Canadá acude a las urnas con la vista puesta en la política arancelaria de Trump y el legado de Trudeau

  • Los conservadores partían como favoritos en enero, pero ahora las encuestas otorgan la victoria a los liberales

  • Los liberales, bajo el mando del nuevo primer ministro, Mark Carney, se enfrentan a los conservadores de Pierre Poilievre

PorUXÍA PÉREZ  RTVE

Una persona ondea una bandera canadiense en un mitin del Partido Conservador de Canadá, el 15 de febrero de 2025 en Ottawa
Una persona ondea una bandera canadiense en un mitin del Partido Conservador de Canadá, el 15 de febrero de 2025 en Ottawa Andrej Ivanov/Getty Images
6 min.Fue la inestabilidad política y económica, junto con la crisis interna de los liberales canadienses, la que provocó la caída del primer ministro, Justin Trudeau, a principios de enero. Su renuncia y la escasa popularidad de su partido llevaban días marcando la precampaña de unas elecciones previstas para octubre. Pero un factor inesperado cambió radicalmente el tablero. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y sus amenazas de una guerra comercial inminente, la anexión de Canadá y su conversión en «el estado 51» de Estados Unidos.

Finalizados los nueve años de la era Trudeau, el economista Mark Carney tomó su relevo al frente de Canadá y ha sido él, en primera persona, quien se ha enfrentado a las intimidaciones de Trump. Adelantó las elecciones a este 28 de abril con la intención de reafirmar su liderazgo en el Ejecutivo. Ha desarrollado su figura política, prácticamente desconocida hasta su nombramiento, bajo la premisa de ser un político totalmente separado de Trudeau y un experto en gestionar momentos de crisis. Carney, que fue gobernador del Banco de Canadá y de Inglaterra, es un economista liberal que jamás había ocupado un cargo electo.

Bajo su reciente mandato, Canadá ha conseguido frenar la ofensiva arancelaria del estadounidense, y, tras numerosas negociaciones e intimidaciones de ambos bandos, se ha convertido en uno de los países menos afectados por la guerra comercial que los amenazaba desde la frontera sur. Con todo, lo que nadie pudo detener fue que Trump marcase la agenda política. Era inevitable «porque si alguien dice que va a conquistar un país, va a afectar a la política interna del mismo, sobre todo, si está en medio de una campaña electoral», explica a este medio la columnista y economista canadiense, Armine Yalnizyan. Especialmente con una cultura y economía tan interconectada como las suyas y en un país en el que la mayoría de su población vive a menos de 100 kilómetros de la frontera estadounidense. Impulsado por esta situación, los últimos datos otorgan a Carney una victoria del 42,7%, según la encuesta de la televisión pública CBC, que le otorga una vasta mayoría absoluta con 192 escaños.

El bipartidismo hegemónico

Sin embargo, eran los conservadores, con un mensaje más alineado a las políticas ultraderechistas de Trump, quienes partían como claros favoritos durante la crisis que provocó la caída de Trudeau. Sin embargo, su líder, Pierre Poilievre, que ha guiado a la oposición reaccionaria en la última década, ha sido incapaz de adaptarse al cambio de sentimiento del país, que ahora considera al presidente estadounidense la principal amenaza para Canadá.

«Los conservadores construyeron su campaña centrándose en Trudeau y la derogación del impuesto sobre el carbono. Gastaron mucho dinero en publicidad preelectoral, haciendo de él el centro de atención. Así que, cuando renunció, se les derrumbó el castillo», apunta el politólogo de la Universidad canadiense de York, Dennis Pilon. De la misma forma, sostiene que los liberales eligieron a Carney porque él «se posiciona a la derecha del Partido Liberal. El partido es una coalición muy amplia que abarca miembros de derechas, de izquierdas, liberales económicos y progresistas liberales. Había tensión dentro del partido cuando Justin Trudeau estaba en el poder porque se inclinaba un poco más a la izquierda. Carney, por otro lado, creo que es leído por la mayoría de la gente como de derechas. Y, en tiempos económicamente turbulentos, con su experiencia como banquero, atrae a los votantes liberales de derechas y, en particular, a los que podrían pasarse al partido conservador. Creo que fue elegido precisamente por esa razón«.

En las urnas, los liberales, bajo el mando del nuevo primer ministro, se enfrentarán a los conservadores de Poilievre. Según las encuestas y la tradición política del país, son los dos únicos partidos que se disputan el poder, aunque los canadienses tienen otras cuatro opciones: el Bloc Québécois, el Nuevo Democrático, los Verdes o el Partido Popular.

 

Los liberales llevan en el poder desde 2015 y por eso los conservadores acusan a Carney de ser una opción continuista tras casi una década de Gobiernos progresistas. Aquellas fueron las mejores elecciones de Trudeau, donde consiguió un 39,47% de apoyo en las urnas. «Estos datos son importantes porque nos recuerdan que los liberales nunca fueron tan populares como parecían. Incluso en sus mejores elecciones recientes, las de 2015, en las que ganaron la mayoría de los escaños, en realidad solo obtuvieron el 39% del voto popular», explica Pilon sobre el sistema parlamentario de su país.

En los comicios de 2021, el Partido Liberal, liderado por Trudeau, obtuvo 160 escaños, diez menos de los 170 necesarios para formar un gobierno mayoritario, y su partido logró mantenerse en el poder. Sin embargo, los liberales solo recibieron el 32,6% del voto popular. El Partido Conservador, que quedó segundo con 119 escaños, obtuvo un porcentaje de voto popular superior al de los liberales, con un 33,7%. Esto ocurre por el sistema electoral canadiense, donde cada distrito elige a un solo representante y gana quien tenga más representación. Así, los liberales ganaron muchas contiendas ajustadas con pocos votos, mientras que los conservadores ganaron por márgenes amplios en distritos donde ya eran fuertes, lo que generó una distribución menos eficiente de sus votos a nivel nacional.

Por razones como estas, el regionalismo es clave en la política canadiense, ya que el país, el segundo más grande del mundo, está formado por provincias con identidades muy marcadas. Uno de los casos más significativos es Quebec, donde existe una fuerte identidad francófona distinta al resto de zonas anglófonas, lo que ha dado lugar a movimientos independentistas como el del Bloc Québécois, un partido federal que defiende los intereses de esta región y promueve su soberanía.

«Canadá tiene algunas divisiones regionales, ideológicas y culturales que no van a desaparecer simplemente porque Trump haya cambiado el discurso de estas elecciones. Incluso si terminamos con un resultado electoral que nos devolviera a una especie de situación bipartidista, es cuestionable que se mantuviera así porque las diferencias que existen en todo el país son reales y no van a desaparecer. Las preocupaciones de Quebec sobre la confederación, sobre su pertenencia a este país… Los problemas económicos regionales que afectan a las Marítimas, al oeste o al norte de todas nuestras provincias», resalta Pilon.

 

El coste de la vida, la otra gran preocupación

De la misma forma que no han desaparecido las preocupaciones regionales, tampoco lo han hecho aquellas que existían antes del intervencionismo trumpista. Los mismos problemas que amenazaron a Trudeau siguen sin irse. La inflación continúa creciendo, y, con ella, la preocupación por la economía.

«El alto coste de vida, que no ha dejado de aumentar tras el repunte inflacionario pospandemia, sigue afectando a la población. Aunque los precios no se aceleran al mismo ritmo, el nivel es mucho más alto y los ingresos de mucha gente no han seguido el ritmo. Así que ha encarecido lo básico como la vivienda, los alimentos, los combustibles para calefacción y la gasolina para el transporte. Y, lo que es más interesante, el coste de la sanidad, que se financia con fondos públicos, pero que lleva años en crisis tras la pandemia. Todas estas cosas están contribuyendo a un grado de preocupación de que si hay más subidas de precios debido a las amenazas arancelarias y más pérdidas de empleo debido a estas amenazas, la asequibilidad se convertirá en un problema aún mayor«, analiza la economista Yalnizyan.

En este contexto volátil, la figura de Mark Carney emerge como el símbolo de una transición incierta: la de un país que, aunque políticamente dividido y económicamente tensionado, busca estabilidad en una región marcada por el populismo de Washington. Ahora, con las urnas como juez final, el país no solo elige a su próximo primer ministro. Decide si quiere aferrarse a un modelo continuista o redibuja un nuevo rumbo ante un escenario cada vez más convulso.