EFE
En agosto de 1989 dos millones de personas unieron sus manos hasta formar una cadena humana de 600 kilómetros que cruzaba Estonia, Letonia y Lituania, para llamar la atención sobre la situación de los países bálticos y recordar el 50 aniversario del pacto Molotov-Ribbentrop entre la Alemania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin, que condujo a la ocupación de los tres Estados. Ese mismo año, se formaba en Polonia el primer gobierno no comunista de Europa del Este.
En 1989, mientras un impulso democrático recorría Polonia, Hungría y Checoslovaquia, el régimen soviético seguía prevaleciendo en la costa del mar Báltico. Sin embargo, el 23 de agosto de 1989, una inaudita acción de protesta contra la ocupación soviética de Estonia, Letonia y Lituania, a la que se llamó «La Cadena Báltica», puso a estos países en el camino hacia la independencia definitiva. En muchos sentidos, estos hechos fueron tan importantes como la Revolución de Terciopelo o la caída del muro de Berlín.
La Cadena Báltica, símbolo de la solidaridad entre los pueblos bálticos en su lucha por la independencia, formó parte de un movimiento de protesta más amplio que tuvo lugar entre 1987 y 1990, la llamada «Revolución Cantada». Este nombre se debe a que los manifestantes solían reunirse en plazas para cantar himnos y canciones nacionales, u ondear banderas y símbolos que habían sido prohibidos durante el régimen soviético.
«Comparable a la oposición no-violenta de Ghandi»
La flamante eurodiputada letona Sandra Kalniete participó activamente en la organización del movimiento popular. Tras estudiar Bellas Artes, se incorporó a la política en 1988 durante el movimiento de independencia de Letonia.
«Veinte años después, aún me conmueve cualquier mención a la Cadena Báltica», confiesa. Asegura que el movimiento «no ha perdido su significado simbólico». «Es una leyenda actual, puede compararse con la oposición no-violenta de Mahatma Gandhi, y ha quedado grabada en la historia de las batallas por la libertad del siglo XX», dice.
Nacida en Siberia, Rusia, a donde su familia fue deportada desde Letonia durante la ocupación soviética, Kalniete sabe lo que significó vivir tras el Telón de Acero. «Espero que Europa no se vuelva a dividir por el Telón de Acero, y que el continente nunca vuelva a guiarse por el temor a sus vecinos», afirma.
El pacto Molotov-Ribbentrop
- Firmado el 23 de agosto de 1939
- Hitler y Stalin acordaron repartirse gran parte de Europa
- Protocolos secretos dejaron manos libres a la URSS para hacerse con Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y partes de Polonia y Rumanía
- Los nazis podrían hacer lo mismo en el resto de Polonia, Dinamarca, Noruega, los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Yugoslavia y Grecia
Día del lazo negro
El concertista de piano, eurodiputado del Partido Popular Europeo y ex líder de la independencia de Lituania frente a los soviéticos, Vytautas Landsbergis, recuerda cómo su país conmemora el triste aniversario del «vergonzoso» pacto Molotov-Ribbentrop con «el día del lazo negro, que comenzó a conmemorarse públicamente en 1987».
Pensativo, agrega que «la Cadena Báltica envió un mensaje claro de buena voluntad hacia el mundo: exigimos la libertad y la lograremos de forma pacífica, ¡la violencia y la injusticia han llegado a su fin!». Recuerda que «la Unión Soviética no se atrevió a utilizar la fuerza, y en diciembre el Congreso de Diputados del Pueblo aprobó una resolución de condena y derogó el Pacto Molotov-Ribbentrop».
Agosto del 89, Polonia: el primer gobierno no comunista de Europa del Este
Este aniversario coincide con el de la formación del primer gobierno no comunista de la Europa central y oriental, en Polonia, hace también dos décadas. El 24 de agosto de 1989, Tadeusz Mazowiecki, del sindicato Solidaridad, se convirtió en Primer Ministro polaco, después de que el candidato soviético no lograse formar un gabinete. Polonia celebró las primeras elecciones libres de la región en junio de 1989, en las que ‘Solidaridad’ ganó 99 de los 100 escaños del Senado y los 161 escaños del Sejm (Cámara Baja). «Tras los comicios, se aceleró la erosión del sistema», concluye el eurodiputado liberal saliente y antiguo portavoz de prensa de ‘Solidaridad’, Janusz Onyszkiewicz.
Sin embargo, la formación del primer gobierno no comunista de Europa del Este no estuvo exenta de dificultades, tanto internas como externas. «Nuestra mayor preocupación era cómo iba trabajar el nuevo gobierno, cuando todo el aparato del Estado seguía siendo del sistema soviético», explica Onyszkiewicz. «Temíamos que tratasen de sabotear el gobierno», recuerda.
«Era como con el león muerto»
«Recibimos algunas señales desde la Unión Soviética, de los pioneros de la Glasnost y la Perestroika, que decían que no era probable que se aplicase la doctrina Brezhnev, pero nadie estaba totalmente seguro», relata. En su opinión, «era como un león muerto: todo el mundo alrededor dice que está muerto, pero alguien tiene que acercarse a él y tirarle de la cola para comprobarlo», comenta el ex eurodiputado liberal.
El papel pionero de Polonia en la caída del Telón de Acero fue decisivo. Para Onyszkiewicz, cuando Polonia rechazó el comunismo, se evidenció que «el Muro de Berlín acabaría colapsando». «Hablamos sobre ello con el canciller Helmut Kohl durante su visita a Polonia en noviembre de 1989, Kohl no lo creía, pero al día siguiente tuvo que volver a Alemania porque el muro acababa de caer», recuerda.