Dime cómo duermes y te diré qué sufres

Un estudio distingue cuatro tipos de durmientes y los riesgos que conllevan sus hábitos

Domingo, 5 de mayo 2024, 00:11

Dormir es esencial para nuestra salud. De hecho, a partir de las 72 horas sin hacerlo, nuestro cuerpo empieza a resentirse y hay consecuencias negativas para la salud. Sin embargo, desde pequeños somos capaces de sacrificar las horas de descanso por otros asuntos: estudiar, ver películas, salir… Cualquier cosa nos parece más importante.

Un adolescente estadounidense tiene el récord de horas despierto. Data de 1965 cuando este chico, de nombre Randy Gardner, consiguió estar despierto durante 264 horas seguidas (el límite eran 260). Pero no le salió gratis. Durante el reto fue monitorizado por el médico William Dement, conocido como el padre del estudio del sueño en la Universidad de Stanford, que constató los efectos en su cuerpo. Primero llegaron la dificultad motora, los problemas para reconocer objetos, la irascibilidad y los lapsus de memoria. Luego, alucinaciones, delirios, complicaciones en el habla, paranoia… El día 10 parecía un zombi y olvidaba lo que estaba haciendo a los segundos.

La cifra

6,94% de los adultos duerme 6 horas o menos, según datos del INE y la Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño. Además, uno de cada cuatro españoles tiene la percepción de que no descansa bien y le pasa factura en su día a día.

Este solo ejemplo debería bastarnos para empezar a corregir nuestros malos hábitos. Pero es que desde entonces hasta ahora se han multiplicado las investigaciones que demuestran que nuestro estado de salud depende (y mucho) de las horas que pasamos en la cama con los ojos cerrados. Y sí, decimos la cama y no el sofá porque la diferencia en cuanto a calidad es importante.

Teniendo en cuenta la esperanza de vida actual, que ronda los 82 años en nuestro país, una persona debería pasar 25 años durmiendo durante toda su vida si cumpliera el patrón de las ocho horas diarias que recomiendan todos los expertos. Pero lo cierto es que en el fondo pocos son quienes cumplen el precepto. Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), entre un 25% y un 35% de la población adulta padece insomnio transitorio y entre un 10 y un 15%, crónico. Es decir, cuatro millones de españoles mayores de edad sufre este último trastorno, que se diagnostica cuando ocurre 3 o más noches a la semana durante más de tres meses y no hay otro problema de salud que lo explique.

Un nuevo estudio publicado recientemente ha descubierto, además, que el mundo no se divide entre quien duerme mal y quien lo hace bien, sino que hay cuatro formas de dormir, lo que los expertos llaman fenotipos. Saber a cuál pertenecemos, nos puede dar pistas sobre sus consecuencias para nuestra salud. No es algo matemático, pero sí indicativo. La investigación ha sido desarrollada por varios expertos estadounidenses que han sido liderados por Soomi Lee, profesora en la Penn State University y directora del laboratorio de Sueño, Estrés y Salud (STEALTH).

Entrevistaron a 3.683 personas en dos momentos de su vida separados por una década con el objetivo de estudiar sus patrones de sueño y sus cambios. En esas encuestas, los participantes comentaban sus hábitos de sueño en ese momento. Pero también se estudiaban sus historiales médicos y las enfermedades que habían pasado o sufrían en esos dos instantes. Algunos de los resultados fueron sorprendentes. Según sus informes, podemos hablar de cuatro tipos de durmientes.

  1. El buen dormidor

Si pertenece a este fenotipo está de enhorabuena y seguramente será la envidia de muchos de los que le rodean. Son aquellas personas que duermen a pierna suelta y se levantan frescos como una lechuga. En general, descansan lo suficiente para mantenerse activos durante el día y saludables. Por tanto, los riesgos que tienen de sufrir enfermedades cardiovasculares y metabólicas son reducidos.

Ahora bien, ¿cuantos buenos durmientes hay? Volviendo al último estudio de la SEN, hablamos de que siete de cada diez personas aseguran que duermen perfectamente. Pero para ser considerado como tal deberían cumplir varios requisitos:«Dormir las horas que necesita cada noche, no despertarse frecuentemente, no tener problemas para conciliar el sueño y lograr mantenerlo toda la noche», enumera María Ángeles Bonmatí Carrión, investigadora postdoctoral en CIBERFES, colaboradora de la Universidad de Murcia y autora del libro ‘Que nada te quite el sueño’.

  1. El insomne

Ser insomne supone dormir mal, Este grupo de personas ha sido definido por Lee y su equipo como quienes solo descansan unas pocas horas, están agotados durante el día y les cuesta conciliar el sueño. En ellos se entiende que también están aquellos que tienen sueño fragmentado: es decir, los que se despiertan varias veces en la noche.

Los que se clasificaron en este apartado durante la primera encuesta estaban predispuestos a padecer «entre un 28 y un 81%» más de patologías crónicas. Pero quienes seguían siéndolo tras diez años elevaban esos porcentajes a entre «un 71 y un 188%». Y principalmente acabarían siendo diagnosticados con algún tipo de enfermedad cardiovascular, diabetes, depresión o fragilidad. «Las personas todavía no conocen la importancia del sueño y los comportamientos saludables durante el sueño», asegura Lee.

  1. El de fin de semana

¿Quién no se ha pasado la semana robándole horas al sueño, y e lsábado y el domingo ha partido la cama? Seguramente en algún momento de nuestra vida todos hemos hecho esto, pero cuando es algo sistemático, deberíamos reflexionar. El estudio define a los dormidores de fin de semana como personas jóvenes, en su mayoría, que intentan recuperar el tiempo de descanso perdido estos dos días. Y según parece no se trata de una estrategia tan mala porque no encontraron ninguna asociación entre la irregularidad en el patrón del sueño y un mayor riesgo de patologías.

Sin embargo, sobre esto todavía hay mucho que trabajar, advierte Bonmatí, que pide coger con pinzas algunas conclusiones del estudio. «El llamado ‘jet lag’ social sí se ha vinculado previamente con mayor riesgo de problemas de salud, pero es que hay que tener en cuenta que esta investigación no evaluó esta variante, sino la regularidad en el número de horas de sueño, solo el cuánto sin tener en cuenta el cuándo», señala la experta.

  1. Los siesteros

Al contrario que los anteriores, los siesteros son personas de más edad. Suelen dormir bien, pero a lo largo del día aprovechan algún rato para echarse una siesta. ¡Ay esa costumbre tan ¿saludable? Pues según los datos de Lee parece que no: tienen mayor riesgo de diabetes, cáncer y fragilidad. Además, aquellos participantes en el estudio que pasaron en diez años a ser siesteros (o insomnes) aumentaron su riesgo de padecer patologías crónicas independientemente de la edad y de otras circunstancias.

Es verdad que echarse un siesta tienen ciertos beneficios, pero en cuanto a higiene del sueño no. Lo que debemos hacer antes de echárnosla porque no hayamos dormido adecuadamente es respetar nuestros ritmos circadianos, que son un fenómeno biológico al que debemos hacer caso. Está regulado por «un grupo de neuronas especializadas en el cerebro, que es el núcleo supraquiasmático, que son nuestro reloj central», define Manuel de Entrambasaguas, miembro del grupo de trabajo de Insomnio de la Sociedad Española de Sueño.

Cómo mejora la higiene del sueño

  • Cuidado con la luz. Es necesario recibir luz natural durante el día y cuando llegamos a casa adaptar la iluminación. A partir de la puesta de sol, hay que bajar la intensidad, incluir luz cálida… y mantener la habitación en la que dormimos a oscuras.

  • Fuera pantallas. El móvil, la tablet y la televisión no deberían estar en nuestra habitación. Todo ello debe quedar fuera y evitar su uso en la medida de lo posible antes de irnos a la cama.

  • Mantén un horario regular. Es importante tener horarios para dormir. Acostarnos y levantarnos a la misma hora o casi ayuda a que nuestro cuerpo se acostumbre. Y eso incluye cumplirlo también el fin de semana.

  • Ejercicio físico a su hora. Hay que hacer ejercicio físico con regularidad y adaptado a nuestras capacidades. Pero no es recomendable hacerlo a última hora porque en vez de favorecer la relajación nos activará.

  • Silencio. Si tienes problemas para dormir, es conveniente acomodarse en una habitación lo más silenciosa posible. Aislada del ruido exterior, pero también protegida del interior.

¿Estamos condenados a ser insomnes?

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Hace 40 años dormíamos de media 40 minutos más que ahora, según las estadísticas que manejan los especialistas. A lo largo de este tiempo hemos perdido tiempo de sueño porque nos acostamos cada vez más tarde, pero no hemos variado la hora de levantarnos. El colegio, la universidad, el trabajo… arrancan a la misma hora. Sin embargo, por la noche, las pantallas (móvil, ordenador, televisión, tablet…) nos atrapan.

También es cierto que han aumentado el número de afectados por insomnio, «que puede responder a causas endógenas, pero también exógenas». Sin embargo, no estamos condenados a él. Tenemos margen de maniobra, sostiene la investigadora María Ángeles Bonmatí. Por un lado, «podemos mejorar nuestra higiene del sueño». Y si esto no funciona, acudir al médico.

España es uno de los países donde más pastillas se toman para conciliar el sueño. «Puede ser una manera de empezar a tratar el problema, pero no una solucion a largo plazo», sostiene Bonmatí. «Lo que ocurre es que nuestro médico de cabecera no siempre tiene tiempo para investigar por qué no podemos dormir y todavía hay pocas unidades de sueño en la Seguridad Social», lamenta. Aún así, asegura que si sufrimos de insomnio «no debemos pensar que estamos condenados de por vida. Se puede superar con la ayuda necesaria».