Arrecifes de ostras y columnas de agua para filtrar el Mar Menor

El IEO pone en marcha RemediOS-2, un programa de biorremediación que une a actores científicos, sociales, empresariales y políticos para recuperar la laguna

Arrecife de ostras junto a la Isla del Barón.

Arrecife de ostras junto a la Isla del Barón. / IEO

Jose Antonio Sánchez  

Que las ostras podían ser una solución para el estado del Mar Menor es algo que se escucha desde la primera sopa verde. Pero la realidad es que la prueba piloto para saber realmente si es así la veremos a lo largo de 2025. Este es el objetivo de RemediOS-2, la continuación del proyecto que hace unos años reprodujo ostras salvajes de la laguna salada en el Instituto Español de Oceanografía (IEO) de San Pedro del Pinatar. El grupo de investigadores, liderados por la bióloga Marina Albentosa, dio un segundo paso al colocarlas en los canales salineros para comprobar el crecimiento de los bivalvos reproducidos en el banco de ostras, gracias a otra iniciativa también financiada por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco). Por otro lado, los fondos ThinkINAzul permitieron de nuevo la puesta en funcionamiento del criadero y la mejora de aspectos técnicos para reproducir ostra salvaje, además de la ya reproducida en 2022, gracias a la Región de Murcia con los Next Generation. Tras esta navegación, ahora van todos de la mano: el IEO, ANSE, la Consejería de Medio Ambiente y Mar Menor y el Miteco.

Y, ahora, llega el punto cumbre de una idea que comenzó hace seis años: testar las pruebas piloto de los arrecifes de ostras y de las cestas de moluscos en columnas de agua que llegarán a la laguna salada a partir del primer trimestre de 2025, tras su reproducción. Una parte de las larvas se destinarán al estudio genético y el resto para las dos vías de introducción de las ostras para la bioextracción del Mar Menor, ya que estas se alimentan de la materia en exceso del sistema eutrofizado. La vía de las ostras en columna de agua –un pilar de cestas en diversos puntos de la laguna– ya estaba contemplada. Para ello se usan restos fósiles de crustáceos, es decir, la conchilla a la que se pega la larva, para sacar la ostra como es habitualmente conocida, en formato individual para su consumo.

Fijación en remoto

Como este proceso es el más costoso, también se está trabajando en la fijación en remoto. En la reproducción, las madres liberan las larvas y estas nadan durante 15 días hasta que se pegan a otra y hacen un arrecife. Para asegurar el éxito, lo harán de forma controlada. «Vamos a poner un tanque gigante en la zona de Marchamalo, con valvas de ostra o un producto de una sustancia calcárea que parece que tiene una buena fijación. Y allí pondremos 60 millones de larvas. Después lo llevaremos al mar. Pero conseguimos así hacerlo en condiciones seminaturales y de la forma más económica posible», explica Albentosa. La científica relata que este primer piloto de arrecife probablemente estará localizado en la zona de las islas, porque no hay mucha caulerpa, un alga que compite por los recursos con estos moluscos.

Allí le harán el seguimiento, aunque, como RemediOS-2 tiene una duración de 18 meses, cruzan los dedos para que haya una tercera parte si finaliza el plazo sin terminar el estudio. De lo contrario, se lamentan, tendrán que ceder la investigación y que ANSE, con recursos propios, haga ese seguimiento. Dos formas para lograr un único objetivo: generar conocimiento y transferirlo. «Hemos hecho el diseño y ahora vamos a testarlo y lo pondremos a disposición de los distintos actores», concluye Marina Albentosa.

El IEO ‘fichará’ a niños que tendrán sus propias ostras para investigar

Uno de los objetivos de este proyecto es implicar a la ciudadanía en la recuperación de los ecosistemas costeros degradados. Es un punto dentro de la parte de educación ambiental y que se materializará de una forma muy particular. El IEO involucrará a niños de los colegios ribereños mediante la actividad denominada ‘Jardinería de la ostra’.

Se fondearán cestas de ostras en varios puntos del Mar Menor y cada niño tendrá un centenar de ellas. Serán ellos y sus familias los responsables del mantenimiento de sus ostras. La idea, que ilusiona y mucho a los científicos que lideran este proyecto, no es solo enseñar la actividad y educar a los más pequeños, significa introducir en la ciencia a las nuevas generaciones, puesto que serán ellos los que midan, pesen y controlen su pequeña población de ostras.

Cesto lleno de ostras del Mar Menor. | IEO

Cesto lleno de ostras del Mar Menor. | IEO

Todos esos datos, que tendrán que ir registrando en cada una de las visitas que hagan al punto determinado, se los darán los investigadores del IEO junto con los bivalvos al término del experimento. Entre los puntos de colocación de estas cestas de moluscos estarán el pantalán de la Cofradía de Pescadores de San Pedro del Pinatar y están en conversaciones con el Ayuntamiento de Los Alcázares para colocar otro punto de fondeo del proyecto de la jardinería marina.

Es cierto que se lamentan de la pérdida de los balnearios del Mar Menor, que podrían haber servido para colocar muchos más puntos a lo largo de la costa lagunar. Pese a esto, el proyecto atraerá mucho interés por parte de jóvenes y de sus familias.

Aunque en un primer momento se planteó que este proyecto fuese abierto y que los estudiantes pudiesen visitar en cualquier momento su colonia de ostras, la realidad es que el temor al vandalismo y al descontrol sobre las poblaciones obligará a que las visitas para medir y observar a los bivalvos estén dirigidas por los técnicos de ANSE, que acompañarán a los nuevos científicos del Mar Menor.

La actividad económica como motor contra la contaminación

Uno de los puntos del Pacto Verde Europeo es el conocido como Blue Growth (crecimiento azul). Un enfoque de economía sostenible y que tiene que buscar la coherencia entre la acuicultura, la pesca, el transporte marítimo y el turismo costero, entre otros aspectos relacionados con el impacto de la mano del hombre en el medio marino. Algo que, cuantitativamente, está medido si hablamos de la contaminación del Mar menor.

Aunque algunos procesos son más perjudiciales para el medio que otros, la realidad es que todos los seres humanos contaminamos. Este axioma lleva a los científicos a plantear, dentro de este proyecto de recuperación de la laguna salada, a intentar implicar a los sectores productivos para que sean ellos los que agarren al timón de la protección marina.

«La recuperación de los ecosistemas es algo altamente costoso y para conseguirlo tenemos que generar todos», reflexionan desde el IEO, que se ha propuesto involucrar a empresarios para que el Mar Menor sea un proyecto común. Entre las ideas, la participación de la Cofradía de Pescadores de San Pedro del Pinatar, que podría tener en el negocio de las ostras un camino que recorrer para complementar la pesca o para hacer frente a los periodos de veda.

Beneficios reinvertidos

Aseguran que los últimos informes establecen que este es un negocio altamente sostenible, porque los bivalvos se alimentan de esos nutrientes que le sobran al Mar Menor y ponen en marcha una cadena de filtración de las aguas a la vez que se produce el crecimiento de las ostras. En el caso de las ONG, el beneficio económico que les produzca este proyecto podrá invertirse en más ideas de recuperación medioambiental, por lo que estaríamos hablando de una espiral positiva para los participantes y para el medio acuático. Es decir, un ejemplo perfecto de la definición del crecimiento azul con la unión de la evolución económica y la recuperación ambiental.

Además, ya hay un ejemplo real de blue growth en el entorno del Mar Menor: las salinas de Marchamalo. Los científicos recuerdan que un ecosistema como este en funcionamiento se convierte en un sumidero de carbono, además de, por ejemplo, ayudar a la nidificación de las aves. De la misma forma, este ecosistema abandonado es un emisor de carbono.