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Dos candidatos conservadores, Samuel Doria y Jorge Quiroga, son favoritos para pasar a la segunda vuelta
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La crisis económica y el estallido interno del MAS pueden dejar todo el campo político a la oposición

Si nos fiamos de las encuestas, Bolivia está a punto de pasar una página que empezó hace 20 años. Entonces, el país decidió sumarse a la marea rosa que llenó América Latina de dirigentes progresistas. Pero la victoria del Movimiento al Socialismo (MAS) era mucho más que eso porque daba por primera vez relevancia institucional a los pueblos indígenas del país.
Un dirigente cocalero como Evo Morales llegaba a la Presidencia con la promesa de trabajar por los campesinos y los más vulnerables y arrancó una era de dominio total de la política en el país a la vez que se instalaba como referente de una nueva ola antiestadounidense regional junto a Lula da Silva, Hugo Chávez, Néstor Kirchner o Rafael Correa. En diciembre de 2005, Evo Morales arrasaba en la primera vuelta por delante de Jorge Quiroga y Samuel Doria, los dos mismos candidatos conservadores que según todas los sondeos pasarán este domingo, 20 años después, a la segunda vuelta. Pero esta vez, Evo Morales está fuera de juego.
Tras marcharse de Bolivia por la presión de policías y militares por presunto fraude electoral en 2019, regresó ya con uno de los suyos al frente del país. Luis Arce arrasó en las elecciones de 2020 tras el gobierno interino de Jeanine Áñez. El MAS recuperaba el poder y las mayorías parlamentarias, pero la bicefalia no iba a acabar bien. Desde el momento en el que los dos quisieron ser los candidatos, la guerra interna se desató desangrando un colectivo cuya unidad garantizaba la fuerza. Los dos querían ser candidatos, pero ninguno ha podido.
Arce renunció a la reelección al comprobar su nulo apoyo popular por no haber sido capaz de frenar una crisis económica dominada por la inflación del 25%, las colas para echar combustibles y la falta de divisas. Y en paralelo, los altos tribunales vetaron una nueva candidatura de Morales desvelando una guerra abierta en el seno del Movimiento al Socialismo que desató todo su poder en sus feudos contra Arce que ordenó respuesta policial y judicial. “Todo aquel que se declare evista es perseguido por los mismos que eran nuestros compañeros. Nos pueden detener, procesar, encarcelar o incluso matar como ya intentaron con Evo”, dice Vilma Alanoca, la mujer que aspiraba a la Vicepresidencia junto a Morales y que ha liderado en las ciudades de El Alto y la Paz la campaña por el voto nulo.
“Este es un proceso amañado, ilegítimo e ilegal que niega la representación a miles de bolivianos”, asegura esperanzada de que las urnas demuestren que la población está con Morales. “Sin duda un aumento importante del voto nulo, que siempre ha rondado el 6% en nuestras elecciones, sería un mensaje fuerte del evismo, pero es muy difícil que puedan convertirse en la primera opción política porque creo que ya Morales quemó todas sus naves al bloquear parte del país en lucha contra Luis Arce y provocar grandes problemas”, cuenta el analista político Roger Cortez, director de la Red Investigadores Instituto Alternativo.
El MAS, al borde de quedar fuera de las instituciones
La lucha fratricida del MAS adelanta también la desaparición institucional de un conglomerado político, sindical y social que lo ha copado todo. De tener mayorías en las dos cámaras podría quedarse sin representantes, ya que las siglas en manos de Arce cuentan con una intención de voto mínima y la desesperación de sus miembros. “Siempre se dice que la unión hace la fuerza, pero nuestros líderes se olvidaron y ahora están en riesgo las conquistas sociales”, explica a RNE Betty Yáñiquez, diputada del MAS y presidenta de la comisión de Derechos Humanos de la Cámara.
“El MAS fue un instrumento para dar voz a los olvidados, para luchar contra la pobreza y ahora todo eso está en peligro con el nuevo gobierno”, señala. Se refiere a que según las encuestas, el Gobierno va a estar en manos de la oposición y el parlamento se quedará sin representación de los colectivos progresistas salvo que Andrónico Rodríguez obre el milagro.
Este joven presidente del Senado era considerado un hijo político para Morales desde sus inicios como líder social pero ahora es un “traidor” porque decidió lanzar su propia candidatura en lugar de seguir el boicot electoral que promueve desde su refugio. “Él representa todo lo que ha logrado el MAS. Esos jóvenes de familias humildes de provincias, que pueden estudiar, hablar idiomas y llegar a ocupar puestos en el Estado”, cuenta Susana Bejarano, aspirante a senadora por la Alianza Popular (AP). “Nosotros pensábamos que Andrónico iba a canalizar los apoyos del MAS, pero las encuestas no opinan lo mismo. Tenemos esperanzas de movilizar parte del voto nulo, blanco e indeciso para poder pasar a la segunda vuelta”, dice. Es una tarea difícil, ya que su intención de voto apenas roza el 8%, pero ante la desaparición del MAS, se ha convertido ya en la figura progresista con mayor proyección del país.
La derecha sueña con volver al poder
Las dos décadas de dominio total de Morales han cambiado el país, las instituciones y su constitución fueron reformadas y con el impulso de la producción de gas natural y sus altos precios se destinaron grandes recursos para luchar contra la pobreza. Las personas que la vivían en situación extrema bajaron del 37% al 12%. Pero hoy Bolivia es otro país y está viendo cómo la pobreza vuelve a crecer a cuenta de la crisis económica, la subida de precios y la falta de recursos del estado. Y las dos opciones que hay son las de dos políticos que llevan décadas perdiendo contra Morales.
Las encuestas creen que el millonario Samuel Doria Medina tiene mayor intención de voto, pero muy cerca tiene a Jorge ‘Tuto’ Quiroga, que ya fue presidente en 2001 tras la renuncia del general Hugo Banzer. Los dos iban a formar una coalición, pero a la hora de escoger el candidato todo se torció con acusaciones poco elegantes que se han extendido a una guerra sucia durante la campaña, con audios manipulados y denuncias falsas.
“Los cuatro candidatos conservadores fueron incapaces de unirse por sus propios egos y ha eliminado sus posibilidades de ganar en primera vuelta, pero es posible que encuentren puntos en común para apoyarse dentro del Congreso”, señala Roger Cortez. Seguramente puedan ponerse de acuerdo para liberalizar la economía, reducir el peso del estado en la industria y abrir más a Bolivia para la inversión extranjera sobre todo en el estratégico campo de los hidrocarburos, la minería y la extracción del litio que el actual gobierno intenta a última hora confirmar con sociedades junto a empresas de China y Rusia.
Si bien desde la campaña de Doria aseguran que en 100 días recuperarán la economía, desde el campo de Quiroga prometen 750.000 empleos. Su portavoz, José Manuel Ormachea explica a RNE que “la prioridad es desmontar el aparato autoritario que ha instalado el MAS en Bolivia. Todos aquellos que formamos la oposición democrática tenemos que unirnos para devolver la independencia de los poderes y las libertades individuales que nos han arrebatado”. Y aunque no ahorra críticas hacia Doria, al que califica de «socialdemócrata”, asegura que están dispuestos a dialogar con sus normales diferencias.
Quiroga se ha granjeado fama de anti izquierdista al ser una voz activa en las denuncias contra el régimen de Nicolás Maduro y en pleno silencio electoral aseguraba a la prensa internacional que iban “a liberar primero Bolivia, y luego Venezuela, Nicaragua y honrar eso de Cuba Libre. Al día siguiente de tomar posesión recuperaré relaciones con Israel, porque era un país que traía mucho turismo a Bolivia”, en una clara muestra de su política internacional a la vez que defiende recortes en el estado con la ayuda de “un programa de financiamiento internacional pero respetando los programas sociales “para los colectivos más vulnerables”.
En las calles de la Paz se habla poco de política y mucho de economía. Tras los años de prosperidad y estabilidad que aportaron las divisas de las exportaciones de gas y minerales, la realidad hoy es otra. La subida de precios domina cualquier conversación de aquellos que han visto cómo la carne ha duplicado su coste o cómo durante semanas había que hacer colas de horas para echar gasolina o diesel. “Es un horror venir al mercado, no sabes qué te vas a poder llevar”, explicaba Marisela en un céntrico mercado mientras una vendedora de fruta y verdura añadía: “Que por favor salga este domingo un Gobierno que arregle esto”.