Zidane ha coneguido una reacción en el Madrid que es innegable. Cuando peor estaba y más discutido era, añadió por fin la frescura de un par de jóvenes, Valverde y Rodrygo, y apretó las clavijas en defensa. El resultado ya es un hecho y solo falta comprobar su duración, la «sostenibilidad». Zidane sabe pedirle esfuerzos cortos a la plantilla y obtener respuestas.
El retorno de Lucas Vázquez extendía un prejuicio de tristeza sobre el inicio del partido en Éibar. De tristeza y de sospecha, pues parecía que el Madrid, desbrasileñizado, podría volver a las andadas, pero no fue así. Lucas, que estuvo hacendoso, fue acompañado de un primoroso inicio de Benzema, que suele jugar muy bien en Ipurua -o quizás juega igual y le luce más- y la aparición, por fin, del gran Hazard, del jugador de talla mundial. Podría decirse que Hazard alcanzó por fin su talla.
Ante la presión del Eibar, clásico ya de la competición, el Madrid encontró en la izquierda el lugar por donde salir con mucha fluidez. Allí pisaba Mendy, necesario fuera de casa por su seguridad; pisaba Valverde, alargando el juego, dándole una ida y vuelta, un movimiento tan continuo que acaba convirtiéndose en eso, en continuidad, en transición del juego, lo que se le pide al centrocampismo; y pisaba sobre todo Hazard, que estuvo en el origen de los tres primeros goles. Ya en el minuto 2 y en el 9 le dio dos buenos pases a Benzema, y en el 17 volvió a buscarle en una jugada que, tras intentos de Valverde y Modric, acabó rematando a gol el propio Benzema.
Poco después, Hazard entró en el área en nueva combinación entre los dos y fue derribado con penalti. El gol lo marcó Ramos, sin panenka, pero con la misma paradiña convertida en duelo psicológico con el portero. En la celebración remedó con sus manos capitanas un ave, quizás una paloma, y luego se señaló el dorsal.
Este segundo gol inicio un pequeño show de Hazard, con carreras, regates y hasta una rabona. Estaba muy vivo, habilidoso, y a una velocidad superior. Todo el Madrid lo estaba. El balón circulaba más rápido que un rumor y, sobre esa alta velocidad, aparecía como un turbo la velocidad aún mayor de Hazard en el esprín del 10.
Desde allí abrió el juego a la derecha en el minudo 27 para que Lucas, muy diligente en su forma de contragolpear, sacara otro penalti que tiró Benzema con absoluta solvencia.
El Madrid pasó a dominar el partido y su juego, bueno, disfrutable y a ratos espectacular, se fue aquietando hacia el descanso. Aun pudo marcar el cuarto, sin embargo, en un buen pase de Lucas a Benzema, pase obtenido previa presión muy alta al defensa local.
Porque era un Madrid muy sólido, firme, seguro atrás y confiado de nuevo para hacer cosas en ataque. De repente, además, es como si le hubieran surgido dos fichajes: ese hallazgo que ha resultado ser Rodrygo, y el esperado Hazard. Fueron, sin discusión, los mejores minutos del Madrid en la temporada.
Del descanso el partido salió ya cambiado. El Madrid se echó atrás y el Eibar pudo tener más tiempo la pelota, sin grandes resultados. En la espera del Madrid no dejaba de haber tensión y se apreciaba eso que ahora llamamos “compromiso”. Era curioso ver a Hazard presionando a su par en la banda. Había un estado de felicidad colectiva en el equipo.
Ese dejarse dominar suele tener, no obstante, algo de mal presagio, y en esos minutos Casemiro tuvo un problema con su tobillo. Su cojera fue de repente un recordatorio de la fragilidad de las cosas. Todo el Madrid parece descansar en esos tobillos de importancia incalculable. Los tobillos de Casemiro son lo más importante del Madrid. Lo sostienen todo.
Llegó algo el Eibar, poco, y pudo apreciarse la mayor seguridad de Courtois, lo que de psicológico tiene un portero.
El Madrid ya no atacaba como en la primera parte, pero aún consiguió marcar el cuarto después de otra gran jugada coral, de banda a banda, con pase final de Modric para la llegada de Valverde, que ajustó un tiro poderoso al palo. Era su primer gol liguero, pero parecía que lo habíamos visto ya. La razón quizás sea que en Valverde hay un “llegador”, lo tiene todo para explotar ese suerte del fútbol que podría darle al Madrid ¿10 goles más al año?
Ese gol inauguró la fase de cambios en el partido: minutos terapéuticos para Isco y Vinicius, de rehabilitación. “Hola, me llamo Isco y giro sobre mí mismo”. Zidane intenta recuperar a Isco, se nota, confía en él, y con Vinicius debe lograr algo porque hasta el momento es uno de sus borrones.
El partido ya no tenía argumento ni interés, pero el Madrid aún se empeñó en no recibir gol. Son ya cinco partidos con la puerta a cero, algo que hace poco hubiera resultado increíble. El Madrid va camino de convertirse en la mejor defensa del campeonato, lo cual debe de decir algo sobre el campeonato o sobre el Madrid.
El partido llevaba muerto mucho tiempo, quizás desde el principio (no hubo tarjetas) y los últimos minutos fueron un mero trámite arbitral, como ir desconectando una máquina.
El Madrid de Zidane toma forma, gana consistencia: sus jóvenes cuajan, Hazard enseña su verdadera silueta y además le surge una firmeza defensiva que está por ver en qué quedará.