Carlos Alcaraz cumple el sueño que nació bajo la torre Eiffel

El tenista murciano se impone a Zverev en un duelo épico a cinco sets y conquista Roland Garros, su tercer Grand Slam

GREGORIO LEÓN ORM
09 JUN 2024 – 19:30
Carlos Alcaraz cumple el sueño que nació bajo la torre Eiffel

Carlos Alcaraz, celebrando un punto. Foto: ATP Tour

GREGORIO LEÓN

Mira a la cámara, cohibido. Busca las palabras adecuadas ante las preguntas que le lanza el periodista. El pelo tiene una tonalidad rojiza, por el efecto del sol que pega con fuerza en el junio parisino. Es su primera entrevista. Pero las dudas en su gestualidad desaparecen cuando le piden que exprese su sueño. Responde con presteza: ganar Wimbledon y Roland Garros. Carlos Alcaraz tiene apenas doce años. Pero lo que parece la inconsciencia de un niño es para él un objetivo al que apunta, con plena seguridad. Nueve años después, demasiado rápido todo, incluso para él, Carlos Alcaraz ha podido abrazar el sueño infantil, el mismo que incubó a la sombra de la torre Eiffel. Con un azul acuarela en el cielo que parecía pintado por un niño, la Philippe Chatrier acogió un partido memorable, resuelto en la quinta manga. El hijo de El Palmar es rey de las tres superficies: tierra batida, hierba y arcilla.  

El primer capítulo comenzó con inconsistencia en el servicio de los dos antagonistas. El break inicial de Alcaraz fue respondido inmediatamente por Zverev. Era un aviso del murciano, que fue amasando con temple la ruptura, que llegó en el quinto juego (3-2), confirmado con su turno de servicio. Con solidez, impecable en las subidas a la red (siete de siete), la manga no se le podía escapar. Y la amarró con otra ruptura.

Elevó las prestaciones el tenista teutón en el segundo parcial, agarrándose a su mejor arma: el servicio. Lo aprovechó al máximo para acorralar a Carlitos, que tiró una caña y se puso por debajo (2-3). Con un porcentaje del 90 por 100 de primeros servicios, por 66 por 100 de Carlitos, el set empezó a decantarse.

Contra corriente 

Tuvo que picar piedra Alcaraz en la tercera manga. Con paciencia artesanal fue cocinando una rotura que se le negaba desde hacía muchos juegos. Y la consiguió para tomar la delantera. El 5-2 parecía definitivo, permitiendo a Carlitos cerrar el set con su servicio. Pero lo malgastó. Zverev encadenó varios cinco juegos seguidos y acabó imponiéndose.

Pintaban las cosas de color hormiga.  El partido demandaba una respuesta mental inmediata. Y lejos de desmayarse, sin incurrir en desconexiones, Alcaraz hizo una secuencia de cuatro juegos consecutivos. 4-0. Dos roturas de servicio. Y confirmó todas las previsiones con un autoritario 6-1.

«¡Caarlos, Caaarlos!»

El partido siguió con la misma inercia en el capítulo final. Temblequeaba Zverev. Alcaraz se reafirmaba en sus convicciones. El alemán lo metió en el laberinto en el tercer juego, con un 0-40 a su favor y la oportunidad de neutralizar el break inicial. Pero valiéndose de golpes maestros, Carlitos salió del enredo. Un winner hizo levantar a toda la Philippe Chatrier, a la que convocó con el gesto ya icónico de llevarse la mano derecha a la oreja. 3-1. El público ya estaba con él. Y los dioses del tenis, también. Con la eficacia que solo tiene el Real Madrid en las finales, Alcaraz siempre acierta. Nadie puede con él cuando llega la hora suprema, la hora de los campeonesLa hora de los elegidos.