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El 26 de diciembre de 2004 un terremoto de magnitud 9,1 -el tercero más grande jamás registrado- en la isla de Sumatra sacudió el sudeste asiático. No hubo avisos antes de que el tsunami provocado por el seísmo golpeara las costas del océano Índico causando cerca de 230.000 víctimas mortales en 15 países. Indonesia, Sri Lanka, India y Tailandia fueron los más afectados, pero los efectos también llegaron a lugares tan alejados del epicentro como Somalia.
Olas de hasta 30 metros -el equivalente a un edificio de diez plantas- penetraron varios kilómetros tierra adentro desencadenando una de las mayores catástrofes naturales del planeta. Dos décadas después, el sudeste asiático ha reconstruido su costa, cuenta con sistemas de alerta temprana e intenta no olvidar las lecciones aprendidas.
Un tsunami de alcance excepcional
El terremoto de Sumatra-Andamán comenzó a las 7.58 horas de la mañana, hora local en Indonesia (cerca de las dos de la madrugada en España), a apenas 70 kilómetros de la costa de Sumatra. Entre 15 minutos y media hora después, las primeras olas impactaron de lleno en el norte de la isla, en la región de Aceh. Dos horas después, lo hicieron en Indonesia, la India y Sri Lanka. A Somalia tardaron siete horas en llegar.
El gran alcance de este tsunami es, junto a la gran magnitud del terremoto que lo provocó, lo que le hace diferente a otros.
Sin sistemas de alerta temprana, pocos supieron interpretar lo que se avecinaba cuando el nivel del agua bajó de forma repentina dejando a descubierto el fondo marino. Uno de los comportamientos del mar que avisan de los tsunamis y que atraen a los curiosos hacia una trampa mortal. “Las aguas retrocedían, retrocedían tanto que todo el mundo se preguntaba qué era aquello (…) Entonces vimos la ola venir y corrimos”, explicó entonces a la prensa una joven turista finlandesa que se salvó en Tailandia.
Una de las historias esperanzadoras de aquel día entre tanto horror fue precisamente la de alguien que sí supo interpretar las señales: Tilly Smith, una niña inglesa de entonces 10 años y que había estudiado los tsunamis dos semanas antes. Al ver primero el mar revuelto con mucha espuma y luego el retroceso del océano alertó a su familia y a otros turistas, que lograron así salvarse milagrosamente en la playa de Mai Khao en Phuket. Smith, que fue apodada “el ángel de la playa” y cuya labor fue reconocida por Naciones Unidas, ha explicado en varias ocasiones que su madre no la creía al principio.
El terremoto fue también excepcional porque provocó la ruptura de la falla durante aproximadamente 8 minutos. «Como una grieta que se propaga en un lago congelado» a una velocidad de 2,5 kilómetros por segundo, según explica el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS). La ruptura se extendió a lo largo de 1.200 kilómetros de falla, la distancia que hay entre Madrid y Londres en línea recta.
En las siguientes imágenes pueden verse dos recreaciones de lo ocurrido difundidas por el USGS. En primer lugar, la ruptura de la falla sobre el fondo marino, coloreando de rojo lo que se eleva y de azul lo que se hunde. En segundo lugar, una simulación ya con agua donde se puede apreciar cómo se formaron las olas. En ambos casos, la altura está sobredimensionada para facilitar la comprensión
Mar adentro, las olas que genera un tsunami y que viajan a 800 kilómetros por hora -la velocidad que puede alcanzar un avión comercial- pueden pasar desapercibidas porque no son excesivamente altas. Es a su llegada a la costa, cuando al disminuir la profundidad del mar se frenan y toda esa energía que traen consigo se convierte en altura.
En el caso del tsunami del Índico se llegó a registrar una ola de 50 metros de altura en Aceh, Sumatra, aunque la mayoría en esta zona rondó los 30 metros, según la base de datos del Centro para la Investigación de Tsunamis de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA). En esta isla indonesia es donde el agua penetró hasta más adentro: hasta cinco kilómetros.
En Banda Aceh, una de las ciudades más devastadas por el tsunami, las olas alcanzaron los 12 metros de altura y arrasaron con todo lo que encontraron a su paso. En estas dos imágenes captadas desde el espacio y seleccionadas por el USGS puede verse como el agua penetró tierra adentro. Solo en el norte de Sumatra, el tsunami afectó a 800 kilómetros de costa (dos veces la costa asturiana).
La destrucción era absoluta. «La primera imagen que me viene es desde la ventanilla del avión. Faltaba un tercio de la ciudad. Un tercio de la ciudad había desaparecido. Se lo había llevado la ola. El otro tercio estaba inundado», cuenta Juan Antonio del Moral, de Samur.
La Agencia para la Reconstrucción y Rehabilitación de Aceh Nias, creada tras el desastre, estima que se tardaron cuatro años en levantar de nuevo las viviendas y las infraestructuras afectadas. Entre ellas, 140.000 viviendas, más de 2.600 kilómetros de carreteras, 3.400 escuelas y 500 infraestructuras sanitarias, según la recopilación que ha hecho la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental en una publicación especial con motivo del aniversario.
En la propia Banda Aceh, pero también en otros lugares a los que llegó el tsunami, la línea de costa quedó para siempre modificada. En la ciudad de Lhoknga, bajo estas líneas, no quedó prácticamente nada en pie salvo una mezquita.
El tsunami dejó cerca de 230.000 muertos
El tsunami del Índico de 2004 es el más mortífero de la historia. Murieron cerca de 230.000 personas -227.899 según el recuerdo de fallecidos y desaparecidos recopilado por la NOAA. El tsunami de 2011 en Japón, producido también por un terremoto de magnitud 9,1, dejó una cifra muy elevada de víctimas pero en otro orden de magnitud.
Las víctimas del tsunami de 2004 equivalen a las que provocaron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki en la II Guerra Mundial hasta diciembre de 1945; o si traemos la comparación a España: son tantas personas como habitantes tiene la ciudad de Granada o la provincia de Huesca.
Indonesia fue el país más afectado con 168.000 personas muertas o desaparecidas, seguido de Sri Lanka, con 35.000, y la India, con más de 16.000. En Somalia, a más de 5.000 kilómetros del epicentro, hubo 289 fallecidos por el tsunami.
El tercer terremoto de más magnitud registrado
Desde que hay registros, en la Tierra solo ha habido dos terremotos de mayor magnitud que el del 26 de diciembre de 2004: el de Valdivia, en Chile, en 1960, y el Gran Terremoto de Alaska, en 1960. El seísmo del 26 de diciembre de 2004, conocido como el de Sumatra-Andamán, liberó la misma energía que 23.000 bombas atómicas como la lanzada sobre Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial, según el USGS.
El terremoto del tsunami del Índico de magnitud 9,1 fue 126 veces más grande y emitió 1.413 veces más energía que el de Haití (7) en 2010. Si lo comparamos con el de Lorca (España, 2011) tenemos que fue 10.000 veces más grande y tuvo una energía un millón de veces mayor, según la calculadora del USGS.
En el siguiente gráfico se compara la energía liberada por los terremotos históricos de mayor magnitud y los más recientes, como el de Marruecos o Turquía y Siria, tras los cálculos realizados por DatosRTVE.
Más de 13.000 millones de dólares de ayuda
Desde el punto de vista de la prevención, el tsunami de 2004 reflejó la vulnerabilidad de las zonas costeras de los países del sudeste asiático ante los desastres naturales y sacó a la luz la urgente necesidad de tener estrategias para mitigar los daños que estas catástrofes pueden llegar a provocar.
El tsunami causó daños y pérdidas económicas que se cifraron inicialmente en 9.900 millones de dólares, según el Banco Mundial. Los fondos internacionales que se destinaron a esta catástrofe ascendieron finalmente a 13.400 millones de dólares, incluyendo el coste de las tareas de rescate, según la Coalición para la Evaluación del Tsunami. Indonesia, una vez más, fue el país con más pérdidas, casi la mitad del total.
La vivienda fue el sector que se vio más golpeado por la destrucción material en Indonesia. Al menos 141.000 casas quedaron totalmente arrasadas por el tsunami, lo que supone cerca del 48% del daño total en el país. En otros lugares, como en India, el sector que más sufrió las consecuencias del tsunami fue la pesca, mientras que en Maldivas o Tailandia, fue el turismo.
El tsunami alcanzó las costas tailandesas durante la temporada alta de turismo, un sector que ya en 2004 generaba ingresos sustanciales a la economía de la zona. El Instituto de Investigación para el Desarrollo de Tailandia calcula que el desastre natural se llevó por delante 324 hoteles, 345 restaurantes y 346 tiendas, y que las pérdidas del sector turístico alcanzaron los 2.000 millones de euros. El tsunami también hizo que creciera la desconfianza entre los turistas. La ocupación hotelera solo llegó al 30% en las zonas afectadas de Tailandia un año después.
En las últimas dos décadas, la recuperación de los países perjudicados se ha centrado en la reactivación de la economía, la reconstrucción de infraestructuras y la creación de nuevas medidas de prevención, con especial atención a los sistemas de alerta.
Las lecciones aprendidas para la reconstrucción
«Las lecciones aprendidas llevaron a la creación de mecanismos de coordinación, la colaboración entre agencias gubernamentales y la comprensión de que las culturas y prácticas locales debían respetarse y tenerse en cuenta», comenta a RTVE.es el director asociado del Programa de Operaciones en Habitat for Humanity Asia-Pacífico, Sanjeev Hada. «Todo lo aprendido ha hecho que ahora se trabaje de forma diferente. Ahora existen varios grupos de coordinación que ofrecen plataformas para compartir conocimientos, experiencias y logros», añade Hada, quien trabajó en la provincia indonesia de Aceh tras el tsunami.
El presidente del Observatorio de Catástrofes de la Fundación Aon, Pedro Tomey, explica que para la recuperación de un país tras un desastre natural tratando de «minimizar el daño ocasionado» son fundamentales la prevención y la actuación. «Para estar preparado, lo primero es la concienciación a todos los niveles: la concienciación del ciudadano, de las administraciones, de la sociedad civil y del sector privado», recalca.
Desde 2010, en la provincia de Aceh es obligatorio que las escuelas cuenten con un programa de educación ante desastres naturales y llevan a cabo simulacros periódicos de tsunamis. De esta forma, los ciudadanos están mucho más preparados ante este tipo de catástrofes.
Hace 20 años, Tailandia no contaba con un sistema de alerta de tsunamis, a diferencia de otros países del Océano Pacífico. Sin embargo, desde el tsunami de 2004, el país ha desarrollado un sistema de alerta de desastres que está disponible hasta en cinco idiomas: tailandés, inglés, ruso, chino y japonés. Además, en 2025, el Ministerio de Economía y Sociedad Digital de Tailandia planea lanzar un sistema de alerta de emergencia por teléfono en estos cinco idiomas para que tanto locales como extranjeros reciban un SMS cuando ocurra un desastre natural.
En Indonesia también se han instalado sensores de alerta temprana de tsunamis en varios lugares, según explica a RTVE.es el director de programa en Habitat for Humanity Indonesia, Arwin Soelaksono. Pero la preparación y respuesta ante los tsunamis empieza antes.
Casas que vuelve a estar cerca de la costa
Para la preparación y respuesta ante los tsunamis también hay que tener en cuenta la arquitectura de las viviendas y su construcción sobre plataformas elevadas con cimientos sólidos diseñados para soportar la fuerza de las olas y protegerlas contra inundaciones.
«En las áreas afectadas de Aceh ha habido mejoras debido a la gran financiación invertida en la zona, aunque esa financiación no parece reflejarse en la mejora económica de la provincia», afirma a RTVE.es el director de programa en Habitat for Humanity Indonesia, Arwin Soelaksono, quien añade que «actualmente Aceh es la provincia más pobre de Sumatra y la sexta provincia más pobre de Indonesia».
Habitat for Humanity Indonesia ayudó a más de 8.000 familias a reconstruir sus viviendas. Para ello se emplearon distintos materiales de construcción «debido a un desequilibrio entre la oferta y la demanda», según explica Soelaksono. «Algunos proyectos se detuvieron debido a que el precio de los materiales de construcción, en particular el ladrillo rojo, se disparó hasta el 300%. Algunas agencias de recuperación de viviendas cambiaron el material de construcción por bloques de hormigón y madera», añade.
Soelaksono detalla también que, tras el tsunami, en Indonesia existía una normativa sobre reconstrucción de viviendas en zonas rojas, «pero con el tiempo la gente volvió a construir cerca de la costa». «Hay algunas iniciativas de mensajes y educación para reconstruir de forma más segura, como Build Back Better», apunta. «Pero tras la recuperación de 2004 sigue siendo cuestionable, ya que en 2016 el terremoto en Pidie Jaya Aceh se cobró 104 vidas y dañó 11.730 viviendas».
Antes del tsunami, Indonesia tampoco contaba con una unidad de respuesta para potabilizar agua o trabajar con el saneamiento. «Estaban muy centrados en el ámbito de rescate y sanitario, pero no tenían la capacidad de potabilización de agua en emergencias», comenta a RTVE.es el director de Emergencias de Cruz Roja Española, Íñigo Vila, quien estuvo trabajando en Banda Aceh hace 20 años. «Utilizamos la operación para irles formando, luego lo sintieron como propio y al final terminaron volando solos«, asegura.
“Practicar el uso de tecnología local, prácticas locales y materiales disponibles localmente fueron las únicas soluciones viables para la resiliencia y la sostenibilidad de la comunidad a largo plazo”, subraya el director asociado del Programa de Operaciones en Habitat for Humanity Asia-Pacífico.
Para la reconstrucción de las zonas afectadas por el tsunami y la creación de sistemas de alerta ha sido clave la colaboración de la población nativa y sus conocimientos tradicionales.
En la lengua local de Simeulue hay una palabra para referirse a la ola gigante que sigue a un terremoto y la posterior bajada brusca del nivel del mar, que después se adentra en la tierra destruyéndolo todo a su paso: ‘smong’. Es un término que se ha transmitido de generación en generación desde 1907, cuando una ola arrasó con todo. En Simeulue, la isla indonesia habitada más cercana al epicentro del seísmo que causó el tsunami de 2004, solo murieron siete de los 78.000 habitantes que tenía en ese momento.
La sabiduría local combinada con los enfoques científicos modernos fortalece las estrategias de prevención, y los expertos lo tienen claro. Las lecciones aprendidas tras ese 26 de diciembre de 2004 han permitido que, 20 años después de uno de los mayores desastres naturales registrados, los países damnificados hayan mejorado sus capacidades de actuación y sus perspectivas en el caso de que una catástrofe similar se vuelva a repetir.
Sobre esta información
Para la elaboración de esta información se ha usado la base de datos disponible en el Centro de para la Investigación de Tsunamis de Estados Unidos sobre la altura de las olas, su penetración, los tiempos de llegada y las víctimas mortales.
Para los datos y visualizaciones sobre la generación y propagación de un tsunami se ha tomado como base la información disponible en el Servicio Geográfico de EE.UU. A partir de su ránking de terremotos de mayor magnitud desde 1900, se ha calculado la energía liberada por cada uno de ellos en julios mediante cálculos en R y se ha hallado el radio que tendría una circunferencia que representara esa magnitud para poder hacer comparables los terremotos unos con otros.
Ilustración e infografía: Pedro Jiménez, Juanma Leralta (*InfografíaRTVE / Evoluciona). Desarrollo: Nacho Díaz, Israel Visedo (*InfografíaRTVE / Evoluciona).
Coordinación: Paula Guisado
Redacción: Ana Martín Plaza y Laura Gómez Díaz.
Fuentes: Centro para la Investigación de Tsunamis de la Oficina Nacional de Administración Oceánica, Atmosférica de EE.UU. (NOAA) y Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), Coalición para la Evaluación del Tsunami y Asociación de Naciones de Asia Sudoriental.
Imágenes y vídeos: Archivo TVE, Reuters, AFP, Getty, Google Earth, Cruz Roja y Samur.