Goleada sin brillo para asomarse a las semifinales

Dos goles en propia meta y dos nacidos de dos rechaces dan la victoria al Barcelona frente a un Roma muy voluntarioso.

CADENA SER

El partido tenía truco, Valverde lo supo desde el primer momento. Quizás por eso se aventuró a sacar una variante que no había intentado hasta la fecha en el Camp Nou. El técnico extremeño optó por un doble lateral con Semedo y Sergi Roberto con el objetivo de poblar un poco más el centro del campo y arropar a Busquets, Iniesta y Rakitic en un partido que se presumía con mucho atasco en la medular.

Los efectos colaterales de quitar un atacante puro para dar paso a Sergi Roberto quedaron muy claro desde el primer momento; Leo Messi estaba más solo. ¿Y qué pasó? Pues que obligó al argentino a atrasar unos metros su zona de actuación, una novedad que le hizo tocar mucho balón en los primeros minutos, pero siempre alejado de zona de peligro.

Y es que Di Francesco trabajó bien el partido metiendo un trivote que trabajaba como un pistón. Atacando los tres juntos y replegándose también juntos, como si fueran una formación militar. Pellegrini, Strootman y De Rossi eran prácticamente robots. Esto derivó en unos minutos más de ajedrez que de fútbol propiamente dicho. Tal fue el enjambre montado por Di Francesco que el Barça tuvo que tirar de un recurso como el disparo de media distancia, algo que no es muy habitual.

El Roma tuvo el valiente gesto de apretar arriba mediado el minuto 30 y ahí posiblemente empezó a cavar su tumba. Los huecos aparecieron, Messi se liberó y el fútbol se volcó sobre la portería de Allison. Y en la jugada más tonta, en la menos clara, De Rossi remató a propia puerta y batió a su compañero. 1-0 y descanso aliviado en el Camp Nou.

Exhibición de pegada

El título de ladillo es un poco exagerado porque ya no hace falta ni que los marque el propio Barcelona. La segunda mitad empezó con un remate franco de Perottique se fue por poco, muy parecido al que marró Correa en el Sevilla 2 – Barcelona 2. Perdonó la vida al Barça, y eso en el Camp Nou no está permitido. Tras ese fallo llegó la cruz para el Roma, que apenas se dio cuenta de cómo perdió el partido.

El segundo gol fue parecido al primero, otra vez en propia meta. Esta vez fue incluso reincidente, porque el propio Manolas tiró a su propia portería dos veces, la primera no pudo ser y la segunda fue para dentro. Algo que sirvió a Umtiti para celebrar un gol ajeno y mostrar algo de amor al club tras unas declaraciones un poco extrañas en los últimos días.

El tercero fue el mejor ejemplo de lo que es este Barça. Tras dos goles en propia meta, tuvo que subir Piqué para sumarse al ataque y batir a Alisson. Un Barça muy fuerte en defensa, limpio en ataque y con recursos de sobra para golear en los cuartos de final sin hacer demasiado. Pero el partido tenía truco, lo sabía Valverde.

Sin Busquets, la película es otra

Recién recuperado de su fractura en el pie, el de Badía se resitió y entró Paulinho en su lugar. El cambio no solo cambió el partido, sino que le dio un punto de ‘correcalles’ nada bueno para el Barça, que sin Busquets notó como los repliegues eran peores.

Primero Ter Stegen hizo un milagro después de un error enorme, que supuso el primer aviso. Y justo después Dzeko batía al alemán y metía al Roma de nuevo en la eliminatoria. Desde luego no merecían ir 3-0. Así que el Barcelona notó el toque de atención y volvió a subir un puntito el nivel de concentración.

Lo que no tenía presupuestado el Roma ni Di Francesco era dejar un balón muerto en el área justo en el pie de un delantero que llevaba diez meses sin marcar en la Champions. Y Luis Suárez no iba a desaprovechar aquelló, así que 4-1, resultado redondo y goleada mucho más aparente que brillante. Kolarov tuvo el 4-2, pero su lanzamiento salió algo alto.

El Barça de Valverde pone pie y medio en semifinales pero tendrá que mejorar si quiere poder enfrentar con garantías a equipos como Bayern o Real Madrid.