El gran desfile de Moros y Cristianos llena el centro de color y espectáculo en unas fiestas que están sirviendo de preámbulo a la celebración del 1.200 aniversario de la ciudad
LA VERDAD
Tras más de cuatro décadas de vida, se encuentran, quizás, las fiestas de Moros y Cristianos de Murcia en su momento más álgido. No hay mejor contexto para celebrar la historia que uno en el que la propia ciudad se esfuerza por recuperar sus raíces. Eso está ocurriendo en los últimos años gracias a las actuaciones que el Consistorio ha emprendido para poner en valor el patrimonio medieval andalusí, con proyectos como el de las fortalezas del Rey Lobo y con la reciente apertura del nuevo centro de interpretación Madina Mursiya.
Y es que doce siglos de historia municipal son muchos, esos mismos que la urbe conmemorará el año próximo y para los que gran desfile de la Federación de Moros y Cristianos supuso este sábado un excelente preámbulo, más cargado de significado que nunca, tal y como subrayó ‘in situ’ el propio alcalde, José Ballesta. «Nuestro legado cultural no es solo un reflejo del pasado, sino también un compromiso con el futuro», señalaba de hecho el lunes el consejero de Economía, Hacienda y Administración Digital, Luis Alberto Marín, durante el pregón de unas fiestas que hace tiempo que dejaron atrás su percepción como celebración de carácter privado y que mantienen su vista puesta, desde hace ya demasiado tiempo, en una futura y anhelada declaración de Interés Turístico Internacional. El año que viene debe ser el bueno.
Con todo el peso de esta responsabilidad, pero con el entusiasmo intacto y un cambio estacional que ya ha comenzado a dejarse sentir tímidamente, partió el cortejo a las 8 de la tarde de la Alameda de Colón, para desembocar en la Gran Vía tras el mágico cruce del Puente de los Peligros. En cabeza, en un espectáculo con un gran peso ecuestre –y algún que otro camello–, no podía faltar, por segundo año consecutivo, la Unidad de Caballería de la Policía Local de Murcia, asentada ya en este tipo de celebraciones tras su creación hace apenas doce meses.
Llegaba esta inserta en el boato de la Federación, que abrió el desfile, entre marchas cristianas y moras, con los ballets –ya habituales en estas lides– de Víctor Campos y Ana Botella, una comparsa de cabezudos y las carrozas de las abanderadas tanto infantil –Blanca Arce Pinar, sobre un gran dromedario de cartón piedra–, como de la Federación, Andrea Carrillo Iniesta, sobre un castillo motorizado. Tras este, fue turno del Bando Moro, que salió este año en primer lugar, casi como fundador de la ciudad y desencadenantes de esos 1.200 años de trayectoria compartida en el Valle del Segura.
Apareció dicho bando encabezado por la kábila Aben Mardénix. No en vano pertenece a ella el Rey Aben Hud de este año, José Martínez Nicolás, ‘Pepón’, que desfiló en su carroza acompañado por su Favorita, Rosa María Medina Torrano. Le precedió su boato, durante el que se repartieron frutos secos al agradecido público presente en el recorrido y en el que participaron escuadras de Cieza, Molina y Archena. Destacaron en dicho conjunto los presos cristianos y el Ballet del Fuego de la Academia Rafa Felipe de Alcoy, que también paseó dos sorprendentes y realistas caimanes –interpretados por dos bailarines– , así como el bello halcón –este real– y el cetrero que seguían al estandarte.
Toda la carne en el asador
Tras Aben Mardénix, las otras siete kábilas –Mudéjares, Abderramán II, Almohades de Murcia, Ibn Arabí, los muy huertanos Almorávides de Mursiya, Abul-Abbás del pregonero Marín y Abenamar– pusieron toda la carne en el asador, llenando la principal arteria del centro de la ciudad de color, con los espectaculares y lujosos trajes que lucían las distintas escuadras, y de ritmo, gracias a las marchas tocadas en directo y a las sugerentes danzas puesta en escena.
‘Desfilado’ el Festero del Año, Rafael Benedicto, no quiso quedarse atrás el Bando Cristiano, que volvió a rivalizar con el Moro en espectacularidad. Le tocaba abrir fuego en esta ocasión a los Caballeros del Temple, que cuentan este año en sus filas con el Infante Alfonso, Félix Galindo Marín, y que desfiló acompañado de su Dama, Ana Ortuño García. Aprovechó esta mesnada la ostentación del reinado para invitar a la cita a escuadras templarias de diversos puntos de España, algo que se ha convertido ya con los años en una tradición. Incluyó el boato real a un aguerrido grupo de lanceros con un ariete, así como el desfile de una catapulta lista para el asedio.
Y después de la orden militar cristiana más poderosa de la Edad Media llegaron las seis mesnadas restantes. Asomaron por Gran Vía los caballeros y damas de la Orden de Santiago, el Infante Don Juan Manuel, Jaime I ‘el Conquistador’, San Juan de Jerusalén y de Santa María de la Arrixaca, así como las Huestes de Fernando III, haciendo las delicias de un animado público que se pertrechó en sus localidades con el pertinente avituallamiento. «Hay mucha gente en la calle», destacaba el presidente de la Federación, Alfonso Gálvez. La historia no sólo se recuerda, sino que también se vive y se celebra.
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«Hemos pasado de tres a 50 actores y de 200 a 2.000 espectadores»
«Cuando empecé, las Embajadas se representaban en el jardín de San Esteban con apenas tres personajes y ante menos de doscientos espectadores; ahora, medio centenar de actores ponen en escena auténticos espectáculos ante un público de varios miles de personas». Con este orgullo explica Joaquín Lisón, director de cine y teatro, explica cómo han crecido, en poco más de un cuarto de siglo, las recreaciones artísticas de las fiestas de Moros y Cristianos, de las cuales él es responsable.
«Cuando asumí el reto, ni siquiera había había terminado mis estudio de Dirección de Escena y Dramaturgia, pero en uno pocos años pasamos a actuar en la plaza Belluga, tras el paso por Apóstoles», destaca Lisón, subrayando que la cuestión, ya no es tanto hacer crecer las dos representaciones –la de la Fundación de la Ciudad y la de la Entrega de llaves– como la de «mantener el gran nivel alcanzado desde hace una década y del que se habla fuera de la Región».
En ese sentido, el director pone en valor el gran trabajo realizado por unos actores festeros, ‘amateurs’, que se desenvuelven «como auténticos profesionales». «Ensayan durante meses con dedicación y entusiasmo», subraya, destacando tanto la calidad interpretativa, como la de las coreografías, armadas por un equipo artístico. «Incluso vienen músicos especializados músicos expertos en música medieval», subraya Lisón, poniendo en valor esa conjunción entre aficionados y profesionales, en torno «al maravilloso texto histórico del difunto Juanjo Capel». Esta noche, a las 21 horas será el turno de la Fundación; mañana, a las 22 horas, de la Entrega de llaves. A buen seguro, Belluga volverá a llenarse.