Francisco, el papa que renunció a los lujos del Vaticano y orientó el rumbo de la Iglesia hacia las «periferias»

PorMARTA REY  RTVE

Francisco, el papa que renunció a los lujos del Vaticano y abrió el camino hacia la transformación de la Iglesia
El papa Francisco
8 min.El papa Francisco ha muerto a los 88 años tras un pontificado marcado por la sencillez de un carácter amable y cercano que intentó orientar el rumbo de la Iglesia hacia las periferias del mundo, los pobres. El argentino Jorge Mario Bergoglio fue elegido tras la inesperada renuncia de su predecesor, Benedicto XVI, y se convirtió el 13 de marzo del 2013 en el primer papa procedente de Sudamérica, el primero jesuita y el primero también que elegía ese nombre. Lo hizo en honor a San Francisco de Asís, fundador de la orden Franciscana, basada en la austeridad y la atención a los más desfavorecidos.

Bergoglio nació en Buenos Aires en el seno de una familia modesta de inmigrantes italianos. Su padre era ferroviario y su madre, ama de casa. En su juventud se graduó como técnico químico, pero a los 21 años decidió convertirse en sacerdote e ingresó en un seminario jesuita de la capital argentina, ciudad de la que más adelante se convertiría en arzobispo. A los 76 años, fue proclamado el papa número 266 de la Iglesia Católica e inició un papado que sembró grandes expectativas y que abrió las puertas a una transformación de la Iglesia Católica.

 

Los gestos que marcaron la diferencia

Su elección sorprendió a los fieles porque el suyo era un nombre que no aparecía en las quinielas de papables. Cada gesto de Francisco tras ser entronizado, sorprendía por su austeridad. El nuevo papa —que desde su nombramiento rechazó el coche oficial y regresó en autobús junto al resto de cardenales— volvió a asombrar al elegir como su hogar la Residencia de Santa Marta y no el habitual Palacio Apostólico en el que residieron sus predecesores.

Ya en su primera aparición como vicario de Cristo ante una abarrotada Plaza de San Pedro, Francisco eligió vestir sotana, esclavina blanca y zapatos negros, en vez de muceta, roquete y zapatos rojos. Además, primero se inclinó ante los fieles para recibir su bendición, en lugar de darla él, como es habitual, un gesto que ya daba pistas sobre la Iglesia horizontal y cercana que quería construir. Durante sus doce años de pontificado, en los que ha gozado de un alto apoyo popular, ha apostado por construir una Iglesia Católica más social, transparente y universal.

Francisco, el primer papa americano y jesuita

Esa apuesta «se fue descubriendo en gestos y opciones, más que en discursos y programas», apunta a RTVE.es el doctor en Teología Bíblica y profesor en la Universidad de Deusto, Carlos Gil Albiol. En temas como la homosexualidad, el celibato o el papel de la mujer «no ha habido cambios sustanciales en la doctrina», pero sí, «y grandes, en el tono, los gestos, y en pequeños guiños».

«Su modo latino ha hecho que la cercanía en sus encuentros y viajes haya mostrado una cara más amable y comprensiva«, apunta a este medio la teóloga Margarita Pintos de Cea-Navarro. «Es el primer pontífice que vino de la periferia de Europa y quería desmitificar la figura hierática cambiándola por una comunicación directa con lenguaje sencillo y asequible», afirma.

Ahora bien, «quizá quienes esperaban grandes o radicales transformaciones no tenían muy claro que una institución con la tradición de la Iglesia de Roma lleva una inercia descomunal que requiere un esfuerzo proporcional para frenarla y muchísimo más todavía para reorientar su trayectoria», subraya Gil Albiol.

Un papa con voluntad de un cambio

Defensor de «una Iglesia pobre para los pobres» Francisco habló de pobreza, pero también de migración, de las consecuencias del cambio climático, e incluso se mostró más abierto que sus predecesores a ampliar el papel de la mujer en la Iglesia o a la acogida de los homosexuales. También llegó a plantear la revisión del celibato, aunque muchas de sus palabras no se transformaron en acciones.

«Inició un proceso de transformación dentro de la Iglesia a todos los niveles», apunta a RTVE.es la teóloga Silvia Martínez, que sostiene que el principal cambio del papado de Francisco, que ha seguido la línea de Pablo VI o Juan XX en cuanto a la recuperación de elementos del Concilio Vaticano II, es, además del «indudable» aspecto social, la transparencia. En su primer año como papa, de hecho, promulgó una ley de transparencia e información financiera.

 

«Francisco ha cumplido en parte las expectativas, pero los que apostaban por una Iglesia mucho más progresista querrían más rapidez en los cambios«, señala a RTVE.es el escritor y periodista de Religión Digital, Jesús Bastante. Durante su papado ha reformado la curia, ha cambiado la estructura económica y ha mostrado tolerancia cero con la pederastia, pero en otras cuestiones «no se ha avanzado lo suficiente».

Los sectores más conservadores, sin embargo, le tachan de «poco menos que un hereje». Aunque Francisco, dice Bastante, está en el punto medio, y más que tomar decisiones de gran calado, ha buscado «un cambio que perdure» y, para eso, necesita un consenso no solo entre cardenales, sino entre todo el puebloSu «gran revolución» ha sido el haber potenciado un sistema de sínodos y una participación efectiva de los laicos.

El papel de la mujer, un diálogo abierto

Con Francisco se ha reabierto el debate sobre el papel de la mujer en la Iglesia. En 2021, nombró por primera vez a una mujer como ‘número dos’ del Vaticano y, mucho antes, llegó a decir que la Iglesia podría estudiar la cuestión del sacerdocio femenino, perseguida por algunas religiosas. No tardó en cerrar la puerta a esta posibilidad alegando que la última palabra era «clara» y ya había sido dada por Juan Pablo II«La Iglesia ya ha hablado y ha dicho no«. Pero en octubre de 2024, el Sínodo se comprometió a estudiar el diaconado femenino, aunque con una notable división.

Desde entonces, ha defendido un mayor presencia y ha nombrado a más religiosas en puestos de responsabilidad, pero en sus últimos años ha sido muy crítico con la «ideología de género» y afirmó que es «de las colonizaciones ideológicas más peligrosas» porque va «más allá de lo sexual».

Hace dos años Francisco oficializó que las mujeres pudieran leer la Biblia y distribuir la comunión durante las misas, un decisión que, sin embargo, solo reafirmó una práctica muy habitual. Para entonces, no eran pocos los obispos de todo el mundo que ya lo permitían, aunque no estuviera estipulado en el derecho canónico, que reservaba estas tareas a los «fieles hombres». Para Martínez, ha habido una predisposición de hablar sobre la mujer en la Iglesia, «pero eso tiene que visibilizarse en pasos, y los pasos, aunque se han dado y se están dando, son muy lentos».

Las mujeres, expone Pintos, «no participan en la elaboración de la doctrina teológica y moral. No se les reconocen los derechos sexuales y reproductivos. Viven en una permanente minoría de edad y la teología feminista está marginada […] El patriarcado religioso sigue instalado en la cúpula de la Iglesia, en su organización, sus instituciones, sus actitudes y sus prácticas», añade la teóloga, que cree que mientras no se lleve a cabo la democratización de las estructuras eclesiales y se dé paso hacia la igualdad de género, «el cambio de paradigma eclesial que pretende Francisco se habrá quedado a medio camino, o peor aún, habrá fracasado».

 

El «pecado» de la homosexualidad en una Iglesia universal

Francisco llegó a pedir durante su papado leyes de «unión civil» para parejas del mismo sexo. «Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?», dijo ante la prensa tras su primer viaje papal al extranjero. Sin embargo, estos 12 años no han estado exentos de declaraciones incendiarias.

Frociagginemariconería en español. Ese el fue el término elegido por el papa para referirse a la presencia no autorizada de homosexuales «en los seminarios». Lo dijo, según medios italianos, en una conversación a puerta cerrada, pero trascendió a la prensa y el pontífice tuvo que pedir perdón, aunque nunca confirmó haber utilizado esa expresión. «En la Iglesia hay un lugar para todos«, afirmó en su disculpa.

En 2024, el pontífice se mostró partidiario de abolir las «injustas» leyes que penalizan la homosexualidad alrededor del mundo. Aseguró que «ser homosexual no es un delito«, aunque matizó que «sí es pecado», e insistió en lo importante de distinguir entre ambos términos. «Decir que no es delito y que es condición humana es una actitud muy distinta de la del catecismo de la Iglesia católica, que condena los actos homosexuales considerándolos intrínsecamente desordenados y contrarios a la ley natural», declaró al Canal 24 Horas el teólogo Juan José Tamayo a raíz de estas declaraciones, que calificó de «un paso importante».

Por otro lado, Francisco ha apostado por una Iglesia católica más representativa y abierta al mundo. Mientras que Benedicto XVI se centró en destinos europeos, él ha visitado países a lo largo y ancho del mapa y se ha reunido con líderes de otras religiones, como la iglesia ortodoxa, en encuentros en los que se ha mostrado abierto al diálogo.

Eligió Brasil para una de sus primeras grandes citas, la Jornada Mundial de la Juventud de 2014, y en 2022, cuando creó 20 nuevos cardenales, apostó por este país y por otros como la India, donde la Iglesia está creciendo, o como Singapur, Ghana o Mongolia, donde los cristianos son minoría. Además, en 2024 emprendió a sus 87 años el viaje apostólico más largo, por Asia y Oceanía, cuando ya gozaba de un complicado estado de salud que le ha acompañado en los últimos años.

También ha repartido críticas a distintos gobiernos europeos hacia sus políticas migratorias. En su primer año en el cargo visitó Lampedusa y, desde entonces, ha apostado por «acoger, proteger, promover e integrar» a las personas migrantes, desplazados, refugiados o víctimas de trata, y se ha referido a la migración como «un problema de todos».

«Tolerancia cero» ante los abusos en la Iglesia

Los últimos años del papado de Ratzinger estuvieron marcados por los numerosos casos de pederastia destapados en el seno de la Iglesia. Benedicto XVI castigó a los acusados tras años de críticas, pero todavía quedaba mucho trabajo para combatir el problema más grave al que se enfrentaba Francisco.

A su llegada, reformó el Código Penal de la Santa Sede y del Estado Vaticano, ampliando los delitos contra menores, como la pornografía infantil y el abuso sexual; una reforma histórica sobre una ley que estaba vigente desde 1929. Aunque no ha conseguido erradicar el problema, en los últimos años, ha seguido apostando por la «tolerancia cero» y llegó a decir que la dirección tomada en la Iglesia en la lucha contra los abusos era «irreversible».

Poco después de ser nombrado, Francisco admitió en un encuentro con estudiantes que él «no había querido ser papa» y, en sus últimos años, aseguró que no descartaba renunciar a su cargo por motivos de salud. Esa decisión, decía, no sería «una catástrofe». La edad y sus problemas de rodilla le obligaban entonces a reducir unos viajes que, decía, seguiría intentando hacer porque le permitían «estar cerca de la gente», una de las cosas que más disfrutaba.

«La valoración de su legado solo se podrá descubrir tras años de un nuevo papado, cuando el nuevo pontífice deba afrontar el reto decisivo de continuar la línea iniciada por Francisco o revertirla. Solo entonces se podrá valorar cuánto ha significado este papa», concluye Gil Albiol.