De Bote en bote, la obra ilorcitana que narra la vida de las mujeres que trabajaron en las conserveras

El grupo de teatro El Kallejón de Lorquí ha presentado un adelanto del montaje con el que pretende recuperar la memoria de estas generaciones de mujeres que trabajaron en las fábricas

LA OPINIÓN

«No te quites los guantes». Así empieza el poema dedicado a Gilda por Joaquín Pérez Azústre, que puede leerse a la entrada del Autorio de Lorquí. El verso resulta casi una premonición, porque los guantes son lo primero que se ponen las protagonistas del montaje titulado De bote en bote, que el grupo teatral El Kallejón presentó el último domingo de abril en el Auditorio municipal.

La diferencia es que ellas usan guantes de látex, que no resultan tan glamurosos como los de Gilda, pero son más prácticos para protegerse las manos del calor de los botes recién salidos de las jaulas de la caldera o para manejar el llamado «liquido del Gobierno», que, a pesar sus connotaciones administrativas, es el nombre que recibe la fórmula del almíbar que se le añade al albaricoque o al melocotón.

Después despliegan las batas sin mangas y las sacuden al unísono con un estruendo seco antes de vestirse para una jornada que a veces podía durar diez horas, pero algunos días se quedaba en dos o tres, si escaseaba la fruta.

Doce actrices y un actor, que interpreta al encargado, intervienen en esta obra escrita por Javier Martínez Lorca, director del grupo El Kallejón, con las aportaciones y las vivencias de las mujeres de diferentes edades que han trabajado en las fábricas a lo largo de toda su vida, porque la tradición era incorporarse en cuanto su edad se lo permitía. Durante meses han ido recopilando anécdotas y escenas de la actividad y la vida cotidiana en el interior de las factorías, la mayor parte de las cuales fue desapareciendo en las últimas décadas.

Algunas de las protagonistas se han subido a un escenario por primera vez en su vida para contar su propia experiencia. La representación era un avance de un texto más amplio que se estrenará el próximo otoño como homenaje a las generaciones de mujeres que se dedicaron a procesar el albaricoque, el melocotón, la alcachofa, el tomate o el pimiento.

Su aportación colectiva constituye una especie de museo etnológico viviente, que ha dado forma a la memoria viva de una cultura condenada al olvido, que se tejió en torno a una industria puntera y pionera en la conquista de los mercados internacionales desde hace más de un siglo.

Una a una, las actrices cuentan los motivos por los que se incorporaron al ejército de mujeres que salía de su casa al oír la sirena que marcaba el inicio de la jornada y que durante meses compaginaba su trabajo en la fábrica con sus responsabilidades familiares sin ninguna concesión ni leyes de conciliación. Su jornal también era vital para ahorrar el dinero que les permitía hacerse el ajuar.

«El pito», que era el nombre con el que se conocía a la sirena que podía oírse en medio pueblo, era el aviso de la entrada y la salida de las trabajadoras, pero también era el reloj invisible que marcaba el ritmo al resto sus habitantes, porque la vida de todas las familias se acababa acoplando a las llamadas de aviso de la fábrica.

Aunque lo normal en una obra teatral no es que sus personajes estén sentados entre el auditorio, las espectadoras que asistieron a la representación de sus propias vivencias podían comentar las escenas desde su butaca con la autoridad que les confiere su veteranía, sorprendidas a veces con las licencias metafóricas del texto.

La representación termina con una recopilación de imágenes de las herramientas tradicionales que eran utilizadas antes de que la industria artesanal empezara a modernizarse e incorporara la tecnología más innovadora.