El equipo albinegro perdió por 0-1 ante el Córdoba. El presidente Francisco Belmonte se ausentó del palco.

GREGORIO LEÓN
Francisco Belmonte no vio en directo la nueva derrota del Cartagena. El presidente del Cartagena se escondió, poniéndose a refugio de la ira y la irritación de los aficionados, patentizada en varios pasajes del partido. En una imagen insólita, el palco quedó huérfano del presidente de la entidad, que este martes dará explicaciones en rueda de prensa. Tampoco hubo noticias de Manuel Sánchez Breis, el director deportivo, también situado en el centro de la polémica. Los jugadores, en un difícil ejercicio de abstracción, intentaron sacar adelante un partido con múltiples complejidades. Este Cartagena de Guillermo Fernández Romo tampoco funciona. Los déficits son estructurales. Vienen de verano.
El Córdoba salió determinado a ponerse con ventaja cuanto antes. Castigando al Cartagena por el flanco izquierdo, donde se le veían todas las vergüenzas a Vukcevic. Y llamó tanto a la puerta el equipo de Iván Ania que Isma Ruiz, con un remate impecable desde fuera del área, mandó la pelota a un ángulo imposible de Pablo Campos. Iba tan bien orientada la pelota que el portero, esta vez, no pudo hacer el milagro que minutos antes había protagonizado, con un disparo envenenado de Casas. De nada sirvieron los siete córners botados por el Cartagena. Pura ineficacia. Vacuidad.
Los minutos fueron cayendo tras el descanso, sin que nadie en el Cartagena se atreviera a hacer un giro en la trama. La voluntariedad no se veía acompañada por el tino. El Córdoba, sin apretar a fondo el acelerador, gestionaba la venta mínima adquirida antes. Los cambios tampoco mejoraron el panorama. Gastón, Delmás y Escriche solo fueron piernas frescas. Y el partido, lánguido, se encaminó hacia su final.
Cinco partidos lleva sin marcar el Cartagena. Está a doce puntos de la salvación. Números pavorosos para un Cartagena que parece condenado.