El arte del vidrio llega a las escuelas de Madrid

El arte de soplar vidrio llega a la escuela madrileña de la mano del maestro soplador Diego Fernández a un centro de Getafe

Por primera vez, un colegio de la Comunidad de Madrid y del territorio nacional acoge en sus instalaciones un taller rodante de soplado de vidrio donde se muestra cómo la unión entre arena de sílice y fuego se convierten diariamente en una botella de cristal, una copa de vino e infinitas obras de arte expuestas en museos de la talla del MoMA (en Nueva York). Todo, de la mano de Diego Rodríguez, uno de los pocos maestros del vidrio que quedan en España y que lleva 25 años trabajando en la Real Fábrica de Cristales de La Granja (Segovia).

El Colegio San José Fundación Educativa Santo Domingo (FESD) de Getafe ha sido el primero en estrenarse. «En este mundo tan digital en el que vivimos, nos parecía interesante transmitir a nuestros alumnos la importancia de los oficios artesanales, en honor a nuestro patrón, San José, que era artesano», señala Ana Gema Esteban Hernández, directora de la Escuela. «Los trabajos de siempre forman parte de lo que somos, de nuestro pasado, y reflejan nuestro desarrollo histórico, económico y cultural», añade la directora.

En apenas 25 metros cuadrados, con un horno, cañas de soplado, 50 kilos de arena de sílice y, lo más importante, el fuego, el maestro Rodríguez (www.sopladodevidrio.es) monta un taller y comienza su función. Para los niños es como un espectáculo mágico. Todo parte de arena fundida a 1.100 grados «que recojo del horno en una caña, lo moldeo con papel de periódico mojado y se lo acerco a pocos centímetros de sus manos». Casi por arte de «magia», esa «miel blandita que se mueve se convierte en algo sólido y rígido y ese color rojo vivo del inicio, se vuelve transparente. Se quedan asombrados», explica a ELMUNDOel maestro Rodríguez sobre su espectáculo.

En este proceso de cambios que sufre el vidrio, Diego Rodríguez hace uso de sus herramientas y, con la destreza de sus manos, moldea distintas figuras, jugando con la imaginación de los alumnos, que claman: «Una mantarraya, una ballena, un caracol… Un caballo, un cisne». Son testigos incluso de cómo añadiendo óxido de hierro, el cristal toma un color verde, o azul si lo que se agrega es óxido de cobalto. Se quedan perplejos cuando al meter unas semillas de maíz en el interior de un bol de vidrio recién hecho, empiezan a estallar unas «ricas palomitas», estas de vidrio, como las que comen cuando van al cine.

Y la sorpresa final se presenta cuando se les invita a ser sopladores de vidrio por unos minutos. Todos levantaban sus manos para convertirse en maestros sopladores por un segundo. «Todos están emocionados y asombrados, todos quieren experimentarlo», comenta una de las profesoras, Malen Goizueta.

En palabras del maestro del vidrio, «tienen muchas ganas de aprender. Es impresionante cómo sólo con pocas palabras y viéndome a mí, son capaces de moldear el vidrio y soplar la caña hasta crear una burbuja que podría ser la forma de una botella».

Lo que está claro, subraya otro de los educadores de primaria, Iván Álvarez, es que «se aprende haciendo y viviendo. Ni siquiera a través de un vídeo, porque entre el vídeo y la realidad siempre hay una barrera. Hacer y vivir ayuda a comprender». Y también a abrir la mente, apunta Goizueta. «Pensar, reflexionar y descubrir el origen de productos que tienen encima de la mesa (alimentos en conserva, botellas, copas, perfumes, ventanas…). Conocer cómo se han fabricado les aporta sabiduría».

Conscientes de la importancia de introducir los valores de la artesanía tradicional en la educación de los más pequeños en el ámbito escolar, el Colegio San José FESD de Getafe ha apostado por acercar la labor de Diego Rodríguez a sus instalaciones. «Creo que el arte aporta muchos beneficios sobre nuestros alumnos. Les transfiere sensibilidad, les hace ser más creativos desde la sencillez, les ayuda a valorar lo esencial sin tanto materialismo, favorece la relación y la comunicación con los demás, algo que hoy en día es muy valioso, dado que muchos de nuestros alumnos se divierten en soledad, aislados en la tecnología digital. Les ayuda a conocer el mundo y a desarrollar la imaginación», comenta la directora del centro Ana Gema Esteban Hernández.