estudiar restos óseos: «Son un puzzle, todas las piezas tienen que encajar»
A.L.H. / Israel Sánchez Ana Lucas LA OPINIÓN
Profesionales del Instituto de Medicina Legal de Murcia se fijan en la degradación y la composición de los materiales que conforman los huesos humanos y emplean técnicas de antropología forense para ‘escuchar’ lo que relatan estos restos óseos. Y es que «los casos forenses tienen prioridad» frente a los asuntos en los que los huesos son «históricos», explica María Faustina Sánchez, forense, criminóloga y jefa de laboratorio.
La experta, que también cuenta con formación en antropología, recibe a La Opinión en las dependencias del antiguo Anatómico Forense, junto al Reina Sofía, donde, entre cámaras frigoríficas y salas de autopsia, también hay hueco para los restos óseos.
¿Qué tiene preferencia? «Los huesos que poseen características que indican que tienen menos de 20 años, que aparecen enterrados en una zona aislada y que, a priori, no tienen una explicación», apunta la forense, que insiste en que «hay que darles prioridad, porque son casos judiciales», en los que el ADN juega un papel fundamental. Han de resolverse con celeridad, en un tiempo que vaya «de semanas a meses», manifiesta.
En los restos óseos se ven fracturas, pero también impactos de bala, cuchilladas y golpes
Los forenses del Instituto de Medicina Legal de Murcia investigaron en 2024 un total de siete casos judiciales en los que el material de estudio se reducía a los huesos. En lo que va de 2025, uno bastante mediático: el de Alberto Hernández, el joven que desapareció en 2018 en Casas Nuevas, cuyos restos mortales fueron hallados en Sierra Espuña a principios de este año. Reducidos al esqueleto.
«Los huesos son un puzzle, todas las piezas tienen que encajar», subraya Sánchez. Así, los forenses proceden a analizar el resto óseo en busca de cualquier tipo de lesión que haya ocasionado una fractura. También se ven, por ejemplo, un impacto por arma de fuego o una cuchillada, incluso el golpe con una piedra, si ha dado lugar a una deformación.
«La luminiscencia sirve para establecer si los restos tienen 20 años o más: a partir del quinto año, como mucho del décimo, pierden la médula ósea», concreta.

La forense María Faustina Sánchez, en dependencias del Instituto de Medicina Legal de Murcia. / Israel Sánchez
La causa de la muerte
La criminóloga sentencia que averiguar la causa de la muerte de alguien de quien solamente quedan los huesos «es de las cuestiones más complejas». «Va a depender de dónde se ha hallado», destaca, dado que «no es lo mismo un esqueleto que esté enterrado a que esté en superficie y haya dispersión de los restos», en la cual intervienen «los animales».
«La data está condicionada a que existan señales o marcas en los huesos que hemos podido recuperar. Es más fácil la identificación que la causa de la muerte», confiesa la jefa de laboratorio.
Es dificultoso analizar, si no hay tejido, los posibles tóxicos. Por ejemplo, si los huesos pertenecen a alguien que lleva más de un lustro a la intemperie, «el sol y la acidez del suelo van a degradar todas las sustancias tóxicas». «Si es de menos de un año, se puede analizar hasta la propia tierra; si no, no se pueden analizar los tóxicos», asevera la forense.
Puntualiza, no obstante, que «el envenenamientos por arsénico es una excepción», puesto que los metales «se quedan en el tejido óseo». «Pero, si hablamos de drogas o de abuso o de medicamentos, desaparecen en este tipo de situaciones», remarca la experta.
En cuanto a las lesiones, los profesionales diferencian «si son perimortem o son la causa de la muerte; por ejemplo, fracturas», detalla Sánchez, que desgrana: «Si tenemos las manos, y presentan algunas fracturas, se puede ver que ha habido defensa. Si tenemos un esqueleto completo, con el cráneo, es muy posible que lleguemos a la causa de la muerte. Si tiene el hioides (hueso del cuello), vamos a pensar en una asfixia; si tenemos unas costillas, por ejemplo, podríamos ver en el cuarto espacio intercostal una marca de un objeto punzante».
María Faustina Sánchez, cráneo en mano, deja claro que, en vez de fracturas, prefiere decir «roturas», al tiempo que recalca que «para llamarla ‘lesión’, tiene que haber tenido que ver con el momento de la muerte».
«‘Bones’ tiene cosas que no son reales, no somos policías, pero también puede que cree vocaciones»
Un levantamiento de un esqueleto no es un levantamiento de cadáver al uso. Se potencia la protección de los restos, frágiles, y cobra aún más importancia «sobre todo, la cadena de custodia».
El trabajo concienzudo arranca sobre el terreno, prosigue en el laboratorio e incluye «limpieza, inventariado, separación de restos de animal y de persona, el perfil biológico, ver si encaja con una persona que haya desaparecido por la zona, la limpieza, la reconstrucción y hacer el odontograma (mapa de la boca)», enumera.
Y más cuestiones: «El problema de que aparezcan huesos dispersos y que para obtener el ADN se necesita una referencia», afirma, al tiempo que incide en la importancia de «reconstruir» el cuerpo «para la familia».

Detalle de un hueso largo en las manos de la profesional forense. / Israel Sánchez
«Una vez que lo tenemos vemos las carencias que tenemos, qué información nos falta. Recurrimos a si existen (alrededor de los restos) objetos personales, como ropa, joyas, medallas, relojes… eso ayuda a las familias a decir si puede ser» su ser querido.
Los huesos ‘hablan’ del «sexo, talla y grupo ancestral de procedencia» del ser humano que fue, y este ‘diálogo’ con el forense «es muy apasionante». «La propia búsqueda y hallazgo de los restos es emocionante», dice Sánchez, que elogia el trabajo de «arqueólogos, geólogos y miembros de la Guardia Civil» implicados.
¿Y qué pasa con series como ‘Bones’? «Es verdad que la protagonista es antropóloga y aporta datos muy atractivos. Es normal que se dramatice, pero hay cosas que no son reales», considera la forense. «¿Qué hace ‘Bones’? Entretenernos, porque, ¿cuándo se ha visto una antropóloga que vaya con pistola por ahí? Policías no somos», hace hincapié, para, a la vez, romper una lanza a favor de la serie que narra la vida de la doctora Brennan: «También puede ser que haya creado vocaciones».
Un TAC donde entran hasta momias
El Instituto de Medicina Legal de Murcia fue pionero en la instalación en sus dependencias de la tomografía computarizada (TAC). Con esta tecnología «podemos hacer radiología en alto nivel», manifiesta Sánchez. A cuerpos y a momias «que tiene la universidad», precisa, para añadir que «pedimos permisos y se hacen estudios científicos». El TAC «antes se hacía con cadáveres, ahora con huesos, con todo el material que pensamos que puede ofrecer una información», destaca la forense.
«Estamos muy orgullosos», subraya, para elogiar la labor de la doctora Eulalia Moya, patóloga y «pionera en el manejo del TAC».

El TAC que está instalado en el Instituto de Medicina Legal de Murcia para estudiar cadáveres, huesos y momias. / Israel Sánchez
En una dependencia al lado de donde se encuentra el equipamiento, los profesionales pretenden adecuar «un pequeño laboratorio con fines de antropología». «Es un proyecto muy bonito, hasta tenemos el logotipo», afirma Sánchez, al tiempo que comenta que «llevamos haciendo esto muchos años, pero queremos darle forma y tener un sitio, un espacio propio más estable».
El volcán paleolítico de Zeneta
El Cabezo Negro de Zeneta, o volcán de Zeneta, fue incluido entre los lugares de interés geológico más importantes de España a nivel mundial dentro del inventariado del proyecto Geosites, auspiciado por la Unesco. En tiempos de coronavirus, en este lugar aparecieron huesos, restos humanos antiquísimos, que ahora se encuentran en dependencias del Instituto de Medicina Legal de Murcia.
«Casi todos aparecen de forma casual», apunta Faustina Sánchez, «los encuentran o bien cuando se excava porque se hacen obras o bien porque, por fenómenos climáticos, aparecen y los descubren senderistas». «Donde hay un hueso, hay un ser humano», recalca.
Los restos óseos (un hombre y una mujer) se cree que pertenecen al tardorrománico. Clasificarlos es complejo. Lo que se tarda «desde el primer hallazgo hasta que se termina el estudio de laboratorio, en el caso de restos históricos, va a depender de que esté catalogado el lugar por arqueólogos o que sean restos de la memoria histórica», especifica la criminóloga.

Detalle de un hueso sostenido por la forense Sánchez en el Instituto de Medicina Legal de Murcia. / Israel Sánchez
Cuando se trata de restos tan antiguos aparece «otro nivel», con pruebas del Carbono 14 incluidas. Se precisa «un paleoantropólogo que haga esos estudios». «Y depende de las universidades, pueden tardar años», comenta.
Con la investigación en marcha, los huesos se han ganado hasta un poema, hecho por Antonio Parra para María Faustina Sánchez. ‘Los frágiles huesos de estos jóvenes, / que fueron enterrados juntos, / unidos por sus pequeñas manos, / son ahora pasto de estudio. / Pudieron ser beréberes que llegaron a esta tierra / hace. 1.500 años, quizás huyendo de un pavor desconocido. / O anhelando un paraíso perdido’, reza una de sus estrofas. ‘¿Conocieron tal vez la vida feliz y plácida?’, se pregunta el poeta.