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Aunque los mayores son más vulnerables, cualquiera puede padecerlo tras un periodo de exposición continua al calor
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Están en riesgo trabajadores al aire libre o quienes viven en casas no aclimatadas correctamente

La segunda ola de calor del verano sigue abrasando España. El episodio ya se ha cobrado una víctima mortal directa, un hombre de 85 años en Badajoz, pero, aunque el foco a la hora de hablar de prevención se centra habitualmente en las personas mayores, una de las franjas más vulnerables, nadie está a salvo de sufrir un golpe de calor.
«Todos somos vulnerables. En cualquier momento», señala a RTVE.es Laura Carbajo, médica de familia en Huelva y miembro de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC). Recuerda, por ejemplo, un caso que atendió recientemente en urgencias. Un hombre de mediana edad sufrió un golpe de calor tras sufrir una avería en la carretera y verse expuesto al sol «un par de horas», hasta que llegó la grúa. Fue el encargado de llevarse el coche quien advirtió que el hombre «estaba obnubilado y hablaba raro» y llamó a emergencias.
Con los termómetros rondando o superando los 40 grados, como ocurre estos días, el hecho de exponerse un periodo de tiempo determinado a las altas temperaturas ya hace dispararse el riesgo. «Pensamos que solamente sufres un golpe de calor si estás expuesto directamente al sol. Y eso no es así, con estar expuesto a las temperaturas altas es suficiente», apunta en RNE la presidenta de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Pilar Rodríguez.
Pilar Rodríguez, presidenta de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia: «Nadie está libre de sufrir un golpe de calor»
Corren riesgo, por ejemplo, quienes viven en «casas que no están suficientemente bien aclimatadas», afirma Carbajo. El tiempo de exposición tras el cual se puede sufrir esta afectación dependerá de las características de cada persona, pero tampoco se libran quienes estén sanos. Entre ellos, los que practican ejercicio intenso en las horas de más calor.
Los síntomas: una piel caliente, enrojecida y seca
La exposición a las temperaturas excesivas puede provocar calambres, mareos y cefaleas, pero el efecto más grave es el golpe de calor, ya que puede ser mortal. Este se da «cuando el cuerpo no puede regular la temperatura y supera incluso los 40 grados», mientras la temperatura normal en una persona está entre los 35,5 y los 36,5 grados, subraya Ángel Bermejo, subdirector de Enfermería de Suma 112.
Se detecta cuando quien lo sufre presenta «una piel caliente, enrojecida y seca, sin sudor» y los síntomas más habituales son «dolor de cabeza, mareo, debilidad, náuseas, confusión y, en el peor de los casos, convulsiones y pérdida de consciencia».
Al detectar estos síntomas en alguien cercano, es fundamental llamar rápidamente a los servicios sanitarios, y, mientras, poner a la persona en un espacio fresco y a la sombra. También, si es posible, aplicar «compresas frescas en la cabeza y en todas las partes que se pueda», según Laura Carbajo.
La ausencia de la sensación de sed, principal problema para los mayores
Los más vulnerables al calor son, entre otros, los mayores de 65 años, los menores de cuatro años, las mujeres embarazadas, enfermos crónicos o pacientes de enfermedades neurodegenerativas. El problema para los mayores es que con la edad el organismo va perdiendo la capacidad de alertar al cuerpo de que tiene que beber, algo que también ocurre al tomar con medicamentos como los que se usan contra la hipertensión.
Por ello, es importante que haya alguien con ellos comprobando que beban agua regularmente. Una manera sencilla y eficaz es que la persona mayor tenga una botella para él o para ella exclusivamente, y comprobar a lo largo del día si realmente está bebiendo, propone esta doctora.
En todo caso, insiste en que «no hace falta estar en edades extremas de la vida para tener ese golpe de calor». Entre los fallecidos este verano por esta causa hay dos personas de 52 y 53 años en Alicante y Castellón, respectivamente, o una trabajadora de la limpieza de Barcelona de 51 años, que murió tras desarrollar su jornada una tarde en plena ola de calor.
Ángel Bermejo, subdirector de enfermería del SUMMA 112: «Es una situación grave que no hay que confundir con una insolación»
«Si un futbolista tiene que parar un partido para hidratarse, más un trabajador»
Mientras que las campañas de concienciación y las medidas de adaptación se han centrado en la población mayor, reduciendo exitosamente el número de muertes por calor en las últimas décadas -especialmente tras el toque de atención que supuso la mortífera ola de calor de 2003-, la protección de las personas en edad laboral siguen siendo la principal tarea pendiente.
«La legislación laboral tiene que adaptarse a esta situación, llevamos cinco años con estos incrementos excesivos de temperatura», asegura Lorenzo Armenteros, médico de familia y miembro de la SEMG.
Considera que «los trabajadores en el exterior se han convertido en una población de riesgo añadida a mayores, niños o embarazadas», por lo que recuerda que hay que tomar medidas como establecer descansos, tener horarios estipulados y que haya «horas en las que tiene que estar completamente prohibido trabajar». También destaca la importancia de parar para beber agua. «Si un jugador de futbol tiene que parar un partido para que pueda hidratarse, más un trabajador que se somete a 30 – 40 grados en el exterior».
Una jornada laboral que evite las horas de más calor
El Gobierno aprobó un decreto en 2023 que planteaba medidas de protección para estos trabajadores. Esta medida obliga a que, si la Aemet emite un aviso naranja o rojo por altas temperaturas, la empresa tenga que modificar las condiciones de su empleado, reduciendo si hace falta su horario o suspendiendo la jornada.
Carbajo no tiene que irse muy lejos para comprobar cómo los trabajadores adaptan su jornada al calor. En la Sierra de Huelva, donde reside, sale a pasear a las 7 de la mañana, aprovechando el frescor de esa hora, y ve cómo a esa hora muchos agricultores y ganaderos llevan ya un buen rato trabajando.
«En el momento en que ya se puede ver algo, cuando hay un poco de luz, ya están haciendo las labores del campo y máximo a las 12.30 o 13.00 ya están volviendo. Están muy concienciados de que a esas horas centrales no se puede trabajar a pleno sol y luego vuelven a la tarea al final de la tarde y aprovechan las últimas horas de sol», ejemplifica.
A medida que las temperaturas siguen subiendo y las olas de calor sean más largas e intensas por el cambio climático, extender este tipo de actuaciones será crucial para proteger a la población, insisten los expertos.




