-
Los purpurados se reúnen estos días en las congregaciones generales para conocerse y orientar su voto
-
En entrevistas, declaraciones a medios y homilías dan pistas sobre su postura y su visión de la Iglesia
PorMARTA REY / PALOMA DE SALAS rtve

Desde que murió Francisco, el Vaticano y las habitaciones de Santa Marta se han vuelto a llenar poco a poco de cardenales llegados de todas partes del globo. En el cónclave que empieza el miércoles se decidirá quién será el nuevo obispo de Roma, pero es en las congregaciones —hasta ahora se han celebrado ocho—, y también en las conversaciones en los descansos, en los pasillos o incluso fuera de las reuniones donde muchos de los purpurados deciden el sentido de su voto. Aunque no es una cita electoral, los religiosos también forjan alianzas.
La política del cónclave
El futuro de la Iglesia o las finanzas de la Santa Sede son algunos de los temas que han abordado los cardenales hasta la fecha, según portavoces del Vaticano. Por fuentes oficiales es difícil saber mucho más, sobre todo en lo que a posibles candidatos se refiere. Sin embargo, en un periodo con tintes de campaña, algunos cardenales atienden a los periodistas que les abordan en las calles del Vaticano y conceden entrevistas en las que arrojan pistas de lo que votarán o de lo quieren que se vote en el cónclave.
Especialmente relevantes son los llamados kingmakers (creadores de reyes, los grandes electores), cardenales con «mucha experiencia a los que se les escucha mucho […] y que pueden marcar la dirección o indicar a posibles», expone el corresponsal de RNE en Roma, Jordi Barcia. «Si no puedes ser elegido, al menos puedes conseguir que alguien afín a ti pueda serlo», explica. Al difunto Francisco algunos le veían como uno de ellos. «Los periodistas decían que, a lo más, yo era un kingmaker, un gran elector que indicaría a alguno», declaró en una entrevista en 2015 a Televisa en la que aseguró que su elección —Francisco tenía menos de 80 años y, aunque experimentado, era elector y elegible— fue «una sorpresa».
Aunque su influencia es incuestionable, en realidad muchos no pueden participar en el cónclave porque tienen más de 80 años. «No todos los kingmakers entran en la Capilla Sixtina y, el primer día, cuando haya cuatro o cinco candidatos, quienes van a mover los hilos van a ser quienes entren allí», destaca la vaticanista de EFE en Roma, Cristina Cabrejas.
En cualquier caso, los 133 cardenales electores saben que estos días sobrevuela la gran duda de si el próximo papa seguirá la senda aperturista marcada por Francisco —que no gustó a un gran sector de la Iglesia católica— o si optarán por una opción más conservadora. Algunos, de hecho, han dejado clara cuál sería su línea favorita, aunque no utilicen la misma nomenclatura. Otros conceden entrevistas con cierta intención de influir, especialmente a la prensa italiana, sabedores del voto de silencio obligatorio que les podría castigar incluso con la excomunión.
«La cuestión no es entre conservadores y liberales, sino entre ortodoxia y herejía», afirmó el cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller, uno de los más críticos con Francisco, en una entrevista a La Reppublica. Al difunto pontífice lo ha tildado de «hereje», de ser «ambiguo» en su doctrina y de intentar convertir la Iglesia en una «democracia». «No podemos juzgar a las personas. Pero, si hablamos del pontificado, hay opiniones diversas», aseguró. «Haciendo ruido cumple una función, hacer aceptable a un cardenal moderado», analiza Barcia.
Para Cabrejas, los cardenales que hablan son precisamente los grandes electores que no participan en la votación, ya que «pueden expresar su opinión con más libertad porque nadie les va a decir nada». No obstante, la vaticanista recalca que «los discursos importantes son los que se dan en privado, tan en privado que tienen prohibido publicarlo».
Los cardenales son «perfectamente conscientes del poder de la prensa«, añade el corresponsal de RNE, que menciona el «prestigio» de los medios escritos italianos. En este sentido, Cabrejas destaca que la prensa italiana es la más leída entre los cardenales: «Hacen campaña entre ellos, en la prensa no tanto. Ahí es donde realmente se construye el papa».
Pero, más allá de la prensa, las homilías pronunciadas en las misas de los Novendiale, los nueve días de luto por Francisco, también juegan un papel en la elección, según destaca Jordi Barcia. Son «herramientas de comunicación» y una vía para «enviar mensajes» que se intuyen en su contenido y las referencias a las prioridades de la Iglesia.
El secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, —uno de los nombres que resuenan en las quinielas— mantuvo un «perfil bajo» en la misa que ofició el pasado domingo, justo un día después del funeral. «Era un poco un regalo envenenado para Parolin porque coincidía con el Jubileo de los adolescentes y ahí se iba a reunir mucha gente. Podía haber asumido el papel de papable y haberse presentado de un modo expansivo, enviando mensajes sobre lo que podía haber sido su papado, pero tuvo un perfil muy bajo deliberado porque sabía que, si lo hubiera hecho, se habría acabado quemando», destaca Barcia. «El decálogo del buen papable es ‘nunca reconozcas que quieres ser papa'», recuerda.
Encuentros y desencuentros
Los cardenales debaten estos días el rumbo que debe tomar la Iglesia tras el pontificado de Francisco. Sus formas de ejercerlo «han sido muy contestadas dentro de la propia Iglesia«, explica a este medio la presidenta de la Asociación de Teólogas, Montse Escribano. Y menciona a ciertos sectores que persiguen «la vuelta a una Iglesia de privilegios», a una «determinada liturgia y formas devocionales, que implican siempre una manera determinada de ejercer el poder» que no fue practicada por el difunto pontífice.
«Siempre hay tensiones porque tenemos nuestros pareceres propios, pero gran espíritu de comunión», dijo el miércoles el cardenal colombiano Jorge Enrique Jiménez a los medios que le esperaban a las puertas de la Sala Pablo VI del Vaticano. Algunos de los 133 electores han sido nombrados en los últimos años, como es el caso de Jiménez, y la mayoría apenas se conoce entre sí. Por ello, estos encuentros les sirven para poner en común sus ideas en busca de afinidades o posibles desencuentros.
«Nos conocemos poco, hemos tenido pocos contactos entre nosotros«, explicaba a TVE el cardenal arzobispo de Rabat, el español Cristóbal López, que aprovechó su intervención para defender el legado de Francisco. Las congregaciones son importantes, añadía, porque en estos días «se va a trazar el retrato robot de la persona mejor adaptada para dar respuesta a la situación del mundo y de la Iglesia».
Dialogar y compartir ideas, esa es la razón de ser de estos encuentros que preceden al cónclave, explica la teóloga Silvia Martínez. «Normalmente, [los purpurados] no se reúnen en conjunto a no ser que sean convocados por el papa por algo en concreto. Y por ello, las congregaciones son importantes porque dejan ver qué temas preocupan, o cuáles tienen en mente los cardenales», añade.
Es en ellos donde se intercambia la información. «No solo cuando están reunidos, también en los espacios intermedios, en los descansos, se debate sobre determinadas cuestiones. Es un espacio de diálogo previo al cónclave que permite que el voto posterior no dependa de ideas que pueda traer cada uno, sino que esté en sintonía con lo que se está diciendo en la congregación», explica.
El cónclave podría haberse convocado el lunes, cuando finalizarán los nueve días de luto tras el funeral del papa Francisco. Sin embargo, los purpurados decidieron que comenzara dos días más tarde. Una de las razones podría ser la logística —los nuevos nombramientos de Francisco hacen que este año la Capilla Sixtina tenga que acoger a más cardenales que nunca— y, como explica Barcia, la residencia de Santa Marta «tiene el problema de que las habitaciones del papa están selladas y solo puede retirar el sello el nuevo pontífice», por lo que cuesta más ubicar a los cardenales.
También pesa el hecho de que este es «uno de los cónclaves más heterogéneos de la historia de la Iglesia», subraya Cristina Cabrejas. «He oído que habían alargado las congregación generales para que se conocieran. […] Y no hay que descartar que, si en los últimos días no comienzan a despuntar personas con discursos llamativos, se empiecen a celebrar congregaciones a razón de dos por día», asegura Barcia.
La sombra de Francisco
El que arranca el miércoles será uno de los cónclaves más diversos de la historia. Hay cardenales de 71 países, todos ellos con diferentes tendencias dentro de la Iglesia católica. De los 133 que entrarán a la Capilla Sixtina, 108 fueron elegidos por Francisco, que apostó por religiosos de países de Asia y África que antes no tenían tanto peso y que, en muchos casos, no tienen tanta relación con la curia romana.
«Algunos son de países que nunca habían tenido un cardenal, o que no han estado en contacto con Roma. Los cardenales curiales que viven en Roma, por supuesto, hablan entre ellos. Se crean alianzas, pueden alinear posiciones«, explica a RTVE.es el catedrático del Instituto de Relaciones Internacionales de Praga, Petr Kratochvíl. «Realmente, las alianzas se tejen cuando se sale de estas sesiones, cuando se reúnen en restaurantes o casas particulares de los miembros de la curia. En las congregaciones no hay debate entre uno u otro», apunta Cabrejas.
Francisco también disminuyó la frecuencia de las reuniones periódicas de cardenales, dice el profesor, como parte de una «estrategia» con la que buscaba «evitar los chismes y la construcción de alianzas«. «Quería dejar eso para estas reuniones justo antes del cónclave y, por supuesto, durante el cónclave. No es un accidente, en este sentido Francisco sigue presente», afirma Kratochvíl.
Además, como señala Martínez, Francisco también nombró cardenales procedentes de distintas congregaciones religiosas, «muchas de ellas misioneras, o que entienden bien cuál es el trabajo pastoral», que aportarán nuevas visiones al cónclave. «Tienen un conocimiento de la comunidad cristiana de base mucho mayor que otros que llevan más tiempo y que han salido del seminario a directamente a la Facultad de Teología o la Curia», asegura.
La Capilla Sixtina cerrará sus puertas el miércoles hacia las 16.30 horas y mucho de lo que suceda allí dentro dependerá de lo que los cardenales hablen, discutan y decidan en las congregaciones. Mientras tanto, a fieles y curiosos solo les queda esperar a la fumata blanca que marcará el fin de una secreta reunión de la que solo trascenderá su desenlace.