Gran faena de Paco Ureña y cornada en Pamplona

El diestro lorquino, que hizo méritos para salir a hombros, fue intervenido en la plaza de una herida grave

LA VERDAD

La primera de la Feria del Toro fue una corrida amplia, como no podía ser de otra manera, del hierro salmantino de Puerto de San Lorenzo. Pitinesco se llamó el primer toro de la Feria, negro y con seiscientos kilos. Grande. Lo saludó con un buen ramillete de verónicas Paco Ureña, que remató el saludo con una fenomenal media, enroscándose el capotillo a la cadera.

Prometedor inicio que para nada vaticinaba el final del festejo para el torero de Lorca, que acabó en la enfermería, operado de una fuerte cornada en su muslo derecho.

Le vio opciones el de Lorca a su primero, que brindó al público su faena de muleta. Sin embargo, a las primeras de cambio salió suelto el astado, prueba de mansedumbre. En los medios planteó faena Ureña, en la que tuvo que emplearse a fondo para meter al burel en la muleta. Con firmeza fue corrigiendo la embestida reservona del zaíno y por abajo consiguió dibujar tres naturales hondos, muy por abajo, de calidad y largo trazo. Pisó terrenos comprometidos en el final del trasteo, incluyendo un molinete de rodillas, prueba de la entrega que puso el torero murciano. Una estocada entera en buen sitio de la que tardó en caer el astado fue el epílogo del primer acto.

Si grande fue el primero de la tarde, el cuarto fue aún mas alto. 625 kilo dio en la báscula. Ese fue el toro de la cara y cruz. El del triunfo y el de la cornada. Volvió a manejar bien la capa Paco Ureña, que firmó una gran faena. Fue el toro de menos a más y le puso ritmo Paco Ureña a un trasteo de calidad y pureza. Lo inició el lorquino de manera espectacular, citando de rodillas en el mismo centro del anillo para cuajar en redondo cinco pases ligados, cargando la suerte aún genuflexo. Luego vinieron tres tandas ligadas de toreo en redondo con la diestra, perfectas en la ejecución y dos más al natural de una calidad y una largura soberbias. Para entonces, el ruidoso público pamplonés ya estaba absolutamente metido en la faena. Hizo Ureña el toreo caro y no quiso acabar sin detalles para una plaza que gusta del toreo accesorio, como un molinete de rodillas y las manoletinas finales.

Destrozos musculares

Sabedor el diestro que tenía el triunfo en la mano, se volcó sobre el morrillo para enterrar todo el estoque. El toro, que había mostrado fijeza durante toda la faena, tiró el único derrote de su lidia y fue tan certero que abrió en la taleguilla del diestro un boquete por el que comenzó a manar abundante sangre. Se quedó el torero en el ruedo, con un torniquete hecho, el toro tardó mucho en caer y los subalternos acabaron por llevar en volandas a la enfermería a un Ureña desvanecido con el color del rostro perdido. La falta de sensibilidad de un presidente absurdo quedó patente al limitar el premio a una oreja tras dar un aviso. Nada que ver la altura y calidad da la faena de Ureña con otras orejas que seguro de darán en la Feria.

Según el parte médico, Ureña sufrió «una cornada de 15 centímetros en la cara interna del muslo, con muchos destrozos musculares, que llega hasta la cara interior del fémur».

De rodillas, con dos largas cambiadas, saludó al segundo de la tarde Román. Fue toro noble y repetidor, y ya en el quite lo apreció el torero valenciano, que se echó el capote a la espalda para lucir por saltilleras y gaoneras. Puso al pueblo a favor de causa con un inicio de faena rodillas en tierra, al que siguió una ligada tanda con la diestra. Embistió con largura por el pitón izquierdo y ganó enteros la faena de Román al natural. Acabó el trasteo por bernadinas y se tiró a matar con rectitud. Encajó en Pamplona la personalidad del joven diestro, que paseó la primera oreja.

Con media puerta grande abierta, se las vio Román con el burraco que hizo quinto. Fue toro desordenado en su embestida, con el que le costó acoplarse.

Fue el tercero un toro sin celo, deslucido, que pronto rehuyó de la pelea. Puso voluntad José Garrido, que en el toro anterior demostró su condición de buen capotero en un quite, pero que en ese primero de su lote no tuvo mimbres para hacer el toreo. Además tuvo que tomar el descabello. Recibió al último de la tarde de rodillas y dibujó una buena media. Con la muleta citó de largo, tras brindar al público y colocar la montera a los pies. Con raza se echó de rodillas y puso entrega. El burel tuvo nobleza, pero le faltó transmisión y la faena no terminó de romper.

Corrida de San Fermín

Reses
Seis toros de Puerto de San Lorenzo, voluminosos y largos de esqueleto, pero de desiguales hechuras y cuajo. En cuanto a juego, hubo tres de clara nobleza y mayor o menor calidad, especialmente el cuarto, y otros tres desrazados y rajados en el último tercio.
Paco Ureña,
de blanco y oro: estocada (silencio); estocada delantera (oreja).
Román,
de gris perla y plata: estocada trasera caída (oreja); estocada atravesada y descabello (silencio).
José Garrido,
de grana y oro: estocada baja y dos descabellos (silencio); estocada caída (silencio).
Incidencia
Ureña fue atendido de una cornada en el tercio inferior cara interna del muslo derecho de unos 15 centímetros «con grave atracción muscular, llegándole hasta la cara anterior del fémur», pero de pronóstico menos grave, según los cirujanos de la plaza.
Tercer festejo de abono de la feria de San Fermín,
con lleno en los tendidos (unos 20.000 espectadores), en tarde de bochorno.