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En la última semana, el independiente Andrew Cuomo ha subido en las encuestas tras recibir el apoyo de Trump
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El republicano Curtis Sliwa es un candidato excepcional que ni siquiera recibe el apoyo de los suyos
Este martes, millones de estadounidenses están llamados a las urnas para elegir gobernadores en Nueva Jersey y Virginia, así como al alcalde en Miami. Sin embargo, la batalla más simbólica se libra en la mayor ciudad del país. Con Donald Trump al frente de la Casa Blanca y con el clima político cada vez más polarizado, la contienda por la alcaldía de Nueva York adquiere una dimensión que trasciende lo local. El favorito en las encuestas, Zohran Mamdani, encarna precisamente aquello que el presidente odia. Un hombre migrante, socialista y musulmán, que aspira a convertir la Gran Manzana en una trinchera ‘antitrump’.
En apenas unos meses, este demócrata de 34 años ha pasado de ser un legislador poco conocido a una estrella dentro de su partido. En junio, derrotó a pesos pesados en las primarias, en parte, tras construir una gran base de apoyo en redes sociales. Ha prometido impuestos para las grandes fortunas de la ciudad, congelar los alquileres y hacer el autobús y las guarderías gratuitas. Defiende abiertamente la causa palestina, una postura poco común dentro de su partido pero cada vez más demandada por una parte del electorado.
Por razones como estas se sitúa muy por delante de sus rivales en las encuestas. Mamdani cuenta con un apoyo del 41%, frente al 24% del republicano Curtis Sliwa y el 34% del independiente Andrew Cuomo. De hacerse con la alcaldía, podría convertirse, además, en una figura destacada en un Partido Demócrata hundido. Trump es consciente y, con cada punto que Mamdami sube en las encuestas, intensifica la dureza de su discurso. Lo ha bautizado como «pequeño comunista», ha calificado su candidatura de «rebelión» e incluso lo ha amenazado con detenerlo y deportarlo. Mamdami nació en Uganda, con siete años llegó a Estados Unidos y en 2018 consiguió la ciudadanía.
Pero su gran popularidad se la debe, en parte, a la débil estrategia de sus rivales. Los ataques de Trump se suman a la ofensiva de los otros candidatos a la alcaldía que, para intentar desacreditar a Mamdani, han recurrido al 11-S y a acusaciones de antisemitismo en una ciudad con una comunidad judía tan numerosa como influyente. Mientras, la competencia entre Sliwa y Cuomo erosiona sus propios votos, se intensifica la preocupación de la derecha neoyorquina, que considera que solo la intervención de Trump podría debilitar al candidato progresista.
De hecho, durante el verano, el periódico conservador New York Post envió un mensaje explícito a la Casa Blanca: «Presidente Trump, haga lo correcto por Nueva York y apoye la reelección del alcalde Eric Adams«. Pero este intento no trascendió mucho más porque, con los índices de aprobación por los suelos, el edil demócrata se retiró en septiembre de la contienda. Aun así, su nombre seguirá apareciendo en la papeleta de votación como candidato independiente.
Una campaña que rebasa lo local
Trump, que tras siete décadas en la ciudad solo cambió Nueva York por la Casa Blanca, sigue dejando su huella en Manhattan. Pese a ello, Mamdani sostiene que construirá una ciudad «libre del fascismo de Trump» y que rechace la agenda del presidente, vecino originario de Queens. Pero las políticas de Washington han irrumpido en los debates electorales, marcando el discurso de todos los candidatos y convirtiendo cada propuesta en un asunto de alcance nacional.
Incluso antes de la campaña, la agenda migratoria de la Casa Blanca impactaba con fuerza en ciudades santuario como Nueva York, Chicago y San Francisco, que hasta ahora se habían negado a cooperar con el Servicio de Control de Inmigración y servían de escudo para las personas indocumentadas, con políticas menos restrictivas que el resto del país.
La vuelta de los republicanos a Washington representó un giro drástico para la ciudad y, también, para la política local. De hecho, Cuomo, que se presenta a la alcaldía como independiente tras perder las primarias demócratas, ha aprovechado la situación para intentar mejorar sus números. Ha hablado sobre la posibilidad de que Trump «tome el control» de Nueva York si gana su rival socialista y ha presumido de su curriculum como gobernador para negociar y proteger los intereses de la ciudad. Ha hecho de su experiencia al frente de la región su leitmotiv pero, con unas encuestas poco favorables, sigue siendo incapaz de deshacerse de las denuncias de abusos sexuales que en 2021 le obligaron a dimitir.
Lluvia de millones para Cuomo
Sin embargo, poco a poco, el independiente ha ido ganándose el apoyo del establishment estadounidense con un discurso moderado y afín a las élites. La semana previa a las elecciones, un grupo de millonarios neoyorkinos trataba de brindar un último impulso financiero al candidato. La ronda de donaciones la cerraba el magnate y también exalcalde Michael Bloomberg, que dio su respaldo a Cuomo con 1,5 millones de dólares para financiar una campaña que ya acumula 32 millones en esfuerzos anti-Mamdani.
Este apoyo responde a la principal propuesta del demócrata, que pretende elevar los impuestos a los más ricos. Es una de las grandes promesas del ala socialista de su partido, que retendría un 2% adicional a todos los vecinos ingresen más de un millón de dólares.
Sliwa, por su parte, se ha ido convirtiendo en un candidato excepcional que ni siquiera recibe el apoyo de los suyos. Ni sus propuestas de mano dura contra la delincuencia ni su retórica sin filtros logran imponerse en el gran bastión demócrata que es Nueva York. Ha ignorado las solicitudes de republicanos, entre ellas las de Trump, de abandonar la carrera para favorecer a Cuomo, en un giro sorprendente tras años de enfrentamiento entre ambos. Durante la pandemia, Cuomo llamó al presidente «paranoico», «mentiroso» y «narcisista» por ocultar información sobre la gravedad del virus y minimizar la amenaza pública, pero ahora parece que ambos han pasado por alto sus diferencias.
Cuomo ha utilizado la misma arma que sabe que debilita a su rival republicano y, en los días previos a los comicios, aseguró que un «voto para Sliwa es un voto para Mamdani«. Un mensaje en el que Trump también ha insistido. «También debemos recordar esto: un voto por Curtis Sliwa, es un voto por Mamdani. Te guste o no Andrew Cuomo, no tienes opción. Debes votarlo y esperar que haga un trabajo fantástico. Él es capaz, ¡Mamdani no!», escribió el mandatario en sus redes sociales.
Pero Trump, consciente de que su llamado no revertirá las encuestas, ha optado por su táctica más conocida e intensificar la presión mediática. En una sola jornada concentró sus mensajes más duros, multiplicó las amenazas políticas y trató de convertir la recta final de la campaña en un espectáculo. Buscó desplazar el voto de los cinco millones de votantes convocados a las urnas y advirtió que si el «candidato comunista» gana las elecciones, él apenas destinaría «lo mínimo indispensable» en fondos federales a su «amado primer hogar».
Aun así, en la víspera de las elecciones, el joven demócrata sigue liderando las encuestas, pero cada vez con menos distancia del segundo. En la última semana, ha perdido los dos dígitos que le separaban de Cuomo y parece que aquella suerte que tuvo como aliada durante la carrera por la alcaldía comienza a soltarle la mano. Lo que antes Mamdani podía dar por seguro ya no lo es tanto, y a pocas horas de la votación, cualquier giro podría ser decisivo en unas elecciones marcadas por el alto coste de vida y que pondrán a prueba el estatus de Nueva York como bastión demócrata.




