La prostitución entra en casa

Fuente: La Opinión

La Fiscalía Superior de la Región detecta un cambio en el trabajo sexual: los prostíbulos tradicionales son sustituidos por viviendas particulares

La Policía llama a la colaboración ciudadana para poder esclarecer posibles abusos en locales

Lo decía el responsable de la Fiscalía Superior de la Región de MurciaJosé Luis Díaz Manzanera, en la última apertura del Año Judicial, el mes pasado. Ponía el acento el fiscal en que «hay que reseñar como fenómeno nuevo y en auge las informaciones policiales sobre el ejercicio de la prostitución en pisos particulares, donde evidentemente es más difícil el control y vigilancia por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad».

Al ser este fenómeno relativamente novedoso, y en domicilios particulares, se complica, señalaba Díaz Manzanera, «la detección, en su caso, de que en su interior se esté llevando a cabo alguna actividad delictiva y que puedan estarse ocultando a víctimas de trata».

Desde su punto de vista, «sería importante un mayor control sobre este tipo de establecimientos, que muchas veces amparados en la clandestinidad y en las dificultades de acceso a los mismos pueden estar vulnerando la legalidad».

Un hipotético control que, desde los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad consultados, consideran bastante complicado, ante la dificultad de detectar dónde están estos pisos con burdeles clandestinos. Lugares que, en muchas ocasiones, ni siquiera son burdeles con muchas chicas: son simplemente domicilios particulares de personas (principalmente mujeres) que libremente eligen ejercer la prostitución, sin ser coaccionadas por ningún proxeneta.

En estos casos, señalan fuentes policiales, no hay delito alguno que investigar. Hay que tener en cuenta que la prostitución en España se encuentra en una situación de alegalidad: no es legal ni ilegal y su ejercicio libre (cuando una persona decide ejercerlo y quedarse con el beneficio) en absoluto está penado.

Este tipo de viviendas no suelen dar problemas ni propiciar queja alguna del vecindario. «Si una persona opta por recibir en su casa a otras personas, bien pueden ser amistades o parejas, nadie entra en si hay un intercambio económico por sexo u otros servicios», indica un profesional que intervino el verano pasado en una operación en Zarandona (Murcia) que se saldó con cinco detenidos por explotación sexual y venta de droga a través de un inmueble, reconvertido en prostíbulo, en la citada población murciana. Entonces, la investigación arrancó porque una mujer denunció las condiciones laborales abusivas que sufría en aquel lugar.

En esta ocasión sí había proxenetismo. La pareja que lleva el negocio, y que sigue investigada, decía, presuntamente, a las chicas que tenían que estar siempre disponibles a cualquier hora del día para tener sexo con los clientes. Los responsables se quedaban con un porcentaje excesivo, en ocasiones casi íntegro, y alegaban falsos pretextos para pagarles menos, explicó la Policía Nacional. Además, la mayoría de las chicas que allí trabajaban lo hacían en situación irregular.

«Llegamos a descubrir esos delitos gracias, principalmente, a la colaboración ciudadana: si nadie dice nada, la actividad queda ahí, sin saber qué pasa entre cuatro paredes. Suelen ser las propias víctimas, en el caso de que puedan, u otros vecinos, si los hay, quienes dan la voz de alarma. Entonces se actúa», comenta la citada fuente.

No todos los pisos en los que se ejerce la prostitución son lugares de explotación. Desde el Comité de Apoyo a las Trabajadoras del Sexo (CATS) comentan que «hay muchos pisos y cada uno tiene características diferentes en cuanto a la infraestructura (agua, luz, aseos, limpieza, higiene, mobiliario€) y lo mismo hay que decir en cuanto a las condiciones de trabajo». «Por lo general, se encuentran en buenas condiciones por cuanto a la infraestructura, si bien hay algunos que tienen carencias importantes estructurales y de mobiliario apropiado, pero estos son los de menos. La mayoría se puede decir que están bien», subrayan desde este colectivo.

Admiten que «en cuanto a las condiciones de trabajo, son parecidas a las de los clubes de alterne: la mayoría de las trabajadoras tienen que dar un porcentaje de los servicios a la dueña del piso y se cometen muy a menudo abusos laborales como muchas horas trabajando, tiempos de descanso reducidos o ‘despidos’ aleatorios».

Estas situaciones no se dan en los domicilios en los que no hay burdel alguno, sino únicamente una trabajadora sexual, ella sola, que no sufre explotación por parte de nadie y elige, por las circunstancias que sea, este modo de ganarse la vida.

«Este tipo de pisos no suelen dar problemas. Son los hogares de estas personas, que prefieren recibir en casa que en, por ejemplo, un hotel, quizás porque para los clientes hay más discrección o para ellas más comodidad», detallan fuentes policiales.