China experimenta con diademas cerebrales que miden la atención de los estudiantes en clase

El país asiático introduce estos artilugios y las cámaras de reconocimiento facial para «medir» la atención de los alumnos.

El sistema de control basado en el uso intensivo de la inteligencia artificial y las últimas tecnologías que China se encuentra experimentado en diversas regiones y sectores sociales del país parece haberse adentrado en las aulas de varios colegios, que han comenzado a utilizar diademas cerebrales para controlar y evaluar la atención de los alumnos.

Una serie de fotos que se convirtieron en un fenómeno viral en Weibo, la principal plataforma del internet local, han permitido conocer la presencia de estos artilugios que miden los impulsos del cerebro y que se utilizan ya en varios recintos lectivos de la provincia de Zhejiang, situada en el sur del estado asiático, incluido el Colegio Experimental Jiangnan de la ciudad de Hangzhou.

Las imágenes mostraban como los estudiantes portaban uno de esos artefactos denominado «Focus» diseñados por la Brainco Inc, una firma apadrinada por la universidad de Harvard en EEUU.

Según la publicidad de la empresa, esta diadema viene vinculada a un programa informático que detecta y cuantifica los niveles de atención de los estudiantes. «Es el primer portal en las aulas de todo el mundo que permite que los maestros evalúen la efectividad de la enseñanza en tiempo real y realizar los ajustes correspondientes», asegura la firma.

Los profesores son capaces de percibir qué niños no están prestando atención en base al color que exhibe la diadema siguiendo la pauta de los semáforos.

Al finalizar cada clase, la página web otorga una clasificación de los alumnos con la máxima puntuación.

Brainco Inc informó hace ya dos años que se disponía a distribuir más de 20.000 diademas destinadas al mercado chino. La empresa explicó que las escuelas en China adolecen de «una baja eficiencia durante los estudios en el aula» y que el sistema Focus pretende «ayudar a los maestros chinos a optimizar su metodología de enseñanza e involucrar mejor a los alumnos».

Aunque los progenitores de los colegios implicados en este singular experimento no parecen haber encontrado ningún problema a la hora de permitir el uso de las diademas, la noticia generó más de un comentario sarcástico entre los internautas chinos antes de que la censura oficial suprimiera las instantáneas de la red.

«No me parece diferente a cualquier escena de una película de horror», aseguró uno de los ciudadanos tras observar las fotografías.

Otro fue más irónico. «Sugiero que se añada un sistema de descargas eléctricas, que permita despertar a los alumnos que se estén durmiendo en clase», aseveró.

La cuenta en Weibo de The Onion Sport, que pretende emular a la publicación satírica norteamericana, también se inclinó por comentar la noticia en tono mordaz y anunció que hasta el equipo de fútbol nacional de China ha sido dotado de este instrumental, en su caso por medio de brazaletes colocados en el tobillo que lanzan descargas eléctricas si el jugador no se mueve durante más de 5 segundos.

El uso de diademas cerebrales no constituye sino un paso más en todo un proceso sistemático de control de las instituciones lectivas de la nación asiática, donde, por ejemplo, la utilización del reconocimiento facial para identificar a los estudiantes comienza a convertirse ya en una rutina.

El año pasado el Diario del Pueblo informó sobre otra escuela de Hangzhou donde el reconocimiento facial se entremezclaba con un programa de inteligencia artificial que permite interpretar los gestos de los niños y adivinar si están atentos a la clase o pensando en las musarañas. En este último caso, el sistema envía una notificación al profesor.

Cada aula estaba vigilada por tres cámaras equipadas con esa tecnología.

Los responsables de las instalaciones educativas adujeron que todo el plan forma parte de una prueba para la introducción de un «sistema inteligente de gestión del comportamiento en el aula».

Uno de los estudiantes citados por Sina , una publicación local, reconoció que su comportamiento había cambiado tras la introducción de las cámaras.

«A veces, en algunas clases que no me gustaban mucho, era un poco vago y hacía cosas como dormir la siesta encima del escritorio o ponerme a hojear el libro. Pero desde que están las cámaras es como si tuviéramos un par de ojos misteriosos que me observan constantemente y no me atrevo a dejar que mi mente divague», declaró.

El peculiar sistema capitalista que se aplica en el país asiático, donde el estado promueve con políticas de exenciones fiscales, subvenciones o contratos la actividad de determinados sectores empresariales privados, ha propiciado una ingente expansión de la llamada industria de la «ciberseguridad» dedicada a combinar el desarrollo de las últimas tecnologías con aplicaciones que permitan reforzar el control de la población.

Según un informe que difundió un instituto de investigación dependiente del Ministerio de Tecnología chino el pasado miércoles, se espera que la industria de la «ciberseguridad» incremente sus ingresos en un 23% este año respecto al anterior hasta alcanzar los 8.000 millones de euros.

La Academia China de Tecnología de la Información y la Comunicación aseguró que ya hay cerca de 3.000 empresas trabajando en este sector, un aumento del 8% respecto a 2017.

Pekín pretende aplicar el año que viene un sistema de crédito social en todo el país, que calificaría a los ciudadanos siguiendo una escala de puntos similar a la que se utiliza en España para el carnet de conducir.

Las autoridades pretenden extender ahora ese proyecto a las empresas, que también tendrían que someterse a este riguroso control.

Un informe que difundió en agosto la Cámara de Comercio de la Unión Europea advertía que si las firmas obtienen una mala calificación podrían enfrentarse a problemas a la hora de superar los controles aduaneros, realizar transacciones financieras o ver como sus representantes legales tienen dificultades para adquirir propiedades.

«Una puntuación alta puede significar menos impuestos, mejores condiciones de crédito, un acceso más fácil a los mercados y más oportunidades para conseguir contratos públicos. Una puntuación baja significa lo contrario y podría incluso propiciar listas negras. Puede significar la vida o la muerte para las compañías individuales», se leía en el citado análisis.

Los datos que permitirán conformar esta escala de puntuación empresarial se recopilarán a partir de la propia información suministrada por las compañías, las inspecciones de funcionarios pero también a partir de la vigilancia por medio de cámaras y nuevas tecnologías.