-
“Aquí nunca ha estado ningún presidente de la Junta”, critica el alcalde de Benquerencia (64 habitantes)
-
El alcalde de Ruanes (92 habitantes): «Yo también soy villa, como la de Madrid: soy la villa de Ruanes»
«¿Cuánto cuesta salvar a un pueblo?«. La pregunta cae a plomo. La pronuncia en su despacho Alberto Buj, alcalde de Benquerencia, en la provincia de Cáceres. Según su censo, actualmente viven en el municipio 64 personas.
Para él, la pregunta que nos lanza tiene respuesta: «Entre medio millón y un millón de euros». Su petición al próximo Gobierno de la Junta de Extremadura es la de «poder seguir vivos», que el pueblo no quede en un simple recuerdo en menos de 50 años.
Extremadura es así: en total, la comunidad autónoma cuenta con 388 municipios, 217 de los cuales tienen menos de mil habitantes, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Si ampliamos aún más el foco, 119 tienen menos de 500 habitantes. Y al final nos encontramos con nueve micropueblos que no alcanzan los 100, entre ellos Benquerencia y Ruanes.
Ambos municipios exigen al próximo Ejecutivo regional que se les atienda con guante de seda, que la administración autonómica se fije en sus características y que atienda unas necesidades «que nadie se toma en serio».
«Cuesta mucho tirar hacia adelante en estas condiciones. Estoy desilusionado»
El río Tamuja abraza el municipio de Benquerencia. También la dehesa extremeña, con un verde reluciente en pleno mes de diciembre. «Menos mal que no nos vimos ayer», nos indica el alcalde, señalando varios charcos en el suelo y explicando que llovió a mares. En la calle no hay nadie. Eso facilita poder aparcar el coche con toda la facilidad del mundo en la plaza principal, la Plaza de España.
Su amabilidad y peculiar alegría se esfuman cuando comienzan las preguntas sobre cuáles son sus peticiones concretas al próximo Gobierno que salga de las urnas el 21 de diciembre. «Cuesta mucho tirar hacia adelante en estas condiciones. Estoy desilusionado«, explica a la primera de cambio. Para él, el primer problema es que la administración regional «nunca ha puesto el foco en los pequeños pueblos».
En un papel en blanco, muestra en primer lugar que el objetivo imprescindible para que sobreviva un pueblo de menos de 100 habitantes es que tenga un proyecto estratégico. «El mío es el turismo, pero no recibo ayudas». El presupuesto de su consistorio para 2026 es de 90.000 euros.
En este sentido, exige a la Junta que se preocupe por municipios como el suyo y que cree lo antes posible «un comité de crisis para salvar a los pueblos mínimos«. Propone que ese comité «no esté formado por políticos, sino por profesionales» y que pongan soluciones viables «a medio plazo» para que los municipios más pequeños vuelvan a tener relevancia.
«Aquí nunca ha estado ningún presidente de la Junta de Extremadura»
Alberto Buj también se muestra indignado por otro motivo: «Aquí nunca ha estado ningún presidente de la Junta de Extremadura». Al mismo tiempo, extiende la mano e invita a que el próximo candidato en lograr la mayoría absoluta en la Asamblea visite Benquerencia.
Antes de marcharnos, el alcalde nos enseña el pueblo. Y hace hincapié en una de las oportunidades que ofrece para revitalizar el pueblo: «Ofrezco un local, un bar, con un alquiler de 25 euros al año». Hace 4 años que este establecimiento no está operativo. Su ilusión es que, más allá de las fiestas patronales de San Blas que se celebran en febrero, el pueblo pueda sobrevivir. En estos momentos el municipio de Benquerencia no cuenta con ningún comercio. Todos han cerrado.
«Yo también soy villa, como la de Madrid: soy la villa de Ruanes»
La carretera EX-381 une Benquerencia con Ruanes en poco más de 11 kilómetros. La dehesa cuenta ahora con alguna vaca pastando. José Rodríguez es alcalde de este último municipio desde el año 2015. En la calle, del mismo modo que en Benquerencia, no hay nadie y el coche encuentra rápido su sitio. El Ayuntamiento, con fachada amarilla y un escudo esculpido a piedra, luce tres grandes banderas: la europea, la española y la extremeña.
Orgulloso del pueblo, nos lanza la siguiente consigna antes de empezar la entrevista: «Yo también soy una villa, como la de Madrid. Soy la villa de Ruanes«. De este modo, reivindica «que sus peticiones son tan importantes como las de una gran ciudad».
En Ruanes viven 92 personas actualmente, y su presupuesto para el año que viene es de 202.000 euros. «No me da para todo», explica José. Su primera exigencia al próximo Gobierno de la Junta es clara: mayor dotación económica. «Si no fuera por la Diputación, no podríamos subsistir«, insiste en varias ocasiones.
Entre los proyectos prioritarios de su municipio se sitúan la renovación de las instalaciones de las aguas residuales. «No podemos dar ahora mismo los servicios que necesitamos. Y tenemos proyectos parados desde hace 3 y 4 años«. Insiste en que es urgente renovar este sistema de aguas.
Del mismo modo que Alberto Buj, José Rodríguez «también se siente con las fuerzas mínimas». Y saca a la luz una cosa que, según él, pocos saben: los alcaldes de los pueblos pequeños no cobran ningún sueldo a final de mes. «Es más, yo pongo dinero«, nos cuenta con confianza.
Proyectos para los próximos años: un cajero en el pueblo y un helipuerto
En la lista de exigencias de Ruanes hay dos cosas clave. La primera, que la ciudadanía pueda tener acceso a dinero en metálico con facilidad. «La media de edad es muy alta en este pueblo«, explica José. El cajero más cercano está a nueve kilómetros, y mucha de la población no conduce o bien ya no tiene carné.
La otra petición es que se pueda construir un helipuerto a las afueras del municipio. «Debe de servir para evacuar a la población o a quién lo necesite en caso de incendios, estamos rodeados de vegetación», poniendo especial énfasis en que puede ser muy útil para la comarca.
Al despedirnos, el alcalde de Ruanes se ofrece a guiarnos también por el centro del pueblo. Solo rompe el silencio el paso de un coche, cuyo conductor saluda al regidor alzando la barbilla. El cielo está limpio y el sol calienta. El abrigo molesta más que abriga a una semana de Navidad. José Rodríguez nos sonríe con orgullo y explica que, hace poco, han podido abrir un pequeño gimnasio tras años de ahorro.