Marruecos pone concertinas con el dinero de la UE para reemplazar a las españolas

El Mundo

En el bosque de Beliones, debajo de la montaña de la Mujer Muerta, a unos pocos kilómetros de la valla que separa Marruecos y Ceuta, aún quedan cinco campamentos donde una treintena de hombres subsaharianos, la mayoría guineanos, aguarda el momento oportuno para acercarse a la alambrada fronteriza e intentar saltarla. Uno de ellos, de nombre Barry, asegura que las fuerzas auxiliares marroquíes han dejado de molestarles y de hacer batidas con perros en sus campamentos de mantas y plásticos. A 300 kilómetros al sur de Beliones, en Rabat, una fuente del Ministerio del Interior de Marruecos explica el motivo: «Ahora va a ser casi imposible que los inmigrantes consigan saltar hasta Ceuta o Melilla. Con el dinero de Europa estamos blindando nuestras fronteras».

Desde la capital del reino de Mohamed VI lo llaman «cordón de seguridad». Y se financia con las ayudas que acordó a finales del año pasado la Comisión Europeacon un paquete de 140 millones de euros, más de 30 millones ya inyectados en el presupuesto marroquí, para que frenen la inmigración irregular hacia España. Y las primeras medidas de control ya se pueden ver en su lado de la valla fronteriza con Ceuta: una nueva alambrada con concertinas y dos fosos para impedir que los inmigrantes ni siquiera rocen una valla de seis metros que empezó a construir el Tercio de la Legión en 1995.

Aquí encontramos la explicación de por qué el viernes 18 de enero el ministro del Interior español, Fernando Grande-Marlaska, anunció que en los próximos meses se retirarían las concertinas de las «zonas más vulnerables» de las vallas de Ceuta y Melilla. Una idea que ya anunció en junio y que no sentó muy bien en Rabat. Entonces el histórico idilio entre el país vecino y los socialistas se tambaleó, hasta que la presión de Pedro Sánchez en Bruselas hizo que Europa se comprometiera a llenar los bolsillos de Marruecos. Y entonces el reino decidió dejar de «levantar la mano» y frenar el flujo migratorio que salía hacia España. El año pasado pararon 89.000 intentos. Aunque 57.498 personas consiguieron arribar a las costas andaluzas por mar y 6.800 a través de Ceuta (1.979) y Melilla (4.821).

Ahora, los subsaharianos que salgan de noche del bosque de Beliones en dirección a la valla de Ceuta se encontrarán primero con una alambrada con cuchillas de casi dos metros. Si consiguen saltarla, probablemente se caerán por el barranco en el que siguen trabajando las excavadoras de Marruecos, junto a las casetas donde las fuerzas auxiliares hacen guardia con los perros. Y si los inmigrantes superan estas dos «trampas», antes de acariciar el doble vallado español, caerán en un foso de dos metros que en un principio se iba a llenar también de concertinas, pero una voz autorizada de Rabat pensó que si lo hacían aquello podría convertirse en una «sangría».

El ministro Marlaska anunció que su plan, con un presupuesto de 32.719.236 euros, era «modernizar» el sistema de protección de las fronteras de las dos ciudades autónomas. «La idea es hacer una valla más tecnificada, multiplicando las cámaras de alta resolución y añadiendo más cámaras térmicas, de reconocimiento facial y sensores de ruido y movimiento», explican fuentes de la Guardia Civil de Ceuta, a los que no les hace mucha gracia que vayan a quitar las concertinas y piden más medios y agentes. También se van a ampliar los carriles de la frontera del Tarajal y el Centro Operativo de Servicios (COS), situado en la aduana, desde donde los agentes monitorizan los 8,2 kilómetros de valla.

Hace unos meses, desde el Ministerio del Interior de Marlaska, contaban a EL MUNDO que una de las medidas que habían llegado a poner sobre la mesa era «un estudio sobre la posibilidad de electrificar diferentes tramos de las vallas fronterizas». Una idea que, como pasó con la de las concertinas en el foso marroquí, se descartó.

En Ceuta, en los próximos meses, las cuchillas que puso el ex presidente Zapatero en 2005 mientras impulsaba su Alianza de Civilizaciones y que fabrica una empresa de Málaga, se retirarán de la parte oriental de la valla, la llamada Finca Berrocal. Una zona que, según explicó el ministro Marlaska, «se reforzará, pero sin medios cruentos». Porque de poner esos «medios cruentos» ya se encarga el país vecino. «Estamos dispuestos a hacer otra vez el papel de malos siempre y cuando España y Europa cumplan con lo prometido. Si no quieren inmigrantes nos tienen que dar más dinero, medios y formación», explica un alto cargo del Ministerio del Interior marroquí.

Ellos lo tienen claro. Y el Gobierno socialista también. Las concertinas de la parte española desaparecerán. Pero Marruecos terminará de construir su valla y los dos fosos «antimigrantes».