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Francisco debe guardar dos meses de reposo y no está clara su participación en las celebraciones de Pascua
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Sus sorprendentes apariciones públicas traen de cabeza a los médicos, pero elevan las opciones de verle en público
PorJORDI BARCIA (CORRESPONSAL DE RNE EN ROMA) RTVE

Desde la Santa Sede «no hacen previsiones» sobre la participación del papa en los ritos más importantes del año, afirma su portavoz. Se decidirá, dice, día a día, dependiendo del tiempo atmosférico y, sobre todo, de cómo se encuentre Francisco. Un papa de 88 años todavía convaleciente de una grave infección respiratoria, menos de un mes después de salir del hospital, de cinco semanas que le pudieron costar la vida.
La salud del pontífice mejora día a día, necesita cada vez menos oxígeno y su voz y su movilidad se van recuperando lentamente a base de largas sesiones diarias de fisioterapia. Los médicos le prescribieron una convalecencia de al menos dos meses, incluyendo reposo, recuperación activa y un contacto mínimo con el exterior para evitar nuevas infecciones. Según el neurólogo y divulgador científico argentino Conrado Estol, «tras un ingreso serio como este, el tiempo de recuperación es muy largo, probablemente del doble o más del tiempo que uno ha estado internado.
Ahora es el momento de hacer todo lo posible para ayudar a que el papa pueda recuperar su salud». El sentido común dicta que exponer ahora al papa al frío, tener al pontífice a la intemperie, sería una temeridad.
El papa Francisco sale del hospital tras 38 días ingresado en el Gemelli de Roma
Un tira y afloja con los médicos
Solo que este papa no siempre atiende a razones. Ya se ha saltado el consejo médico tres veces: al aparecer en la plaza de San Pedro durante el Jubileo de los Enfermos; a los pocos días, al recibir en su residencia de Casa Santa Marta a los reyes británicos y, finalmente, en su reciente paseo por el interior de la basílica para rezar ante la tumba de Pio X. De esta última escapada da fe un vídeo en redes que le muestra vestido con camiseta y pantalones y tapándose con un poncho, muy lejos de la imagen habitual de los papas.
Reconocía en la RAI su médico en el hospital Gemelli, Sergio Alfieri, que no va a ser fácil conseguir que Francisco escuche a los médicos. «Ahora habrá un tira y afloja entre él, que cada vez más va a querer estar entre su pueblo, entre la gente, y nosotros, los médicos, que no es que le queramos retener, lo que queremos es que siga la convalecencia»
Esa tensión entre el arrojo y la prudencia, entre seguir adelante a toda marcha y conservar fuerzas, la conoce muy bien Arturo Sosa, el venezolano Superior de la Compañía de Jesús, la misma de la que procede Jorge Bergoglio. En un evento en la Asociación de la Prensa Extranjera en Roma, decía que «las reglas de la Compañía dicen que cuando alguien está enfermo debe obedecer a médicos y enfermeras como si fueran el Superior de la orden. Pero si hiciéramos una estadística de los jesuítas que hacen caso a la regla -decía Sosa riendo-, ¡quedaríamos muy mal! A la hora de la verdad, para que un jesuíta vaya al médico hay que llevarle, y eso incluye al papa».
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Peligran el lavado de pies a los presos y el Urbi et Orbi
Así que, si sumamos la progresiva mejoría del papa, su propio carácter inquieto y su ansia de volver a estar cerca de los fieles, ver al pontífice en público esta Semana Santa ya no es una quimera. Para este Domingo de Ramos se sabe ya que Francisco ha delegado la misa en el cardenal argentino Leonardo Sandri pero, siendo una ceremonia al aire libre y en la plaza de San Pedro, si la salud de Francisco sigue mejorando y el tiempo lo permite, no habría que descartar una aparición del pontífice.
Hay otros momentos clave de la Pascua donde la presencia del Papa parece mucho más complicada. Francisco se ha saltado ya los últimos dos Via Crucis en el Coliseo y, visto el frío de la noche romana, se antoja casi imposible que haga acto de presencia en la colina del Palatino el Viernes Santo. Tampoco parece probable verle lavando los pies a presos, como ha venido haciendo el Jueves Santo desde que es pontífice. Es más, el lavado no aparece siquiera en el calendario de eventos de la Santa Sede. Aquí, además de sus problemas pulmonares, entran en juego sus dificultades de movilidad, agudizadas por la larga hospitalización del pontífice.
Después está la bendición Urbi et Orbi, el mensaje del Domingo de Resurrección. En condiciones normales, el papa se hubiera asomado a la logia de la basílica de San Pedro para pedir la paz en los diferentes conflictos repartidos por el mundo, desde la guerra de Ucrania a la situación en Palestina. Aunque han pasado ya semanas desde que escuchamos a Francisco con un hilo de voz desde el hospital, y que desde entonces su voz ha mejorado, en este momento no parece todavía capaz de leer un texto durante los seis o siete minutos, la duración habitual del mensaje.
El papa Francisco visita por sorpresa la basílica de San Pedro
Durante su ingreso y luego su convalecencia, diferentes cardenales se han turnado para sustituir al pontífice en las diferentes celebraciones en las que ha estado ausente, desde el cardenal Fisichella a Tolentino de Mendonça pasando por Re, Gambetti o De Donatis, así que no sorprendería verlos tomando el timón de las ceremonias de esta Semana Santa. Ya por la importancia y el relieve internacional del Urbi et Orbi, podría suplir al papa su número dos, el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolín, que lleva las riendas de la diplomacia vaticana.
Por tanto, ya no sorprendería a nadie que el papa trate de participar de algún modo en las celebraciones dentro de sus limitaciones, pero, en caso necesario, la Santa Sede ha demostrado tener mecanismos para que, sin su cabeza visible, la Semana Santa romana se celebre sin problemas.
En cualquier caso, si lo que el papa pretendía con sus apariciones públicas era acallar las especulaciones sobre su renuncia y demostrar que sigue al mando de la Iglesia, lo ha conseguido. Al precio, eso sí, de poner en jaque a sus médicos y de descolocar a todos.
Uno de sus colaboradores más estrechos, el cardenal argentino Victor Manuel Fernández, definía recientemente a Francisco como «un jesuíta como los de antes, con una fuerza inmensa, con capacidad de sacrificio. Él tiene su manera de vivir, siempre quiere darlo todo, como si quisiera decir que el poco tiempo que le queda lo quiere usar, y no para curarse. Ahora comienza una nueva etapa, y él es un hombre de sorpresas».