De 88 años, Jorge Bergoglio ha dado un giro social a la Iglesia, ha abierto la institución a mujeres y gais, y en su pontificado han descargado las guerras entre las facciones progresistas y conservadoras

El papa saludó desde el papamóvil a los fieles congregados en la plaza de San Pedro el 20 de abril de 2025.EFE/EPA/ANGELO CARCONI / ANGELO CARCONI / EFE
Irene Savio Roma
El Vaticano ha anunciado la muerte del papa Francisco. Tenía 88 años (Buenos Aires, 1937) y desde 2021 su salud había empezado a deteriorarse. Se cierra así un periodo extraordinario dentro de la Iglesia católica, en el que un sacerdote argentino de zapatos negros gastados, que siempre vistió una sencilla cruz de plata, puso fin a la tradición de los papas europeos. «Mis hermanos cardenales han ido a buscar al Papa al fin del mundo», fueron sus primeras palabras, tras el cónclave de 2013.
El papado del primer pontífice latinoamericano y jesuita –el 266º sucesor de Pedro, según la tradición católica– empezó un 13 de marzo, pero el inicio hacia una Iglesia más moderna y «pobre y de los pobres» no tardó mucho más en aparecer. Desde el principio, Francisco dejó clara su intención de dibujar un pontificado disruptivo en comparación con sus antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Eligió el nombre de San Francisco de Asís, el santo de los pobres y de la naturaleza, se negó a vivir en el lujo del Palacio Apostólico y se trasladó al modesto albergue vaticano de Santa Marta. También introdujo un lenguaje más directo, sencillo y claro, con el que quiso proyectar la imagen de un papa «pastor». Así, en poco tiempo, se ganó la fama de gran comunicador y líder carismático, lo que no lo protegió de sus muchos enemigos, especialmente entre las filas del sector conservador.
Muchas de sus encíclicas y documentos han marcado un cambio de rumbo en la Iglesia, abordando temas socioeconómicos, políticos y ecológicos desde una perspectiva diferente dentro de la Iglesia. Ejemplo de ello es su exhortación apostólica ‘La alegría del Evangelio’, publicada en 2013, en la que criticó duramente al capitalismo. Otra fue la ‘Laudato Si’, difundida en 2015, en la que denunció el antropocentrismo moderno y abogó por el cuidado de la naturaleza. Además, Francisco también promovió la reforma de la curia romana con la Constitución Apostólica ‘Predicad el Evangelio’, que priorizó la evangelización y puso el poder central de Roma al servicio de las periferias (los obispos en lugares alejados de Roma).
Así como Juan Pablo II fue el papa que contribuyó a derrotar el comunismo, Francisco intentó de esta manera también acabar con la barrera entre el sur y el norte del mundo. Y al hacerlo también convirtió la defensa de los migrantes en una de sus grandes batallas; algo que cautivó incluso a sectores aparentemente alejados de la religión, como, por ejemplo, la izquierda atea. «La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia”, llegó a decir.
Aperturismo
El mensaje también aquí era claro desde el comienzo: la Iglesia que Francisco siempre quiso ha sido la de una institución más abierta a los excluidos, a los divorciados vueltos a casar, a los homosexuales, a las mujeres. Algo se logró. En 2023, dio el derecho a voz y voto a las mujeres por primera vez en un gran sínodo y ese mismo año autorizó las bendiciones a uniones de hecho o parejas del mismo sexo y defendió impartir los sacramentos a los divorciados vueltos a casar. Pero no todo salió como previsto. Tanto que a menudo fue acusado por la parte más progresista de no haber tenido la valentía de romper con algunos tabús ancestrales de la vieja Iglesia como el de los sacerdotes casados y el de la plena participación de la mujer en el gobierno de la Iglesia.
Geopolítica y diplomacia
Lo mismo ocurrió a escala geopolítica; Francisco incluso intentó recomponer la relación con China y no rompió nunca relaciones con Rusia, tampoco tras la invasión rusa de Ucrania. Pero el precio que pagó por ello no fue minúsculo. Con China nunca alcanzó un acercamiento completo y sus intentos lo llevaron además a un durísimo enfrentamiento con Washington; con Rusia, su fracaso en lograr resultados diplomáticos de calado para frenar la guerra en Ucrania puso en evidencia los límites de la diplomacia vaticana.
Este hecho coincidió, en paralelo, con la práctica anulación de sus anteriores esfuerzos con Cirilo, jefe de la Iglesia ortodoxa de Moscú. Con él, la relación se enfrió notablemente después de 2022, dejando atrás incluso la histórica reunión entre los dos de 2016 en Cuba (el primer cara a cara entre un Papa católico y un patriarca ortodoxo ruso desde el cisma de 1054).
Guerras e intrigas en la Iglesia
Aun así, su disposición a estrechar lazos con otras religiones también definió muchas de sus acciones. Con este propósito, sobre todo en la primera etapa de su pontificado, visitó varios países de mayoría musulmana y celebró numerosos encuentros con líderes judíos, anglicanos y de otras confesiones. Uno de ellos se organizó en Emiratos Árabes Unidos en 2019 junto con la Universidad suní de Al-Azhar, acto que finalmente inspiró a la ONU para instituir el Día Internacional de la Fraternidad Humana el 4 de febrero, que aboga por la colaboración de todas las religiones en el diálogo para la paz y la estabilidad social.
El reverso de la moneda han sido los numerosos enemigos que Francisco ha cosechado, muchos de ellos fuera del Vaticano, así como las infinitas guerras internas que se han desarrollado en torno a sus ideas y su propuesta de actualización de la Iglesia católica. El conflicto más cruento ha sido el choque entre la progresista Iglesia alemana y el conservador clero estadounidense, abiertamente crítico con las aperturas del Papa. El resultado ha sido especialmente perjudicial, ya que ha impedido cambios más profundos en la estructura jerárquica, piramidal y patriarcal de la institución.
Desafíos pendientes
Además, el fallecido Papa también tuvo que enfrentarse a los escándalos de abusos sexuales, heredados en gran parte de la época de Juan Pablo II. Una cuestión que le obligó a pronunciarse reiteradamente sobre ella, con mensajes de condena, y a endurecer la legislación vaticana al respecto. De igual manera, también continuó el trabajo emprendido por Benedicto para reformar las finanzas vaticanas: creó una Secretaría para la Economía que no existía y aprobó leyes y mecanismos para castigar aún más estos delitos fuera y dentro del propio Vaticano. Tanto es así que Francisco llegó a sentar en el banquillo de los acusados a un cardenal: Angelo Becciu, acusado de malversación de dinero vaticano.
Las advertencias sobre el deterioro del estado de salud del Papa han llegado por capítulos en los últimos años. Una de las primeras fue en 2021, cuando Francisco permaneció 10 días ingresado tras someterse a una operación para extraerle parte del colon. Un año después, en 2022, tuvo que aplazar un viaje a África debido a problemas en la rodilla. Más tarde volvió a preocupar a finales de marzo de 2023, cuando fue ingresado de urgencia por una bronquitis infecciosa, lo que lo llevó a pasar cuatro días en el hospital Gemelli de Roma. Y nuevamente, a finales de mayo de ese mismo año, tuvo que suspender su agenda diaria debido a cansancio y fiebre.
Cónclave para elegir el sucesor
Tras la muerte de un Papa empieza el llamado periodo de sede vacante, durante el cual gobierna el Colegio de Cardenales. Estos deben convocar el cónclave para elegir al nuevo sucesor de San Pedro entre los 15 y 20 días después de la vacante de la sede apostólica. Los cardenales que tienen derecho a voto son los que tienen menos de 80 años y los que pueden integrar el Cónclave son 138.