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La espera provoca aplausos espontáneos, hace que se expandan los rumores y permite hacer quinielas
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«Ha sido un momento bonito, miles de personas juntas simplemente haciendo nada, solo viendo el atardecer»
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DIRECTO: sigue la última hora sobre el cónclave
Lo habitual es que no haya fumata blanca en la primera votación del día —solo ocurrió una vez, hace 500 años— pero este retraso ha despertado las especulaciones. «¡Todos pensábamos que iba a ser blanca!», ha exclamado Edoardo, un romano que ha acudido a la plaza junto a sus perros, a pesar de la multitud. «Han tardado tanto que se ha creado la esperanza es que fuera blanca», coincide Cristina, una joven italiana que ha vivido con este su segundo cónclave en persona. «La gente se ha empezado a poner nerviosa, hasta las gaviotas», bromea.
En un momento dado de la espera, varias bandadas de estas aves, vecinas habituales de Roma, han empezado a graznar indignadas. «Es porque hay mucha gente y no tienen dónde ponerse, están desubicadas», comenta Fabio, un sacerdote colombiano también residente en la ciudad, emocionado por la posibilidad de asistir en directo a un momento como esto.
«Es la primera vez para mí, cómo perderse esto si estás en Roma», dice. Un momento emocionante para cualquier católico, pero también «para otros que no lo son, ven que hay una representación espiritual que se hace presente».
Rumores y expectación en la espera
El retraso ha empezado a causar expectación y ciertos rumores. Se empezaba a escuchar que se podía haber suspendido la votación o, sobre todo, que el papa se iba a elegir hoy. Varios aplausos espontáneos han empezado a surgir a partir de las 20:00, en la primera hora de retraso, e incluso cuando la fumata ha sido negra se han escuchado también aplausos, quizá más por el alivio de saber que había habido una votación y de poder salir de la plaza tras dos horas de pie que por otras razones.
Muchos se han sentado en el suelo, leyendo un libro electrónico o simplemente esperando. «Ha sido un momento también bonito, miles de personas juntas simplemente haciendo nada, solo viendo el atardecer», asegura Viola, una turista neerlandesa. Había pocos mirando el móvil, ya que no funcionaba prácticamente ni la cobertura ni internet. Ella ha llegado justo a las 19:00, «corriendo, pero para nada», ríe.
A partir de la hora de espera, muchos han empezado a abandonar la plaza, que no se ha llegado a abarrotar en ningún momento. Y a los pocos minutos de salir el humo, pocos han esperado para marcharse a toda velocidad hacia sus casas u hoteles. Aun así, en general ha cundido el humor y no ha habido excesivo nerviosismo ni tensión. «La tensión irá creciendo en los próximos días», pronostica Cristina.
Hagan sus apuestas
Entre la multitud, muchos romanos que han pasado por la plaza como un plan más de miércoles tras salir del trabajo, del instituto o de la universidad, como es el caso de Paola, una estudiante de comunicación. «Estábamos a dos pasos, era un pecado no venir», asegura.
El tiempo de espera ha permitido hacer apuestas de papables. Entre los italianos, jóvenes y mayores, se repite un nombre: Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Entre sus virtudes, que es «progresista e italiano», asegura una de las estudiantes. Se une a la conversación Maria, una anciana compatriota suya, para añadir otro punto a su favor: «Va en bicicleta, y no en Mercedes. Es uno de nosotros».
Zuppi es muy conocido en el país por sus apariciones en televisión y se ha convertido en una estrella en las redes sociales. ¿No podría la Iglesia cambiar el rumbo tras Francisco y elegir a un papa más conservador? «No, porque entonces la Iglesia se rompería, nunca hay que ir atrás», afirma contundente Maria.
El jueves hay una nueva cita en San Pedro para seguir la fumata, esta vez por la mañana. Algunos ya piensan venir más tarde que hoy para evitar incómodas esperas, y entre todos reina la duda de si las próximas votaciones se alargarán tanto como la primera. Solo los 133 cardenales encerrados en la Capilla Sixtina lo saben, y el humo será, de nuevo, su única manera de comunicarlo al mundo.