Niños de Colombia reclutados por la guerrilla para matar: «Llegan, los camuflan y los ponen como carne de cañón»

  • RTVE viaja al Departamento del Cauca, de los más afectados por las captaciones de menores por grupos armados

  • Recurren a las redes sociales y a la desesperación de los menores para persuadirlos

Menores secuestrados por guerrilleros en Colombia
Una persona con vestimenta similar a la militar agarra un walkie-talkie. GETTY IMAGES
BEATRIZ VIAÑO (ENVIADA ESPECIAL A CALOTO, COLOMBIA)

Después de meses de persecución y acoso para que entrara en un grupo armado, Andrés fue secuestrado a los 14 años por varios guerrilleros a las puertas de su colegio. «Me estaba esperando un 4×4 polarizado. Salieron dos hombres armados y me subieron forzosamente porque yo no quería. Yo lloraba. Me pusieron una bolsa en la cabeza y no me dijeron nada. Solo dijeron ‘móntese’. Me pusieron una pistola en la cabeza… yo qué iba a hacer», cuenta a RTVE ya desde el centro de protección de menores de la Fundación Benposta, donde hoy sueña con ser futbolista o ingeniero de sistemas.

Hace poco más de un año que logró escapar del campamento donde estaba retenido. Tomó la decisión durante una emboscada en la que perdieron la vida otros dos jóvenes reclutados como él. «Yo era un metrero. Es el que carga la metralleta y le da espacio para que los otros disparen (…) Un día en un atentado que nos hizo el Ejército lo mataron. Cayó a mi lado, porque era mi acompañante. Ese día sí que me asusté mucho porque le pegaron el tiro en toda la cabeza», afirma este adolescente, que tuvo la valentía de fugarse a pesar del riesgo de que lo asesinaran los jefes de la organización.

El recrudecimiento de la violencia en zonas rurales de Colombia ha activado las alarmas por el aumento de casos de reclutamiento forzoso de menores. Para conocer esta situación viajamos al suroccidente del país. Nos dirigimos hacia el municipio de Caloto, ubicado en el Departamento del Cauca, uno de los más afectados por esta práctica a la que recurren diferentes grupos armados.

En un paraje de robustas montañas verdes y valles se desata una guerra de guerrillas. Aquí nadie puede entrar si no es con autorización de organizaciones armadas, que campan a sus anchas por un territorio adonde no llega la presencia del Estado. A plena luz del día, dos guerrilleros empuñan sus fusiles en las inmediaciones de un colegio. Pertenecen a uno de los grupos que se disputa los negocios ilegales y las rutas del narcotráfico. En esta pugna se enfrentan a fuego cruzado y lo hacen con la población civil, mayoritariamente indígenas Nasa.

En la vereda el Credo nos espera Alexander. A sus 17 años todavía está atravesando el duelo por la muerte de su hermano mayor, que falleció hace unos meses atrapado en las filas de la guerrilla a la que se había incorporado. A este joven indígena del Pueblo Nasa le delata el gesto de dolor por la pérdida de un familiar tan cercano y querido. Además, sus palabras transmiten la indignación y frustración por haber nacido en una región sin oportunidades.

Lucha entre guerrillas por las rutas del narcotráfico en la región colombiana de Catatumbo

Jóvenes sin recursos buscan la alternativa «fácil»

«Él entró a esta guerrilla actual porque, la verdad, usted sabe que las situaciones acá en este territorio son muy difíciles. Los trabajos… hay veces que hay escasez. Aquí hay problemas económicos y a veces preferimos tomar el camino fácil y el camino fácil es esto, tomar los grupos armados, porque ahí hay dinero de por medio», confiesa Alexander, que siente el abandono del Estado en esta región colombiana.

El adolescente se ha pasado su corta existencia de vida rodeado de cultivos ilegales de hoja de coca y de una violencia extrema. «Tantos años de guerra y violencia es duro, pero uno ya se acostumbra a ver grupos armados, a ver guerra. Para uno escuchar disparos ya prácticamente es casi normal, porque uno ya se ha acostumbrado a ver esta violencia», revela el indígena del Pueblo Nasa.

Facebook, Tik Tok e Instagram: herramientas para reclutar

En este ambiente hostil resulta fácil captar la atención de menores bajo falsas promesas. Los grupos armados les ofrecen vehículos de alta gama, motos de gran cilindrada, artículos de lujo, armas o salarios que no pasan de los 100 euros al mes. Las organizaciones consiguen acercarse a ellos a través de las redes sociales. Facebook, Tik Tok o Instagram se han convertido en poderosas herramientas para convencer a los más vulnerables.

«A mi hijo le llegó al celular un mensaje para que se vinculara a uno de estos grupos. Le enseñaban fotos mostrando la plata, le mostraban armas: ‘Mire, que usted puede tener uno de estos… mire, que si usted se viene con nosotros, puede tener esta cantidad de plata…'», explica Francelly Mestizo, una madre de familia que vive con el miedo de que sus dos hijos acaben engañados en un frente de batalla.

Embaucan a niñas y adolescentes para que caigan en sus redes

Los guerrilleros también recurren a la seducción para embaucar con mentiras a niñas y adolescentes. «Se utiliza mucho lo de: ‘Yo te llevo a vivir conmigo’, o cosas así. También prometen cosas como ‘vamos a tener la relación soñada, pero tienes que entrar a esto (la guerrilla)'», cuenta María José Cuchillos, una estudiante de 17 años del colegio el Credo. Bajo esta táctica, una de sus amigas se escapó de casa con un combatiente y no ha vuelto a saber nada de ella. «Él era muy… atento (duda por un instante), se puede decir. Le prometía cosas y ella se enamoró y tomó esa decisión», asegura.

La ACIN (Asociación de Cabildos Indígenas del norte del Cauca) es la organización que defiende los derechos del Pueblo Nasa, uno de los más afectados por el reclutamiento en el Departamento del Cauca. Las autoridades indígenas denuncian que, una vez capturadas, las menores están en riesgo de sufrir violencia sexual, física y psicológica. «Ven en ellos un referente, un entorno protector y es súper fácil llevárselas. Y cuando las llevan, las dejan en el campamento y ellos salen otra vez a reclutar», afirma Anyi Zapata, representante de ACIN.

En esta región del Pacífico, todo el mundo conoce a alguien que, ya sea bajo la fórmula del secuestro o del reclutamiento, ha terminado en la red de una de estas organizaciones criminales. «No volvimos a saber nada de él y mi mamá hace poco estuvo averiguando y le dijeron que lo habían matado. Y no sabemos qué fue realmente lo que pasó con él», confiesa Dana Elisabeth Pianda, una niña indígena de 12 años que no puede garantizar si su hermano sigue o no con vida.

Menores como escudo de guerra

Una vez dentro de la guerrilla, los menores son trasladados a otros departamentos rurales del país donde están los grandes frentes de combate. «Su misión es combatir, no hay otra. Estos chicos llegan, los camuflan, les dan sus armamentos y los ponen como carne de cañón», asevera Anyi Zapata, lideresa indígena de ACIN.

La mayoría de los que fallecen son abandonados en fosas comunes y muy pocas madres recuperan los cadáveres. «Hay grupos que pagan a funerarias para que lleven el cuerpo de sus hijos a sus madres, pero con la condición de que se entierren sus cuerpos en silencio y en horas de la noche. Tenemos muchos casos de madres enterrando a sus hijos en horas de la noche, llorando solas porque no les pueden contar a nadie más», asegura Anyi Zapata. Esta lideresa en derechos humanos revela que son excepcionales las familias que reciben una «indemnización» de los grupos criminales de hasta 400 euros por la muerte de sus hijos.

La Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, que lucha a diario por rescatar a los menores de su comunidad retenidos, contabiliza alrededor de 1.000 casos de reclutamiento desde la firma del tratado de Paz en 2016. Pero podrían ser más, porque están convencidos de que se trata de un subregistro.