El acuerdo con la Unión Europea reaviva los fantasmas del ‘Brexit’ en el Reino Unido

  • El reinicio de las relaciones con la UE reabre el debate político sobre las consecuencias de la salida británica del club comunitario

  • El Gobierno laborista defiende el acercamiento a Bruselas, mientras que los partidarios del Brexit acusan a Starmer de traición

PorGUILLAUME BONTOUX (CORRESPONSAL DE RNE EN LONDRES)
El presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, el primer ministro británico, Keir Starmer, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen
El presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, el primer ministro británico, Keir Starmer, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen EFE/ JASON ALDEN
7 min.«El Reino Unido está de vuelta en el escenario mundial». Con esas palabras arrancó el primer ministro británico, Keir Starmer, el lunes la rueda de prensa posterior a la primera cumbre bilateral entre Londres y Bruselas desde el Brexit, culminado hace algo más de cinco años. «En las últimas dos semanas, hemos alcanzado acuerdos comerciales con la India y los Estados Unidos, y hoy hemos llegado a un acuerdo histórico con la Unión Europea», celebró el líder laborista, flanqueado de la presidenta de la Comisión Europea. Ursula von der Leyen, y del presidente del Consejo Europeo, António Costa, ambos sonrientes.

Sin minimizar lo firmado con Nueva Deli y Washington –ambos pactos permiten la reducción de aranceles a productos británicos y, en el caso indio, facilita la exportación de servicios británicos-, el acuerdo alcanzado con Bruselas pertenece a otra categoría. A una dimensión donde se mezclan interés comercial, batallas ideológicas y (re)sentimientos acumulados a lo largo de años de relaciones tormentosas. Por mucho que los tres líderes reunidos el lunes hablasen de «la apertura de un nuevo capítulo» en estas relaciones, de «pasar página» y de «dejar atrás viejos debates», el peso y las heridas de la historia reciente han vuelto a aparecer nada más conocerse los detalles de lo acordado en el palacete londinense de Lancaster House.

Ausente de la campaña de las elecciones generales el año pasado, cuidadosamente apartado de los debates del día a día en el Palacio de Westminster, el Brexit ha irrumpido de nuevo en la escena política y mediática británica. Los partidarios de la salida de la Unión Europea tardaron apenas unas horas en lanzarse en contra del acuerdo con Bruselas. «Es un engaño completo, una vuelta sobre todo lo que conseguimos en el acuerdo de salida», se quejó la líder del Partido Conservador, Kemi Badenoch. «Una rendición ante la Unión Europea», denunció Nigel Farage, el líder del populista y eurófobo Reform UK y uno de los actores principales de la saga del Brexit. Para el ex primer ministro Boris Johnson, que negoció el acuerdo de salida, los laboristas «han traicionado por completo y de forma deliberada el Brexit«.

El fin del sueño del Brexit

Los periódicos pro-Brexit no se quedaron atrás. «Es el fin del sueño del Brexit» titulaba el tabloide Daily Mail; «El beso del adiós al Brexit«, rotulaba el conservador Daily Telegraph con una foto de Keir Starmer besando a Ursula von der Leyen.

Las críticas políticas y mediáticas se centran en la extensión hasta 2038 del acuerdo pesquero que permite a los pescadores europeos faenar en aguas británicas. Se trata, según sus detractores, de una cesión de la soberanía británica a la Unión Europea. El acuerdo de pesca actual, que finaliza el próximo año, forma parte del Acuerdo de Comercio y Cooperación (TCA) que rige las negociaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea desde el divorcio. Fue aceptado por el propio Johnson a pesar de las quejas de los pescadores.

 

Ahora, el Gobierno laborista ha aceptado prolongarlo por 12 años más, por lo que se extiende un compromiso que ya existía. Aún así, esta cesión de Londres –era una de las exigencias de Bruselas en la negociación- ha permitido a los partidarios del Brexit recuperar uno de sus símbolos. A pesar de representar apenas el 0,03% de la economía del país, la pesca sigue siendo un asunto sensible en el Reino Unido. Fue uno de los ejemplos que los defensores de la salida usaron antes del referéndum para denunciar el «abuso de poder» de Bruselas y prometer «recuperar el control» de la soberanía británica, aunque después no cumplieron con su promesa.

A cambio de este acuerdo pesquero, el Ejecutivo de Keir Starmer ha logrado su principal objetivo en estas negociaciones: una reducción de las barreras comerciales a la exportación de sus productos agroalimentarios hacía la UE, el primer socio comercial del Reino Unido. Según acordaron Londres y Bruselas, se van a agilizar controles y trámites administrativos a alimentos, plantas y animales que se intercambian a través del Canal de la Mancha. Lo reclamaban grandes cadenas de supermercados y grupos exportadores británicos que han sufrido especialmente las consecuencias del Brexit: el volumen de exportación de alimentos hacía el bloque comunitario ha disminuido en un 34,1% desde 2019, según la Federación de Alimentos y Bebidas (FDF).

Un acuerdo bueno para el comercio y las empresas

La FDF es una de las numerosas organizaciones que celebran el pacto. El líder laborista se encargó de recordarlo al día siguiente de la firma, detallando en la Cámara de los Comunes una lista que también incluye a la Federación de pequeñas empresas (FSB), la Cámara británica de Comercio, la confederación de la industria británica y empresas como Ryanair, Vodafone y las cadenas de supermercados Asda y Morrisons. «Es un acuerdo bueno para el comercio y las empresas», insistía Starmer, que asume que el Reino Unido se tenga que plegar a las normas sanitarias y fitosanitarias europeas para ello. «No será difícil porque tenemos los mismos estándares en ambos lados», aseguraba su ministro de Comercio, Jonathan Reynolds.

Para los detractores del acuerdo, la aceptación de las reglas comunitarias -y del arbitraje de la Corte Europea de Justicia en caso de futuros litigios- por parte de Londres es, al contrario, una muestra más de la «rendición» de los laboristas. Amenaza con «arrastrar de nuevo al Reino Unido al abrazo autoritario y sobrerregulado de Bruselas», denunciaba la líder tory. Hace unos meses, la misma Badenoch reconoció -por primera vez para un líder conservador- que su partido «había cometido errores» en su gestión del Brexit. «Nos fuimos de la UE sin un plan concreto de crecimiento», admitió. En horas bajas en los sondeos, amenazados por el crecimiento de la ultraderecha de Reform UK, los conservadores ven en el reinicio de las relaciones con los 27 una oportunidad de retomar los postulados maximalistas que sedujeron a tantos británicos en el proceso de divorcio.

 

Los laboristas, por su parte, parecen estar dispuestos a asumir el riesgo político de un acercamiento a Bruselas. Los sondeos muestran que una gran mayoría de británicos considera que la salida de la UE se gestionó mal. En una encuesta publicada por el instituto YouGov después del anuncio del acuerdo el lunes, el 66% de los entrevistados se mostraban partidarios de una relación más estrecha con la Unión Europea.

El laborismo confía en que el «reseteo» iniciado le acabe beneficiando. Queda por ver si es así, si se notan los efectos de los cambios acordados. No deja de ser una apuesta: la cumbre del lunes marca la primera etapa de un largo viaje en el que quedan muchos obstáculos que sortear, muchos temas que abordar y profundizar (movilidad juvenil, inmigración…), y la historia de su relación recuerda lo difícil que siempre ha sido para Londres y Bruselas recorrer juntos un mismo camino.

El contenido del acuerdo: algunos compromisos y muchas promesas

El principal punto del acuerdo, el Pacto de Seguridad y Defensa, permite profundizar en una cooperación militar que se ha ido incrementado desde la invasión rusa de Ucrania en 2022. Además de reuniones semestrales a más alto nivel y de la posible participación del Reino Unido en misiones europeas, representa un primer paso -imprescindible, según las reglas comunitarias- para que las empresas británicas de defensa como BAE Systems y Rolls-Royce puedan participar en el programa SAFE de rearme de la Unión Europea, un fondo de 150.000 millones de euros que se está negociando en Bruselas.

Londres y Bruselas también acordaron la extensión del acuerdo pesquero con Bruselas por 12 años más. Alcanzado en el Acuerdo de Comercio y Cooperación (TCA) que rige las relaciones entre las partes después del Brexit, dicho acuerdo finalizaba en un año. Se prolonga hasta 2038 para garantizar a los pesqueros europeos un acceso a las aguas británicas.

Como contrapartida, Londres consigue una reducción de las barreras comerciales para la exportación de sus productos agroalimentarios hacía la Unión: se simplificarán los trámites administrativos y los controles sanitarios y fitosanitarios a los alimentos, plantas y animales, algo que venían reclamando las grandes cadenas de supermercados y las empresas exportadoras británicas. El Reino Unido acepta reconocer las reglas comunitarias en esta materia y el papel de árbitro de la Corte Europea de Justicia en caso de litigio.

Además, se extiende por un año, hasta 2027, el acuerdo energético incluido en el TCA y se abre la puerta a la posible participación del Reino Unido en el mercado eléctrico interno europeo. Ambas partes avanzarán también hacía la vinculación de sus sistemas de comercio de emisiones para facilitar el reconocimiento mutuo de derechos de emisión de CO2.

En materia de movilidad, Londres y Bruselas se comprometen a explorar un programa de movilidad juvenil, la posible vuelta del Reino Unido a Erasmus, y a agilizar el acceso de los británicos en los aeropuertos europeos a través de los e-Gates.

Pactan también un refuerzo de la cooperación judicial y policial y un incremento de la colaboración en la lucha contra la inmigración irregular, con el acceso mutuo a datos como huellas dactilares, ADN o registros de matrículas.