Bahamontes: «Me recibieron mejor que al Papa y a Franco»

Fuente: El Mundo

En el Registro Civil aparece Alejandro Martín Bahamontes (Val de Santo Domingo, 1928), en los anales del ciclismo figura Federico Bahamontes (Toledo, 1928). Peculiaridades de un pionero, de un provocador. Un hermano de su padre insistió en que debía llamarse Federico, como él, y tanto empeño terminó en costumbre. El propio ciclista promocionó más el apellido materno porque le resultaba más singular. El primer ganador español del Tour de Francia celebró la pasada semana su 91 cumpleaños y este jueves festeja el 60 aniversario de su histórica victoria en los Campos Elíseos de París. Su triunfo en la edición de 1959 se consumó el 18 de julio, fecha emblemática para el régimen de Franco. Fiesta nacional. El ídolo ciclista, utilizado para ensalzar los valores patrios. Su maillot amarillo se ha exhibido en el museo particular del corredor, pero ahora está custodiado en la catedral de Toledo. «Lo tiene guardado el cura, es muy difícil sacarlo para hacer una foto», justifica el toledano en la víspera del 60 aniversario de la senda abierta y que luego continuaron Ocaña, Delgado, Indurain, Pereiro, Contador y Sastre.

¿Se cumplen 60 años de su triunfo en el Tour, qué imagen recuerda de aquella hazaña?
Muchas cosas, pero lo que tengo claro que antes de aquella victoria yo era no era nadie y desde entonces empecé a ser un hombre famoso, en todos los sentidos.
El suyo fue uno de los primeros grandes éxitos deportivos de la España del régimen de Franco ¿Nunca se sintió utilizado políticamente?
Nunca, nunca. Otra cosa es en el aspecto deportivo, que tuve que hacer cosas que no querían. Fausto Coppi me obligó a ir al Tour después de padecer un ántrax en la Vuelta. No siempre puedes hacer lo que quieres.
¿Dónde estuvo la clave de su triunfo en el Tour?
Empecé a labrarlo en los Pirineos con una escapada y luego lo continué con la cronoescalada del Puy de Dôme, allí gané y me quedé a unos segundos del líder. Al día siguiente quería atacar, pero el director, Dalmacio Langarica, me advirtió de que no lo hiciera, porque todavía quedaban seis días para el final y no teníamos equipo para aguantar el liderato. Pero yo le dije que el que tenía que andar era yo. Si yo no ando, ya puedes tener equipo que no te vale para nada. Los equipos los hacen los líderes. Si el líder funciona, todo funciona. ¿Dónde estaban los compañeros cuando yo atacaba? Estaban a 20 minutos o media hora, y algunos en casa. Yo, en el Puy de Dôme , mandé a casa a seis tíos, porque les dejé fuera de control… Bueno, pues dos días después, en Grenoble, me puse líder, en lugar del belga Eddy Pauwels.
El recibimiento en España fue apoteósico. Fue tratado como un héroe.
Después de hacer unos criteriums regresé a España un par de días después de subir al podio de París. El recibimiento de aquí fue inolvidable. Lo más grande que se ha conocido en Toledo, fue un recibimiento mejor que el realizado al Papa y a Franco. Yo vine con un coche descapotable que me fue a buscar a Madrid. Tardamos cinco horas en llegar a Toledo, porque la gente venía detrás en bicicleta y en moto. La caravana que yo traía tenía que parar en cada pueblo, porque allí tenían tocar. Era la hostia.
Usted tenía unas condiciones innatas para la escalada, pero también influyó el trabajo realizado durante la niñez y la juventud.
Yo trabajaba en un mercado desde las 6 de las mañana a las 10. Repartía fruta con una carretilla para cinco tiendas y luego me dedicaba al estraperlo, me tenía que buscar las habichuelas. Yo tenía una bicicleta de mi padre, a la que ponía un soporte de madera en la parte de atrás y colocaba la harina, el pan, los garbanzos. Yo lo traía como si fuera una tienda, pero tenía que estar vivo porque la Guardia Civil te lo quitaba.
Aquello le moldeó como ciclista.
Lo que me hizo más fuerte fue subir las cuestas de Toledo con una carretilla cargada con 100 kilos de peso, pero también influyen las cualidades físicas.
Ya no hay escaladores como los de antes. Nadie se parece a usted.
Yo he sido elegido el mejor escalador de todos los tiempos… Que si Pantani, que si Lucho Herrera, que si Taccone, que si Massignan. Charly Gaul y yo fuimos únicos. Gaul brillaba en las etapas de lluvia, pero con el calor era un hombre muerto, quedaba achicharrado. Era mi rival número uno, porque siempre estaba a mi rueda.
Jacques Anquetil también era un gran adversario.
Sí, en la contrarreloj era imbatible. Yo en esas etapas esperaba a que me cogiera y luego íbamos cada uno por un lado de la carretera. A mí no me dejaba ni de broma. Yo le aguantaba, pero él hacía trampas, porque las motos le arrastraban, tenía truco. La motos le absorbían el aire y él iba ganando segundo a segundo, acumulando tiempos. Una vez le soltaron detrás de mí, cuando tenía que salir antes. Se han hecho trampas a punta pala.
¿Entonces, Anquetil era un tramposo?
Bueno, era la organización… El día de la fiesta de Francia tiene que ganar un francés, pero al público no se le puede engañar. Se hacen cosas que no se deben, como esos corredores que ahora van detrás de los coches, cuando lo lógico sería que les esperase el equipo. Eso es lo bonito del deporte. ¿Lo de Urtain , cuánto duró? El público se cansa.
El ciclismo de entonces es muy diferente al de ahora. Había más margen para la épica.
Los tíos que salen y que creen que van hacer la etapa de paseo se equivocan. Ahora se sale a hacer, lo que yo llamo, la ‘marcha real’. Ahora, hasta que no llega la montaña van de paseo, yo digo que van como si fuera Semana Santa. Van charlando, van sacando una media para que no queden eliminados. Ahora esperan al último puerto, cuando yo corría se atacaba desde el comienzo de la etapa. Ahora lo calculan todo. Pinchan, les dan un bicicleta y se ponen detrás del coche, van al médico y se agarran del coche. Si es francés más, le llevan hasta la cabeza. Eso debería estar prohibido.
¿Quién ganará este Tour de Francia?
Uff, no lo sé. Es una carrera muy abierta. Las grandes figuras no controlan la carrera. Hasta que no pasen los Pirineos no se puede decir algo.