Carlos Alcaraz estrena reinado en Montecarlo

El tenista murciano gana la final ante Lorenzo Musetti (3-6, 6-1 y 6-0) y consigue su sexto Masters 1.000. Es el título número 18 de toda su carrera. Sube al segundo puesto del Ranking ATP

GREGORIO LEÓN  ORM
13 ABR 2025 – 12:17
Alcaraz

Carlos Alcaraz, celebrando un punto. Foto: ATP Tour

GREGORIO LEÓN

La poesía guarda una relación íntima con la victoria. Y la crónica deportiva de un triunfo, esta por ejemplo, siempre pide lirismo y adjetivos, los que merece Carlos Alcaraz después de cerrar un largo tiempo sin aparecer en las portadas. El murciano vuelve a ellas como nuevo rey de Montecarlo, cerrando un periodo de crisis, de silencio. La tierra batida como solución. La tierra batida como refugio. La tierra batida como territorio propio. La tierra batida con la que se manchó desde niño en el ya célebre Tiro de Pichón de El Palmar. El jugador nacido en El Palmar ha escapado de todas las trampas, que no han sido pocas, en la Rainiero III. Una de ellas se la puso Lorenzo Musetti, que, con la confianza a rebosar, se llevó el primer set. Pero el triunfo tiene más sabor cuando hay remontada. Sobrevivir a un naufragio te da una cualidad inmortal. Y Alcaraz ha regresado de un mundo oscuro. 

Que Musetti iba en serio quedó demostrado muy pronto. La ruptura inicial de Alcaraz, completada con un golpe paralelo, fue un espejismo. Enseguida irrumpió el italiano, consciente de que estaba ante una oportunidad nueva para él, ganar su primer Masters 1.000. Y fue creciendo en su tenis al mismo tiempo que aprovechaba los errores del rival, que no eran poco. El tenista de El Palmar fallaba bolas fáciles. A veces precipitado, las más. Y cuando refrenaba esa tendencia natural que tiene a la velocidad, fabricando un winner, erraba. Y Musetti, viendo cada vez más flaquezas en el murciano, cerró el set con una dejada, ahí donde más duele.

Era urgente recalcular ruta. Y Carlitos pasó de los catorce errores del primer capítulo (once de ellos con su derecha), a la precisión. Y todo empezó con su saque, elevando los porcentajes hasta un ochenta por ciento, que ya le concedía ventaja en la disputa del punto. Y luego, su talento para abrir ángulos, que dejaban sin capacidad de respuesta al italiano, que tuvo que sudar sangre para evitar un rosco. Alcaraz se enredó un poco en el séptimo juego, que sacó adelante tras casi diez minutos de peloteos, pero el set era suyo.

Ya en el tercer capítulo, una lesión en el cuádriceps del muslo derecho dejó muy limitado a Musetti, que recibió atención médica. Pero estaba roto. Ya no tenía auxilio posible. Por respeto al tenis siguió jugando, porque incluso en el dolor también hay poesía, y peleó con dignidad sabiendo ya que su destino estaba escrito. Carlos Alcaraz, con la extrañeza que siempre trae una situación así, completó la manga con un 6-0 que le daba un título Masters 1000, casi cuatrocientos días después.