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El partido proeuropeo PAS, líder en las encuestas, se enfrenta a la coalición prorrusa Bloque Electoral Patriótico
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En este país europeo, las victorias electorales suelen decidirse por un estrecho margen

Este domingo, Moldavia, país enclavado entre Ucrania y Rumanía, acude a unas elecciones legislativas marcadas por la geopolítica. Entre los principales partidos se afianzan dos posturas dicotómicas: vincular el futuro del país a la Unión Europea (UE) o mirar hacia Moscú. En este pequeño país de poco más 2,4 millones de habitantes, las victorias electorales suelen decidirse por un estrecho margen.
La presidenta moldava y proeuropea, Maia Sandu, resumió esta dualidad de forma contundente: «Nuestra soberanía, independencia, integridad y futuro europeo están amenazados». Sandu, quien fue testigo en los últimos comicios presidenciales de la injerencia rusa, ha acusado al Kremlin de gastar cientos de millones de euros en la compra de votos «a ambos lados del [río] Dniéster». Para una parte de Moldavia, estas elecciones son un capítulo más de la guerra híbrida que Rusia libra al este de Europa.
Sandu busca apuntalar su proyecto proeuropeo
Los moldavos llegan a esta cita política con las presidenciales de 2024 aún calientes. En ellas, Sandu renovó mandato tras derrotar al considerado por sus simpatizantes como el «candidato del Kremlin», Alexandr Stoianoglo.
Su triunfo se debió, fundamentalmente, al voto de la diáspora moldava y los jóvenes, que apoyaron en masa su proyecto proeuropeo. De igual forma, el referéndum paralelo por la adhesión a la Unión Europea se saldó con voto favorable del 50,43%, un resultado que ha apuntalado por la diferencia mínima el destino de Moldavia en Bruselas.
Desde hace años, Sandu ha tratado de acercar al país con el PIB per cápita más bajo de Europa a la esfera de la UE. Desde que fue elegida por primera vez en 2020, ha llevado a cabo reformas judiciales y ha adaptado la legislación a los estándares europeos para así facilitar su entrada a la organización de cara a 2030.
La Cumbre de la Comunidad Política Europea en Moldavia escenifica el aislamiento de Rusia
Aplicar esta agenda no ha sido sencillo: el Kremlin ha tildado durante años a Sandu de ser una «títere de Occidente«, y la guerra en Ucrania ha dañado aún más si cabe sus relaciones con Rusia. Sin embargo, y al igual que la mayoría de líderes moldavos, Sandu no rompió inmediatamente con Moscú cuando llegó al poder por primera vez 2020. Su actitud conciliadora solo se quebró en agosto de 2021, cuando el subjefe del gabinete de Putin, Dmitry Kozak, ofreció a Chisinaú precios bajos de gas natural a cambio de comprometerse a no solicitar su adhesión a la OTAN. Sandu rechazó el acuerdo.
Como resultado, Moldavia sufrió dos duros inviernos en 2021 y 2022 con precios exorbitantes de gas natural. La empresa rusa Gazprom redujo el suministro, obligando al país a buscar proveedores alternativos, como Estados Unidos. La inflación alcanzó el 35% y algunas zonas sufrieron apagones, lo que dañó la popularidad del Gobierno de Sandu y llevaron a la renuncia de la primera ministra en 2023.
Proeuropeos y prorrusos, enfrentados una vez más
En estos comicios legislativos, la incógnita es si el partido proeuropeo y urbanita, Acción y Solidaridad (PAS), logrará repetir la mayoría absoluta de los anteriores comicios. Las encuestas lo sitúan como primera fuerza, pero lejos de aquel 52% obtenido en 2021. Los sondeos le auguran un 28,6% de los votos.
Su principal rival es la coalición Bloque Electoral Patriótico, segunda en las encuestas con un 13,9% y liderada por el expresidente filoruso Igor Dodon. La formación defiende la adhesión de Moldavia a la Unión Económica Euroasiática, liderada por Moscú, y promete facturas energéticas más bajas gracias a un contrato estable con Gazprom. También propone reabrir el mercado ruso para los productos agrícolas moldavos, un mensaje que cala en las zonas rurales más pobres y en quienes aún recuerdan los vínculos de la era soviética.
La siempre alargada sombra del Kremlin
Rusia no ha ocultado su ambición de impedir una mayoría absoluta proeuropea. Las herramientas para alcanzar este cometido son bien conocidas en la política moldava: financiación clandestina, campañas de desinformación en medios y redes sociales, manipulación de la cuestión lingüística y étnica rusas y de otras minorías y, por supuesto, el patrocinio de partidos y candidatos prorrusos.
En Moldavia, el Kremlin juega una partida a largo plazo con la que busca dividir a la sociedad y desacreditar al Gobierno de Sandu. Incluso ha llegado a provocar a los líderes moldavos para que tomen medidas enérgicas contra los agentes financiados por Rusia y así acusarlos de reprimir a los moldavos y limitar sus libertades.
Para Rusia, asegurar un Gobierno afín en Moldavia ha pasado a ser una necesidad, pues una Chisináu independiente es crucial para la capacidad militar de Ucrania. Kiev comparte una frontera de 1.200 kilómetros con este país y que actualmente apenas defiende. Un legislativo moldavo prorruso puede forzarle a desplazar valiosos efectivos del frente para asegurar su retaguardia.
A esto se suma la baza de Transnistria, la región separatista moldava al amparo de Moscú. Sin embargo, durante la última década, la autoridad rusa en la región se ha erosionado. Desde 2015, las empresas de Transnistriaparticipan en la zona de libre comercio que Moldavia negoció con la UE. En 2024, el 80% de las exportaciones se destinaron a países de la Unión.
Organizaciones prorrusas estarían intentando influir en las elecciones legislativas de Moldavia
Pese a que Moscú aún mantiene alrededor de 1.500 soldados en dicha región, cerca del 85% de ellos son reclutas locales más preocupados por las necesidades moldavas que la agenda rusa. Además, desde el inicio de la guerra en Ucrania, el Gobierno de Tiráspol ha mantenido un silencio notable sobre su apoyo al Kremlin en el conflicto.
Todo o nada
La tensión política ha estado presente durante toda la carrera electoral. A comienzos de esta semana se llevaron a cabo más de 270 registros policiales y 74 detenciones, todas vinculadas a un grupo supuestamente coordinado por Moscú que buscaba desestabilizar la situación política en el país. El año pasado, Chisináu también ordenó a los proveedores locales de internet que bloquearan más de 20 sitios web rusos. En respuesta, Moscú calificó a Sandu como «autoritaria» y «antidemocrática».
En paralelo, Bruselas se ha dejado ver en esta campaña con visitas de los líderes de Alemania, Francia y Polonia a Chisináu, así como anuncios de fondos de apoyo y despliegues de observadores electorales. Europa sabe que, sin una Moldavia estable y prooccidental, el flanco suroriental de la UE y la seguridad de Ucrania pueden resentirse. Si el PAS consigue retener el poder con una mayoría clara, Sandu podrá avanzar en las reformas necesarias para la integración europea y mantener su cooperación estrecha con Kiev.
Por el contrario, incluso si los partidos filorusos no obtienen la mayoría, el PAS podría verse obligado a formar una coalición, lo que pondría en peligro la formación de un Gobierno proeuropeo fuerte. El Parlamento moldavo es, en última instancia, el que controla todos los cambios institucionales, legales y políticos que el país debe implementar en su proceso de admisión a la UE. Un legislativo inestable ralentizaría y hasta detendría el cumplimiento de diversos requisitos para unirse a la UE.
Tres décadas después de independizarse de la URSS, Moldavia sigue atrapada en la disyuntiva entre mirar a Occidente o girar hacia Rusia. La diferencia respecto a otras elecciones pasadas es que ahora esa decisión no solo afecta a los moldavos, también a Europa. Tal y como expresó el primer ministro polaco, Donald Tusk, durante su visita a Chisinaú: «No puede haber una Europa segura sin una Moldavia independiente«.