Hiroshima y Nagasaki: la peligrosa fascinación nuclear 80 años después del desastre

  • El legado nuclear continúa siendo fundamental en geopolítica pese a que su recuerdo ha comenzado a desaparecer

  • La proliferación y la disuasión son los ejes principales de los debates sobre rearme y desarme nucleares

Hiroshima conmemora el 80 aniversario del bombardeo atómico
Adrián Romero    RTVE

El 6 de agosto de 1945, el infierno estalló sobre Hiroshima. Una luz cegadora, seguida de una explosión 2.000 veces más poderosa que cualquier bomba convencional, volatilizó gran parte de la ciudad en segundos. Tres días después, Nagasaki sufrió el mismo destino.

Han pasado 80 años desde los bombardeos atómicos, y el legado nuclear continúa siendo un eje de la geopolítica. Su amenaza se manifiesta desde múltiples dimensiones, como la destrucción mutua asegurada, el dilema de la proliferación o, en los casos más preocupantes, la ignorancia de sus consecuencias.

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«Las armas nucleares casi se han normalizado en la conciencia pública; no solo hemos olvidado hasta cierto punto los horrores de Hiroshima y Nagasaki; simplemente han desaparecido«, reconoce el experto en seguridad y miembro del consejo asesor del Centro Michael J. Morell de Estudios de Inteligencia y Seguridad de la Universidad de Akron, Zachary Kallenborn.

Pese al riesgo que implica el contexto atómico, este continúa siendo atractivo para Estados inseguros o ambiciosos, con especial resonancia en Asia y Oriente Próximo.

«Una justificación que los países con armas nucleares casi siempre emplean es para disuadir su uso por parte de otros», establece la directora sénior de investigación del Global Security Program at the Union of Concerned Scientists, Laura Grego. «Pero realmente las utilizan para todo tipo de actividades, desde limitar otras amenazas hasta disuadir de un cambio de régimen, como Corea del Norte», adelanta.

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Proliferación y disuasión, hermanas gemelas

El debate entre proliferación y disuasión nucleares es uno de los más complejos y relevantes en la seguridad internacional. Para los optimistas, si la disuasión funciona, la proliferación no implica necesariamente una amenaza, sino un factor de equilibrio.

Durante la Guerra Fría, figuras como el general francés Pierre Gallois defendieron esta idea para expandir el programa atómico de su país. Sin embargo, desde el fin de la dinámica de bloques ha predominado una visión más crítica sobre la proliferación.

 

«Hay un verdadero tabú contra el empleo de armas nucleares, pues no sabemos qué sucedería 80 años después de su primer uso», valora Grego. «No tenemos ninguna confianza sobre cómo gestionar un conflicto así. Esa es la razón principal por lo que no se han empleado», admite.

Expertos en armas nucleares como Scott Sagan advierten que los riesgos atómicos no solo proceden de las hipótesis, también de su gestión humana y de las instituciones. Los accidentes, defiende Sagan, no son anomalías, sino una consecuencia esperable de la complejidad de estos arsenales. En consecuencia, cuanta más proliferación, mayor es el riesgo de fallos y catástrofes.

«Otra preocupación es qué sucede con la proliferación de armas atómicas si la llevan a cabo actores no estatales, algo destacado con el [extinto] programa de Irak y [el actual] de Irán», comenta Kallenborn. «Y pese a que hay fuertes razones para creer que eso no sucederá, por otro lado hay poca certeza sobre qué ocurrirá si, por ejemplo, se tiene un arma nuclear sin que dicho Estado no implemente los controles adecuados«, considera.

Al borde del abismo

Durante ocho décadas, la humanidad ha vivido con la idea de estar «al borde del abismo nuclear«. Pese a la tensión, las armas atómicas no se han visto en combate desde 1945.

 

«Se ha prestado demasiada atención a las armas nucleares, y realmente no han marcado una gran diferencia después de su primer uso«, expone tajante el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Ohio e investigador principal del Instituto Cato, John Mueller. «Mira Israel: pese a poseerlas [aunque nunca lo ha admitido], no ha disuadido ningún ataque y ha sido bombardeado por todos lados con armas convencionales«, relata.

Por otro lado, el gasto en el desarrollo y mantenimiento de arsenales atómicos ha sido enorme. «[El astrofísico estadounidense] Carl Sagan calculó que la cantidad de dinero que Estados Unidos gastó en armas nucleares y sus sistemas de vectores era suficiente para haber comprado todo en el país excepto el territorio», rememora Mueller. La ONU estima el coste total entre 1945 y 1996 en 5,5 billones de dólares.

Las armas nucleares son básicamente inútiles, un desperdicio de dinero. No han disuadido y, aunque se han considerado para algunas guerras, la conclusión fue que no valían la pena

Además, en nombre de la no proliferación, el país norteamericano impuso sanciones devastadoras (Irak y Corea del Norte) y emprendió guerras preventivas cuyo coste humano superó el de Hiroshima y Nagasaki.

«Las armas nucleares son básicamente inútiles, un desperdicio de dinero. No han disuadido y, aunque se han considerado para algunas guerras, como la de Corea, la conclusión fue que no valían la pena y que se podía hacer mejor con armas convencionales», incide el experto. Para Mueller, estas solo tendrían sentido si el rival es un régimen fanático dispuesto a arriesgarlo todo, algo muy excepcional.

«¿Dónde han marcado la diferencia? En la teoría, los presupuestos y los despliegues militares», contempla. «Pero ¿qué podríamos haber hecho con todo ese dinero si no se hubiera usado en las armas atómicas? Un millón de cosas. Habría beneficiado mucho a la humanidad», reflexiona.

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El «prestigio» nuclear

Desde su concepción, poseer armas nucleares ha sido considerado un símbolo de poder. Como resultado, se suele afirmar que su proliferación es una amenaza grave, pues otorgaría a Estados rebeldes un dominio basado en la capacidad de intimidar con bombas atómicas.

Pero la historia dice otra cosa. Ni siquiera EE.UU, cuando tenía el monopolio nuclear, logró someter por completo a sus enemigos usando esta amenaza. Mueller hace otra comparación: «Oriente Medio tiene solo a Israel como potencia nuclear. La pregunta es, ¿qué influencia tuvieron sus armas atómicas para limitar o amplificar el conflicto reciente [con Irán]? Ninguna«.

 

Hay casos donde la simple posibilidad de nuclearización provocó alianzas regionales para contener al actor conflictivo, como la invasión iraquí a Kuwait o el reciente caso iraní. Además, tener armas nucleares no garantiza hegemonía ni respeto, e incluso puede acentuar el aislamiento (véase Corea del Norte).

También está el mito de que «más armas es igual a más poder». La doctora experta en Relaciones Internacionales de la London School of Economics, Lauren Sukin, sostiene que la superioridad numérica no siempre implica mayor capacidad de disuasión. En escenarios asimétricos, incluso pequeños arsenales pueden bastar para disuadir a potencias con arsenales superiores.

«La disuasión es realmente psicológica, y consiste en intentar adivinar qué limitaría a tu adversario de acciones que no quieres que tome, por lo que no es muy fiable«, estima Grego. «Por ejemplo, Corea del Norte, podría suponer que un arma nuclear en una ciudad estadounidense sería intolerable para EE.UU., por lo que con una o dos sería suficiente para disuadir», destaca.

En sentido inverso, Rusia ha usado amenazas nucleares para impedir el apoyo a Ucrania. Pero las armas occidentales han seguido llegando a Kiev sin que ello haya detonado una guerra nuclear.

La razón, según Kallenborn, está en el rol principal que cumplen las armas nucleares en un conflicto. «Están diseñadas para destruir a sus iguales, así como los diversos elementos que rodean a sus sistemas», recuerda. «A mayor cantidad de defensas, se requieren más sistemas de lanzamiento y ojivas para alcanzar el objetivo, incluso si las armas nucleares que se intentan destruir no cambian«, establece.

Un mundo sin armas nucleares

El 22 de enero de 2021 entró en vigor el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. El objetivo último del documento no es otro que el desarme atómico total.

La hipótesis de un mundo sin armas nucleares implica riesgos, aunque tan remotos como que ocurra una destrucción mutua asegurada. De primeras, la ausencia de este disuasivo podría facilitar una guerra convencional entre grandes potencias. Una suposición que Grego cuestiona.

«Hay quienes atribuyen la ausencia de una guerra mundial importante desde el final de la Segunda a la presencia de armas nucleares. Pero pocos recuerdan que después de ese conflicto también surgieron instituciones internacionales relativamente estables, así como tratados, la integración de las economías globales o la reducción de la pobreza que ayudaron a crear una paz relativa«, señala.

Con todo, «una abolición sostenible sería difícil debido a las preocupaciones de un rearme», expone Kallenborn. «Pero también porque las armas nucleares podrían resultar necesarias en otros contextos: si hablamos de la desviación de asteroides, por ejemplo, tal vez la única solución efectiva es su uso», sugiere.

Incluso si se lograra el desarme, el conocimiento técnico seguiría existiendo. Paradójicamente, ese mismo saber sería necesario para garantizar el cumplimiento del tratado de no proliferación, dejando abierta la puerta a un eventual rearme.

No olvidar Hiroshima y Nagasaki

Hiroshima y Nagasaki son históricamente los únicos objetivos de un ataque nuclear durante una guerra. Lo que en su momento se consideró un triunfo militar para EE.UU, pronto se transformó en un horror que marcó la relación humana con la tecnología atómica.

En su momento, la Guerra Fría instauró un miedo permanente en el desastre atómico. Ese temor se ve ahora como un pasado lejano. Solo los hibakusha, supervivientes de los bombardeos atómicos, mantienen viva la memoria.

El hibakusha, Masaki Hironaka, habla sobre un cuadro creado por una estudiante japonesa
El hibakusha, Masaki Hironaka, durante una exposición de cuadros creados por estudiantes japoneses y que retratan el testimonio de los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki (27 de junio de 2025) RICHARD A. BROOKS

«A finales de 2023, realizamos una gran gira en Estados Unidos, donde impartimos conferencias sobre las consecuencias de las bombas atómicas en Japón», rememora el director del Hospital de la Bomba Atómica de Nagasaki de la Cruz Roja Japonesa y un hibakushaMasao Tomonaga.

«Conocimos a más de 1.000 estadounidenses y, en todo momento, sentimos que desconocían por completo las consecuencias a largo plazo de los bombardeos, muchas de las cuales aún continúan», lamenta.

En 2024, la edad media de los hibakusha alcanzó los 85 años, y algunos aún desarrollan cánceres y leucemia relacionados con la radiación

Nueve países acumulan en la actualidad más de 12.000 ojivas nucleares, repartidos entre EE.UU., Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel. La retórica nuclear ha vuelto con amenazas explícitas (Rusia) y desafíos temerarios (Irán). Lo inquietante: esta es la primera generación de líderes que observa cómo se extinguen los últimos recuerdos de Hiroshima y Nagasaki.

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«En 2024, la edad media de los hibakusha alcanzó los 85 años», revela Tomonaga. «Pese a su avanzada edad, algunos aún desarrollan cánceres y leucemia relacionados con la radiación. Para nosotros es esencial continuar mostrando las consecuencias humanitarias de los bombardeos atómicos», recalca.

El testimonio de los hibakusha impulsó movimientos antinucleares y conmemoraciones globales. En 2024, la organización japonesa Nihon Hidankyo recibió el Nobel de la Paz por su lucha por un mundo libre de armas nucleares.

Cada día son menos los que quedan para contar su sufrimiento, así como su compromiso con el fin de la proliferación. «Los supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki no estamos satisfechos con la situación actual del movimiento antinuclear«, reconoce Tomonaga. «Estamos yendo hacia atrás. Mira nuestro país: Japón ni siquiera ha firmado aún el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. Mientras tanto, permanece ‘protegido‘ por las bombas de EE.UU.», concluye.

Los riesgos de negar la amenaza atómica

Tras cumplirse 80 años del inicio de la carrera nuclear, la Asamblea de Premios Nobel para la Prevención de la Guerra Nuclear, incluida Nihon Hidankyo, emitió una declaración urgente para frenar la escalada atómica global.

«Tenemos la bendición de que aún haya con vida algunos supervivientes de los bombardeos nucleares que siguen intentando hablar al mundo para asegurarnos de que esto no vuelva a suceder«, valora Grego. «No habrá muchos de ellos en la próxima década, si es que queda alguno«, estima.

El documento habla sobre «una nueva, compleja y peligrosa carrera armamentística», en la que «no hay mayor obligación que prevenir la catástrofe de una guerra nuclear«. El texto también llama a líderes, la sociedad civil y científicos a presionar para regular la proliferación nuclear.

«Muchas de las personas que vivieron la Guerra Fría y sus amenazas cotidianas dejarán de liderar pronto. Estamos ante la oportunidad de reflexionar si lo hemos organizado [el control nuclear] correctamente y si necesitamos solucionarlo», considera.

«Cuando hablamos con las próximas generaciones, hay muchas cosas que les preocupan, pero las armas nucleares no son una de ellas. Simplemente no es algo presente, lo cual me parece increíble porque es lo único que podría acabar con la civilización en pocas horas«, zanja Grego.