ARCHENA/ Apicultores del Valle de Ricote se encuentran indefensos ante los ataques del abejaruco y epidemias de varroa

Andrés Campoy

El aumento de plagas de abejarucos y las epidemias de varroa están dejando el rendimiento de producción de miel en las colmenas del Valle a menos del 50%

Uno de los más conocidos  apicultores, con más 90 años de tradición familiar en el oficio, Pedro Antonio Salinas nos comentaba esta mañana que es un problema en el que ven la necesidad de que se implique la Consejería de Agricultura de la Región de Murcia, para poner remedio pues entre la llegada de bandadas de abejaruco en la primavera y las epidemias de de varroa, han mermado enormemente la producción de miel de las colmenas.

El abejaruco común es un ave bellísima e inconfundible, gracias a su cabeza canela, su pecho azul, su vientre verdoso, su cuello amarillo y la lista negra que adorna su ojo, además de su pico típico de insectívoro. Suele vérseles por parejas, posadas en los cables telefónicos a principios de la primavera, vigilantes en busca de presas.

Vive en zonas semidesérticas, estepas, estepas con arbolados, en las que pueda encontrar grietas en suelos arcillosos y de aluviones. Se le suele ver en hábitats humanizados, urbanizaciones tranquilas y no muy densas, atraídos por las abejas que liban en los jardines.

Nidifica en los taludes del curso medio de los ríos de nuestra península.

Son principalmente aves de llanura o altiplanicie, aunque sus colonias de cría se extienden por toda la España seca. Necesita un suelo blando donde construir el túnel en el que nidifican.

Aunque parece que su número está creciendo en los últimos años y se señalan nuevas colonias en localidades donde antes sólo se aparecía de forma irregular, el paulatino descenso en las poblaciones de abejas supone un factor preocupante, no sólo por su labor polinizadora, sino también por la supervivencia de uno de sus más importantes depredadores, como es el caso del abejaruco.

Los abejarucos nidifican en colonias y también, aunque raramente, en solitario. Las colonias de cría se mantienen a lo largo de varios decenios, por lo que la desaparición de una de ellas puede causar estragos en la población.

La pareja excava un túnel de hasta 2 m de profundidad en terraplenes terrosos blandos. Este túnel desemboca en una cámara donde se encuentra el nido. El tubo es siempre recto y permite la visión del exterior desde la cámara. Está situado normalmente en paredes arcillosas verticales, pero también pueden encontrarse colonias en suelos planos o sólo ligeramente inclinados.

El nido consiste únicamente en la cámara vacía, sin otro material de construcción o forrado. Los excrementos de los polluelos no son evacuados, por lo que después del uso de varios años el nido se convierte en un montón pestilente de restos indigeribles de insectos.

La parte de la punta del pico que se le desgasta al abejaruco durante los trabajos de excavación vuelve a crecer posteriormente. Son muy dañinos en las colmenas, en las que asustan a las abejas  con su canto y picando sobre ellas, de manera que al salir las abejas  las ingieren diariamente en cantidades superiores a más  un centenar de ellas en su alimentación diaria. Esto es lo que está sucediendo en la actualidad en el Valle de Ricote pues en los meses de primavera vienes en bandadas de 50 a 60 unidades, acabando con las abejas.

Otro problema para los apicultores en el aumento de varroa en el invierno. Es un género de ácaros que produce la enfermedad denominada varroosis o también llamada varroasis,  afecta la abeja en estado adulto viviendo en estado forético sobre ella. se alimentan principalmente del tejido corporal graso de la abeja melífera, un órgano en los insectos que cumple una función similar al hígado humano. En estado larval es más crítico debido a que los adultos nacen con menos del 30 % de peso de un adulto no parasitado.
Puede destruir las colmenas, lo que ocurre generalmente durante el invierno. La plaga se inició en Filipinas y se ha expandido ampliamente por el mundo, constituyéndose en la mayor amenaza para la rentabilidad de las explotaciones apícolas y del medio ambiente en general, ya que la mayoría de las plantas y cultivos dependen de las abejas, como importantes polinizadores.

El primer síntoma es que encontramos abejas con alas deformes, que no pueden volar, de tamaño reducido, tanto en el interior como en el exterior de la colmena. El abdomen y tamaño general de esta abejas se halla reducido hasta en un tercio.

La falta de vitalidad, muerte prematura y debilitamiento de la colmena son características típicas de la enfermedad. La colmena desaparece lentamente, no quedan abejas en su interior cuando las encontramos.