LOC revela pasajes inéditos de la cumbre de 2012 entre Don Juan Carlos y Rajoy para tratar el ‘caso Nóos’. Fue la primera sentencia de Iñaki

«Salvar a Iñaki Urdangarin significa dañar al Estado».

EL MUNDO

«No sólo no se puede salvar a Iñaki Urdangarin sino que no se debe. No puede ocurrir que se ponga en riesgo el Estado por intentar librarle. Las evidencias son abrumadoras y las instituciones sufrirían un daño irreparable«. Este razonamiento, hasta ahora inédito y al que ha tenido acceso LA OTRA CRÓNICA, fue expuesto y compartido en La Zarzuela en febrero de 2012, cuando las máximas autoridades españolas se reunieron en secreto para abordar el riesgo de la institución como consecuencia del caso Urdangarin y la necesidad de salvar por todos los medios a la Infanta Cristina.

Aquellas palabras fueron cruzadas en presencia, entre otros, del Rey Juan Carlos, el presidente del Gobierno Mariano Rajoy, el ex fiscal general del Estado Eduardo Torres Dulce y el ex ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón en una cita que desveló en exclusiva este periódico. Pese al tiempo transcurrido, hace ya seis años de aquello, los argumentos gozan hoy de plena vigencia.

Aquel gabinete de crisis al más alto nivel se puso en marcha al conocerse la petición de Manos Limpias para que Cristina de Borbón declarase como imputada y se abordó la situación de la Infanta, pero también y, en detalle, la del propio Urdangarin. Torres Dulce acudió al encuentro con un informe minucioso del fiscal Pedro Horrach en el que ya por aquel entonces le avanzaba que las pruebas de que se había apropiado irregularmente de fondos públicos eran abrumadoras y que formularía un demoledor escrito de acusación para que fuera a la cárcel.

El ex máximo responsable del Ministerio Público puso sobre la mesa la cuestión, se acordó que no había nada que hacer, y por aquellas fechas se dictó la primera sentencia condenatoria contra el ex duque de Palma sin que él mismo lo supiera.

Iñaki Urdangarin, condenado ya en primera instancia por la Audiencia de Palma a seis años y tres meses de prisión por los delitos de malversación de caudales públicos, prevaricación, fraude a la Administración y varios delitos fiscales, afronta las últimas semanas antes de conocer la sentencia firme del Tribunal Supremo más aislado que nunca. Abandonado por el convencimiento institucional de que una operación de salvamento in extremis al ex duque de Palma resquebrajaría los pilares del Estado de Derecho y seguro de que al Rey Felipe y a la Reina Letizia no les conviene en estos momentos otra cosa que no sea su inmediato ingreso en la cárcel.

De ahí que quien fuera presidente del Instituto Nóos aguarde lo que considera un desenlace inevitable asumiendo que el Alto Tribunal le enviará a prisión y confirmará en lo sustancial la sentencia dictada por la Audiencia de Palma. No contempla otro escenario por mucho que su abogado e íntimo amigo Mario Pascual Vives se empeñe en reiterar exactamente lo contrario en sus extravagantes comparecencias públicas.

El borrador del fallo está listo

Mientras tanto los magistrados encargados de dictar la sentencia, Manuel Marchena, Miguel Colmenero, Andrés Martínez Arrieta, Antonio del Moral y Juan Ramón Berdugo, se han juramentado para que no se produzca la más mínima filtración del fallo.

Llegando a calificar el acuerdo de los jueces fuentes próximas a los mismos como «protocolo de especial protección». Sólo han desvelado a su círculo más íntimo que el borrador del fallo está prácticamente listo, queda rematarlo y que será leído por todos y cada uno de ellos en breve.

El ex jugador internacional de balonmano intenta aplacar en Suiza su impotencia ante lo irremediable culpando con dureza entre sus más allegados a la primera institución del Estado de no haber hecho lo suficiente para ahorrarle este trance. Urdangarin sigue convencido, o así lo expresa con rotundidad, pese al reguero de evidencias que dejó tras de sí, que su implicación en el caso Nóos pudo haber tenido y tendría todavía solución si la Jefatura del Estado se hubiera empleado con la misma determinación que lo hizo con su esposa.

Es más, entre sus críticas a la institución se encuentra el recordatorio de que «la Casa Real estaba al tanto de todo» y de que no llevó a cabo ningún movimiento sin que tuviera conocimiento del mismo a través de Carlos García Revenga, entonces secretario personal de las Infantas y tesorero de Nóos.

En esto coincide plenamente Urdangarin con su antigua mano derecha, Diego Torres, que alude a esta tutela recordando que existía en la entidad una carpeta titulada precisamente «Supervisión Zarzuela» en la que se quedaba registrado cada movimiento que realizaban, compra de fotocopiadoras incluida.

El ex duque de Palma se encuentra en libertad sin fianza, situación que a pesar de haber sido ampliamente criticada -el último en hacerlo fue Álvaro Pérez, El Bigotes, en prisión tras la primera sentencia de Gürtel-, es la que corresponde a quienes, como él, han acreditado su arraigo y no tienen importantes causas pendientes mientras aguardan el veredicto definitivo. Ahí está el ejemplo del ex presidente de Bankia, Rodrigo Rato, que permanece en libertad a la espera de que el Alto Tribunal resuelva su recurso de casación por el caso de las tarjetas black, en el que fue condenado a cuatro años y medio o debería ocurrir en el inminente caso Gürtel.

Urdangarin nunca entendió la falta de apoyo institucional desde el primer momento y eso explica que nunca quisiera saber nada de la posibilidad de que la Casa Real le pusiera a su disposición a dos de los mejores letrados penalistas de España, Horacio Oliva e Ignacio Ayala. Se echó en manos de su amigo Mario, quien le ha presentado ante el Supremo como un «amigable componedor» sin conocimientos jurídicos al que no se le pueden exigir responsabilidades en materia económica. «Al olmo no se le pueden pedir peras«, llega a afirmar en uno de sus últimos recursos echando mano de su inimitable prosa.

El marido de la Infanta Cristina pregona en el desierto su inocencia mientras comprueba que ya sólo le queda el apoyo de su esposa, que sigue a su lado sin el más mínimo reproche, y que también se suma a la feroz crítica hacia la Casa Real que, cuentan en su entorno, va en aumento a medida que pasan los días y se acerca peligrosamente el día del veredicto.

Rebaja sustancial

Piensa que con algunos mínimos retoques de la sentencia de la Audiencia de Palma, porque así se lo han dicho letrados de su confianza, su panorama podría variar por completo y lograr una rebaja sustancial pero considera muy improbable que el Supremo se preste a ello con una petición de la Fiscalía de que le sea aumentada en diez años la condena y con el foco de la opinión pública escrutando el contenido del fallo.

Se encuentra distanciado también por completo del Rey Felipe, que siempre marcó las distancias con él desde que le pidiera sin éxito ayuda para pagar el palacete de Pedralbes y que fue advertido por uno de sus amigos más próximos de que aquella operación inmobiliaria le acarrearía problemas en el futuro. Pero también de la Reina Letizia, que hace ya años advirtió el afán lucrativo de la entidad que presidía su cuñado y se permitía incluso bromear en este sentido haciendo juegos de palabras.

Le separa asimismo un muro de hielo del Rey Emérito. Don Juan Carlos admite en privado que ayudó a Urdangarin todo lo que pudo, que hizo gestiones para que le recibieran cargos públicos y empresarios, pero que nunca supo, insiste, que su yerno tenía un desmedido afán por enriquecerse. Por eso le pidió expresamente, entre otros, al ex presidente balear Jaume Matas que tratara bien a Iñaki. Y por eso Iñaki consiguió lo que quiso en Mallorca y celebró dos ediciones de sus ciclos de conferencias a razón de más de un millón público cada una. Pero sin tener conocimiento, siempre según la versión de Don Juan Carlos, de que los fondos públicos acabarían íntegramente en sus bolsillos pasando por la sociedad instrumental Aizoon que compartía con su hija.

Por ello culpa a su yerno, y a nadie más que a él, de haberse aprovechado de su posición familiar y de haber arrastrado a su hija al epicentro del mayor escándalo de la historia reciente de la Corona española que acabó desembocando en su abdicación. Si Cristina, por la que siempre ha sentido especial debilidad, hizo algo, fue porque siguió las instrucciones de su marido, al que atribuye la responsabilidad de lo ocurrido.

Neutralizado para siempre parece el arsenal nuclear de Diego Torres, que también aguarda su turno, rebuscando todavía en el servidor de Nóos y encontrando nuevas pruebas del escándalo, fotos íntimas del matrimonio y hasta instantáneas de Doña Sofía echándose la siesta en el sofá envuelta en una manta con su hija y su yerno, estampas añejas de un pasado que nunca volverá.

Topándose en su minuciosa búsqueda con más correos que agravarían todavía más la situación de Urdangarin pero que prefiere, llegados a este punto, que sean pasto del olvido.

Son comunicaciones de aquella época en la que el ex duque de Palma le decía a su otrora íntimo amigo con un tono casi obsesivo que su principal objetivo con la nueva etapa que emprendieron juntos era «no ser otro Jaime de Marichalar». Nada de ser «un mantenido», de cobrar por asistir a consejos de administración. Quería labrarse un camino de éxito profesional propio, de manera independiente, muy diferente al de su cuñado, al que hacía referencia con desdén. Y vaya que si lo consiguió.