Carlos Alcaraz se apunta a la fiesta del domingo

El tenista murciano derrota por 6-7, 6-3, 6-4 y 6-4, y jugará el domingo la final de Wimbledon, frente a Djokovic o Musetti.

GREGORIO LEÓN
12 JUL 2024 – 15:41
Alcaraz

Carlos Alcaraz, celebrando un punto. Foto: ATP Tour

GREGORIO LEÓN ORM

El domingo hay que ponerse las pinturas de guerra temprano. Pensábamos hacerlo un par de horas antes de que Lamine Yamal hiciera la primera finta a los inventores del fútbol. Pero Carlos Alcaraz nos ha convocado a la hora de la comida. Y nos quiere ver con el trazo en la cara bien marcado de rojo y amarillo. Un día de expectativas, de ilusiones reconcentradas. La joya de Murcia no nos podía fallar. Pareciera que Alcaraz se entrega a un perverso ejercicio sádico. Le da esperanzas al rival, para luego quitárselas, abruptamente. Que le pregunten a Tiafoe y a Tommy Paul. Y también a Daniil Medvedev, que lo intentó por todos los medios. Se adelantó unos pasos para restar más cerca. Fue atrevido en la red, con la una elasticidad impropia para sus casi dos metros de altura. Y hasta se puso por delante. Pero de momento nadie ha encontrado el antídoto contra la mordedura mortal de Alcaraz. Tiene veintiún años. Pero a su talento genético ha añadido una lectura inteligente de cada instante de partido. Y así, el único que lo puede parar es Djokovic, que quiere venganza.

Remó río arriba Alcaraz durante todo el primer capitulo. No tardó el oponente en infligirle un quiebre. La reacción fue inmediata de Carlitos. Pero, inseguro con su revés, poco fiable en el uso del primer servicio, vio como la distancia se ensanchaba para llegar a un inquietante 5-2. La capacidad de supervivencia, de mantener siempre a flote, le hizo encadenar varios winners y poder lanzar al All England Club el clásico grito de ¡Vaaamos!, repetido hasta en tres ocasiones. Una reacción que hacía viajar el partido al ‘tie-break‘. Medvedev hizo de Alcaraz. Llegó a bolas imposibles. Puso restos que hace un par de años no le habrían salido. Y se llevó el primer set, apuntalando sus convicciones.

La segunda manga fue otra historia. Debía ser otra historia. Uno no podía fallar tanto; el otro, mantener un nivel tan alto de aciertos. Y con una derecha en carrera que hizo soltarle otro ¡Vaaamos!, Carlos Alcaraz le rompió el servicio al ruso. La bola le obedecía. Respondía a todos sus requerimientos. Era dócil. Set a favor. Empezaba a cambiar la dirección del viento.

Con velocidad de crucero, minimizando errores y potenciando sus virtudes, Carlos Alcaraz no tardó en tomar la delantera en el siguiente set, cerrado con una dejada. Afinaba las notas. Sonaba la melodía. Carlos Alcaraz hacía de Carlos Alcaraz.

Y llegó el último capítulo. Dispuso de una ventaja inicial, ruptura mediante, el jugador de El Palmar. Pero la malgastó. Y aprendiendo rápidamente la lección, se puso a trabajar pacientemente un nuevo break. Miró a su box, con expresión de confianza. Tranquilo papá, tranquila mamá, no te preocupes Juanki, que no se me escapa. Y no se le escapó. Provocó el error de Medvedev para que el marcador luciera un 4-3 clarificador. Alcaraz había agarrado a la presa. Y así, con las fauces sangrientas, no iba a soltarla. Y la dejó ya sin un hilo de vida, al servicio